Gerontologia - Universidad Maimónides

Abril 10, 2005

Nunca es tarde

nunca_es_tarde.jpgEmbarcarse en un nuevo proyecto laboral, reanudar un estudio, iniciar un negocio, son algunas maneras de reinventar la propia vida, y por ende, recrear el futuro laboral o personal. Hay quienes tienen sueños y fuertes deseos, y quienes, además, se animan a hacerlos realidad. A esos emprendedores natos, este homenaje.

Revista Nueva
Domingo, 10/4/2005




Hacen frente a los desafíos, se adaptan rápido a los cambios, no se conforman fácilmente y saben que el tiempo no es sinónimo de falta de ganas. Así, hay quienes, a pesar de sus 40 o 50 y pico de años, no importa la cifra, reanudan sus estudios inconclusos, primarios o secundarios. En la Argentina, se calcula que unas 575 mil personas estudian en centros educativos para mayores. Santa Fe, la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Misiones y Chaco, son las jurisdicciones que nuclean el mayor número de alumnos. También están quienes se deciden a emprender un negocio o proyecto laboral que siempre tuvieron en mente. Y no son pocos. Según la edición 2001 del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), estudio que toma como muestra a 29 países, del total de la población activa argentina –entre 18 y 64 años–, un 10,5% está, en alguna medida, involucrado en el proceso de creación o desarrollo de un nuevo emprendimiento.
Nunca es tarde para embarcarse en un proyecto, tomar el timón de la propia vida y cambiarle el rumbo, aun cuando culturalmente el mar esté embravecido. “Estamos habituados a hacer las cosas que tienen que ver con la obligación, el deber, la responsabilidad y no con cuestiones vinculadas a gustos o deseos. El ser humano tiende a postergar estas últimas porque implican correr un riesgo. Argumentos para no hacer las cosas, siempre hay. Se tiende a esperar que todo esté perfecto para terminar una carrera, lanzarse a un nuevo proyecto o hacer algo que estaba postergado. Cualquier momento puede ser bueno para saldar alguna asignatura pendiente o cambiar de vida”, asegura la licenciada Gabriela Pedrotti, psicoanalista, docente del posgrado en Clínica con adultos y supervisora del equipo de pareja y familia de Centro Dos.
Muchas veces, ese “clic” interno que activa el cambio exterior, se produce en medio de una crisis, que no por nada, significa tiempo de cambio y oportunidad. “Es cierto, a veces una crisis, personal o económica, resulta el motor que motiva un cambio de actitud o posición en la vida. Puede ser un buen momento para recuperar recursos que se poseen, y reciclarlos para jugarlos de otra manera”, agrega la especialista.

Animarse a más
En su momento, cuando colgó los botines, Sergio Goycoechea supo que no iba a dedicarse a ser ex arquero de fútbol por el resto de su vida. Entonces, decidió repensar su futuro laboral. “Sabía que no seguiría ligado al fútbol. No me interesaba ser técnico, empresario de transferencias ni dirigente. La carrera del futbolista es corta, y generalmente concluye en una etapa de la vida en la que uno conserva mucha energía para conocer, investigar, probar nuevos rumbos. En ese contexto, el periodismo era un ámbito que me atraía, que conocía desde el otro lado del mostrador, de ser siempre el entrevistado. Por eso me dediqué, primero a capacitarme, y luego a intentar trabajar. Así es como me decidí a estudiar periodismo deportivo”, se acuerda el conductor del programa Resto del Mundo, quien hoy disfruta la experiencia de haber podido reinventar su trabajo. “Estoy feliz, en mi momento ideal, en el que uno trabajo, crecimiento profesional y aprendizaje. Aunque no olvido lo importante que fue y es para mi presente, mi paso por el fútbol”, comenta quien en el Mundial de 1990, se lució en el arco e hizo vibrar a su país ante cada penal.
Atreverse a cambiar el rumbo puede modificar significativamente la manera de vivir. Quienes se animan a vivenciarlo resultan emprendedores natos: “aquellos que tienen compromiso, posición de responsabilidad, visión, integridad y sentido de trascendencia en lo que hacen y proyectan”, según Patricia Hashuel, licenciada en administración de empresas y directora del Instituto de Capacitación del Coach.
Y no son pocos los que se animan a dar un giro de 360 grados. Tal es el caso de Natalia Boubée, profesora de educación física de 31 años. Si bien está conforme con su trabajo –da clases de aerobox y como personal trainer–, decidió cambiar su futuro laboral para estar más en casa junto a sus dos hijos de 4 y 3 años y ganar más. “Cuando era más joven, no pensaba en el rédito económico de mi profesión. Hoy, quiero algo más provechoso. Además, el tema de ser profesora, en cuestión de físico, tiene sus limitaciones en el tiempo. Es por eso que empecé a estudiar diseño de indumentaria, a lo que le veo una buena oportunidad laboral, y me resulta una actividad que puedo organizar desde casa, manejando mis tiempos”, comenta mientras sueña con tener su propia marca.
Es que para soñar y concretar esos mismos sueños, no hay edad, aun cuando socialmente haya un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol. “Sobre todo en nuestro país está muy estipulado que las cosas se hacen a determinada edad. Hay ciertos paradigmas sociales que darían por supuesto que no se puede desarrollar una vocación, un hobby o un estudio en otro tiempo. Prevalece la idea de que si las cosas se hacen de joven es mejor, y no es así. Es diferente. La vida siempre da otra oportunidad e invita a que uno pueda encontrar nuevos rumbos, que no son sólo patrimonio de la juventud. Se cree que con los años se va perdiendo el entusiasmo. Pero el entusiasmo se recrea constantemente”, enfatiza la licenciada Pedrotti.

