Hay robos al voleo que aprovechan la debilidad de los ancianos y casos con un "entregador" conocido de la víctima. Para prevenir, se organizaron cursos en los que teatralizan las situaciones de riesgo.
Fabian Debesa Monica Galmarini.
laplata@clarin.com
Martes | 21.06.2005
Acostumbrados a una vida reposada los ancianos de La Plata tuvieron que cambiar hábitos y muchos pasan sus días obsesionados por los robos, los asaltos y los ataques violentos. Se sienten agobiados por una estadística que alarma: en los últimos seis meses hubo en el centro y las afueras de la ciudad un promedio de una víctima por semana, que incluye 7 homicidios, 10 asaltos con agresiones brutales y otras 10 denuncias por diferentes robos.
Los casi 50 mil habitantes de la capital provincial que ya pasaron los 60 años resultan un objetivo sencillo para los delincuentes. Son víctimas de distintas modalidades de ataques: "cuentos del tío", engaños de conocidos o familiares, arrebatos y asaltos en sus casas a toda hora.
Los botines no condicionan el accionar de los delincuentes. Pueden ser monedas o la jubilación entera. Las pensiones que reciben del exterior o las joyas y reliquias que los abuelos guardan con recelo. En marzo, una mujer de 85 años fue asesinada de un disparo en el estómago en la vereda de su casa por 10 pesos.
"Resulta llamativo los vínculos entre víctimas y atacantes. Hemos logrado resolver el 65% de los casos, pero resulta que en más de la mitad los responsables son familiares, conocidos o vecinos de los abuelos", explicó a Clarín el comisionado Juan Carlos Paggi, responsable de la Policía Distrital La Plata.
Los investigadores descartan que existan bandas dedicadas exclusivamente a asaltar jubilados. "No encontramos conexión entre todos los casos esclarecidos en los últimos meses", aclaró Paggi.
En la Justicia agregan otra evaluación. "Se acabaron los códigos del delito. En los últimos años se observa un crecimiento de ataques contra los sectores más vulnerables de la sociedad: los ancianos y los menores", explicó el fiscal platense, Marcelo Romero. Y mostró los datos de su última actuación como fiscal de turno: dos homicidios contra abuelos y 15 denuncias de violencia sexual o agresiones a menores.
En el ministerio de Seguridad tomaron nota del fenómeno y convocaron a la ONG Red de Adultos Mayores para realizar reuniones en los barrios. Hubo varios encuentros de funcionarios y policías con abuelos en Villa Elisa. "Se difundió un instructivo con sugerencias para prevenir ataques y la comunidad propuso desarrollar un servicio gratuito y voluntario de acompañantes para jubilados que cobran en bancos", explicó a Marta Arriola, subsecretaria de Participación Comunitaria del ministerio. Ahora se extenderán las reuniones a todos los barrios de la ciudad.
En los últimos tres meses también realizaron 20 reuniones coordinadas con la dirección municipal de la Tercera Edad. Asistieron 3.800 ancianos a quienes los instruyeron en hábitos para reducir el riesgo de asaltos.
Además, en las reuniones idearon un mecanismo para llevar el mensaje a los abuelos: se realizan teatralizaciones de las posibles situaciones de riesgo. Participan actores de la Casa de la Cultura de Villa Elisa y los propios interesados. "Los delincuentes hacen inteligencia: saben cuándo cobran, cómo viven y quiénes los acompañan. Sólo necesitan observar unos días sus movimientos", reconocen en la jefatura platense.
"Es difícil romper pautas culturales de estas personas que viven como hace 50 años. No podemos evitar que salgan a tomar mate en la vereda o que abran la puerta a desconocidos", reconoce el comisionado Paggi. Uno de las trampas más utilizadas es el cuento que comienza así: "Señora, vengo de parte de su hijo...". La frase, aseguran en la Policía, derriba las defensas de los abuelos y abre el camino para el asalto que —muchas veces— termina en forma trágica.
Los castigados
Lucas Guagnini
lguagnini@clarin.com
Los jubilados platenses son víctimas de dos tipos de delitos: asaltos violentos en los que el ladrón aprovecha su físico frágil y robos en los que un conocido o familiar los "entrega" aprove- chándose de su confianza. Son dos caras de lo mismo: atacar al débil. Pero la sociedad no puede decirse sorprendida. Después de décadas de ser robados "legalmente" con jubilaciones de miseria, una obra social corrupta y geriátricos sin controles, en época de delito alto les tocó una vez más ser los castigados. El delito está reproduciendo en forma violen- ta el lugar en el que los ancianos ya habían sido dejados.