Gerontologia - Universidad Maimónides

Abril 02, 2005

Las arrugas son una enfermedad

arrugas.jpgEs un dermatólogo que ha alcanzado un nivel de popularidad de esos que se logran sólo con mucha habilidad o con mucho talento. Acaba de publicar el último de una serie de libros en los que, en los últimos diez años, ha venido desarrollando su teoría sobre el deterioro de la edad, la salud y la belleza. Está en la televisión, en las librerías y en las revistas. Tiene su línea propia de productos y una tienda-salón de consultas. En 2004 vendió por valor de US$ 50 millones. Las mujeres lo adoran mientras la comunidad académica prefiere no opinar.

Revista Mercado
Sábado 2 de Abril de 2005

Las teorías del doctor Nicholas V. Perricone sobre el envejecimiento han levantado polvareda entre los académicos del mundo médico y una nube de seguidoras entre el público femenino de más de 40 años. Perricone, dermatólogo de Nueva York, dice que el envejecimiento es una enfermedad inflamatoria progresiva que ocurre a nivel celular y que como tal, se puede controlar por medio de lo que se come. “Una piel arrugada y caída no es el resultado inevitable de envejecer”, escribió en “The Wrinkle Cure”, el primero de una larga serie de libros. “Y como es una enfermedad, se la puede combatir”. Audacias como ésta provocan la curiosidad de muchos colegas sobre si su investigación científica es tan experta como su departamento de marketing.
Además de cambiar lo que se come, él recomienda el uso de tratamientos cutáneos con una serie de productos cosmecéuticos (cruza de cosmético con farmacéutico) y suplementos dietarios de una línea que lleva su marca, ambos con propiedades anti-inflamatorias. En ese libro dice que unas sustancias parecidas a las proteínas con capacidad para aumentar la producción de colágeno y elastina reparan cicatrices y arrugas y aumentan la circulación dando como resultado un rostro radiante y juvenil. Los productos se venden en más de 230 lugares, desde Neiman Marcus hasta QVC, y el año pasado abrió una tienda-centro de consultas en Madison Avenue, Nueva York. Siete de cada diez pacientes son estrellas de cine, entre las que figuran Jennifer López, Julia Roberts y Jennifer Aniston.
Todas siguen su dieta y compran sus productos.
En el plano internacional, la línea Perricone se vende en seis países y cuatro más están programados para este año. Sus ventas anuales crecieron de US$ 3 millones en el 2000 a US$ 50 millones en 2004. Hace escasas semanas hizo la presentación de su último título: “The Perricone Promise”, con un acontecimiento que lo tuvo poco menos que como mesías de belleza, juventud y salud entre un mar de mujeres enamoradas que bebían embelesadas cada una de sus palabras.
Una vez terminado el acto y luego de firmar centenares de libros, el autor cruzó la calle para visitar su local -llamado Sephora- rodeado de una nube de mujeres. Dos guardalespaldas lo protegían y cuidaban que la estampida no le hiciera perder pie. Al entrar lo recibió un cerrado aplauso. Una vendedora con la mano en el corazón le gritó: “adoro todos sus productos, pero especialmente el inflador de labios''.
Perricone posó para los fotógrafos y siguió firmando autógrafos.
Una de las mujeres allí presentes dijo sobre el programa: “Gran parte de lo que dice no es más que puro sentido común, pero no hace daño, es interesante y a lo mejor da resultado.”

Millonario filántropo
Actualmente hay dos grandes campañas que se comentan en la televisión nacional y todos los demás medios. La primera es una donación de US$ 5 millones a la Michigan State University (donde cursó su carrera de medicina) para financiar un departamento de dermatología orientado hacia la nutrición. La segunda es una promesa de donación de US$ 1,2 millones a la Catholic World Mission para abrir un centro comunitario con escuela y sala de primeros auxilios en las favelas de Sao Paulo, Brasil, para albergar y educar a niños y a madres adolescentes y protegerlos de la violenta cultura de drogas imperante. Su participación en este programa le valió una audiencia con el Papa.
Desde que abrió oficinas centrales en Meriden (50 empleados) pasó a concentrarse en el negocio y abandonó la práctica al punto de no ver ya casi pacientes. Con respecto a su teoría, habla con una convicción notable. Está convencido de que su misión en la vida es convertirse en el mesías del bienestar, cuya razón de ser es revelar la palabra sobre sus teorías nutricionales y los productos que creó basándose en ellas.