Reciclarse y adaptarse
a los cambios
El último 21 de mayo, día en que cumplió sus 51 años, Isabel Krebs estrenó su nueva profesión: instructora de inglés en un centro de idiomas. Esto habría resultado impensable, años atrás, en los que el buen pasar económico hacía poco probable que tuviera que salir a ganarse el pan. Ahora, divorciada, madre de cuatro hijos de 16, 20, 22 y 24 años, la situación era otra. “Me había mudado varias veces de casa, pero llegó un momento en que no me podía seguir achicando. Sin experiencia laboral ni título universitario me era difícil conseguir trabajo, entonces, recurrí a mis conocimientos de inglés, idioma que aprendí en mi adolescencia. Así fue como empecé, apelando a una nueva faceta mía, y con mucho miedo al fracaso”, recuerda.
El temor a que las cosas no salgan bien, es normal. “Se suele pensar ‘¿Y si no me va bien? ¿Y si no me sale?’. Es cierto que cuando se apuesta, se puede perder, pero quien no apuesta, no vive. Siempre gana el que arriesga. Cuando uno se anima a hacer lo que desea, esas mismas ganas, dan fuerza. Eso no tiene precio, no cotizan en la Bolsa”, considera Pedrotti, a lo que Pashuel añade: “las personas comprometidas consigo mismas y con sus objetivos, corren riesgos y no temen fracasar porque saben que cada intento los acerca al objetivo, con nuevos aprendizajes”.
Edith de Muñoz, de Venado Tuerto, Santa Fe, es otro buen ejemplo de que nunca es demasiado tarde para empezar a hacer lo que uno desea. Si bien dibuja desde muy chica, recién a los 40, luego de criar a sus tres hijos, empezó a capacitarse y profesionalizar su técnica. “Llegué a la academia y le pregunté a la profesora si no era demasiado grande para empezar. Se me largó a reír. Aprender más sobre pintura era algo que estaba latente en mí. Con el tiempo, empecé a dar clases y exponer mis obras, y mal no me va. No me arrepiento de haberme animado. A todas las personas que conozco les digo que nunca es tarde, siempre se puede aprender algo”, afirma hoy, a los 67 años.

Viejos son los trapos
Si hay alguien ciento por ciento convencido de que esto es así, ésa es María Fux, la famosa bailarina, coreógrafa y danzaterapeuta. “El asunto del tiempo físico es un problema que tenemos hombres y mujeres a cualquier edad. Hay gente que a los 40 años se considera vieja. ¡Imposible! Yo cumplí 83 años y no solamente pienso que tengo todavía un camino largo para recorrer, sino que todo lo hecho tiene la posibilidad de ser mejorado. Siempre le digo a la gente mayor que llega a mis clases: ‘Todo es posible, nunca es tarde para nada’”, afirma.
Otra para la que la edad no fue impedimento para dedicarse a enseñar, es María Martínez, de 77 años. En octubre de 2004, una pariente la convocó para reemplazar a una profesora en la Sociedad de Fomento Leopoldo Lugones de Villa Adelina, Gran Buenos Aires. No dudó un segundo. “Nunca había enseñado más que a mis hijas y nietas, pero sentí que necesitaba salir de mi casa, colgar el delantal y distraerme”, dice quien jamás pensó que se iba a ganar unos pesos como profesora de crochet y corte y confección, título que obtuvo en 1948, en su Logroño natal, España. Sin embargo, hoy prepara junto a una de sus nietas, el primer currículum de su vida y folletos para repartir en el barrio.
En la Universidad Nacional de Río Cuarto –UNRC–, también tienen claro que los años no son sinónimo de falta de entusiasmo. Allí funciona el Programa Educativo de Adultos Mayores –PEAM–, que incluye a más de 1700 alumnos de entre 50 y hasta 90 años –la edad promedio es de 64–. “Para una proporción significativa de los que asisten al PEAM, llegar a la Universidad era algo pendiente”, informan la licenciada Martha Schlossberg y el arquitecto Enrique Alcoba, coordinadores del programa, quienes comentan que estos “universitarios especiales” tienen su propio centro de estudiantes. “Se observa elevación de la autoestima, más seguridad, mayor desarrollo de todo lo que hace a la imagen corporal y posibilidades expresivas. Comienzan tímidamente con un taller, diciendo ‘no sé si voy a poder’, y luego de la primera experiencia, buscan nuevas perspectivas, estimulados por la vivencia”.
Volver a empezar, repensar el trabajo, animarse a emprender un nuevo proyecto, reanudar un estudio postergado o iniciar otro son cosas que hacen algunos en su intento por reinventar su vida. No es garantía de éxito, pero está comprobado que quienes desean hacerlo, tarde o temprano, lo logran y se dan el lujo de decir: “mi vida, la vivo a mi manera”.

Más info:
www.mariafux.com.ar
www.centrodos.com.ar
www.patriciahashuel.com.ar


Por Laura Zavoyovski

Cuando Sergio Goycoechea colgó los botines sabía que no se dedicaría a ser ex arquero por el resto de su vida. Decidió repensar su futuro profesional, se capacitó en periodismo deportivo y hoy dirige un programa por tevé.

Otros grandes emprendedores

Diego Peretti. Como psiquiatra no le iba nada mal. Pero su hobby de actor le fue robando tiempo y protagonismo a la medicina. En 1996, a sus 33 años, y luego de 11 de residencias hospitalarias, decidió lanzarse ciento por ciento a la actuación, a la que se dedica desde hace una década.

María Luisa Bemberg. Escribió, produjo y dirigió su primera película, Momentos, en 1981, a sus 59 años. “Tenía miedo. El primer día, cuando fui a filmar mi primera escena, sentía como si fuera a la guerra”, confesó alguna vez.

Clint Eastwood. Actor desde los 25 años, empezó a dirigir cine a los 41. En 1991 obtuvo el Oscar a la Trayectoria; un año después, logró la estatuilla como Mejor Director por Los Imperdonables, y en la última edición de los Oscar, el mismo reconocimiento con su Million Dollar Baby.

Otros grandes emprendedores

Paul Gauguin. Se dedicó a la pintura a los 38 años, cuando fue despedido como agente de Bolsa y luego de dos años sin saber qué hacer. Es uno de los pintores neo-impresionistas más famosos.

José Saramago. Escribió sus dos primeros libros y dejó la escritura por dos décadas en las que fue empleado metalúrgico, administrativo, diseñador, asesor editorial, traductor y periodista. Saltó a la consideración de la crítica mundial en 1977. Tenía 55 años.

Guillermo Calabrese. Cursando el quinto año de medicina se dio cuenta de que no era lo suyo. A los 25 años, decidió ser cocinero, le escribió una carta al Gato Dumas y le propuso ser su discípulo. Hoy es un referente gastronómico indiscutido en el país, director académico de Gato Dumas Colegio de Cocineros.

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Abril 10, 2005 06:18 AM