El aval de Yale
Cuando salió publicado the “Wrinkle Cure” en el año 2001, Perricone era profesor ayudante de clínica dermatológica en la Yale School of Medicine, y esa actividad apareció en la tapa del libro, justo debajo del título. Eso molestó a más de uno en la Universidad de Yale porque parecía sugerir una base científica para sus conclusiones, aunque no había seguido la práctica acostumbrada de poner su investigación al alcance de sus colegas para su revisión. Sólo se basó en su propia investigación en dietas, preparados de aplicación cutánea y suplementos dietarios durante un período de 15 años y observando los resultados clínicos con una base de 15.000 pacientes propios, a quienes trataba en su consultorio privado.
Contactada por una periodista del New York Times, la oficina de asuntos públicos de la Universidad de Yale, hizo la siguiente declaración: “El doctor Nicholas Perricone ejerció el cargo ad honorem de profesor ayudante en clínica dermatológica en la facultad de medicina de la Universidad de Yale. En ese carácter vigilaba el trabajo de los estudiantes varias veces al año. Su nombramiento caducó en junio de 2002.'' Ningún miembro de la facultad se prestó a hacer comentarios sobre la teoría del envejecimiento de Perricone.
Más aún, la periodista, empeñada en encontrar confirmaciones, no pudo encontrar médico, dermatólogo o académico alguno en cuatro ciudades diferentes dispuestos a hablar oficialmente sobre Perricone, a favor o en contra.
Que usara sus credenciales médicas para vender su dieta y sus productos cuando no había solicitado la revisión de sus pares parecía, al menos en ese mundo, una trasgresión importante. Un académico en hematología que hace investigación desde hace 30 años observó: ''En el mundo de la investigación hay una especie de complejo Pygmalion en el cual uno se enamora de su propio trabajo. Pero la regla de oro es que haya siempre observadores objetivos que lo verifiquen. Entonces yo pregunto cuáles son los datos que sustentan su teoría según la cual la dieta impide o retarda la inflamación. Dónde están los estudios independientes, controlados y aleatorios sobre este estudio.
Perricone defiende la inclusión de su afiliación con Yale en la tapa de su libro citando a otros médicos que han hecho lo mismo. Reconoce que eso le trajo montañas de críticas.
Más allá de su metodología científica, nadie ha criticado el contenido mismo de la dieta. Marion Nestle, profesora de nutrición en la Universidad de Nueva York opina que la dieta está basada en ideas científicas que son no sólo muy actuales sino que están en la vanguardia del pensamiento. “Pero yo no tengo conocimiento de ninguna evidencia nutricional que me permita decir que la elección de la comida es directamente responsable de las arrugas”.
Una de las mayores críticas que se le hacen es que él mismo recomienda sus propios productos, los cosmecéuticos y nutricéuticos, que vende a alto costo y no han pasado por el filtro de la FDA por no ser drogas. Los precios comienzan desde US$ 30, pero un frasquito de 16 ml de suero “neuropeptide” cuesta US$ 570.
El éxito fenomenal del personaje no hace más que exacerbar las críticas de sus colegas. Al respecto, un dermatólogo entrevistado opinó que “hay mucha envidia en este campo. Si él no estuviera ganando US$ 50 millones y si no tuviera una clientela plagada de estrellas del cine, a nadie le importaría. ¿Sabe usted cuánta gente trata de hacer lo mismo y no lo logra? Lo que lo hace diferente es que él lo hizo bien”.

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Abril 2, 2005 10:59 AM