Se ha escrito mucho acerca de la floreciente crisis de los sistemas de pensiones en EE.UU., Europa y Japón, cuyas poblaciones envejecen. El profesor de finanzas de Wharton Jeremy J. Siegel sostiene que el crecimiento económico de China y del resto del mundo en desarrollo tiene la clave para afrontar la inminente crisis.
Wharton School de la Universidad de Pennsylvania y Universia
China y el sistema de seguridad social de Estados Unidos no parecen tener nada que ver. China está luchando contra los problemas de una rápida industrialización acompañada de una población joven y vigorosa, mientras que EE.UU. lucha con una población que envejece y que conducirá a su sistema de seguridad social y atención médica hacia la insolvencia
Pero las apariencias engañan. Si se estudian las tendencias demográficas mundiales, se llega a la conclusión de que en el crecimiento económico de China y de otros países en desarrollo, no sólo yace la clave para resolver la futura crisis de la seguridad social de EE.UU., sino que es la única solución para la floreciente crisis de los sistemas de pensiones del mundo desarrollado. Si China, la India y el resto del mundo “tropiezan”, entonces estaremos condenados a un incremento de la edad de jubilación, una reducción de los niveles de vida, una caída en el precio de los activos o a una combinación de todos estos factores.
El problema demográfico
Se ha escrito mucho sobre el envejecimiento de la población en EE.UU., Europa, y Japón. Esta tendencia tiene varias características importantes. En la mayoría de los países desarrollados los índices de fertilidad -número de hijos por pareja- han caído muy por debajo del nivel que mantiene la población constante. Es más, la esperanza de vida ha aumentado y la edad media de jubilación ha descendido. En 1950 la esperanza de vida en EE.UU. era 69 años, tan sólo dos años más que la edad media de jubilación. En 2000 la edad media de jubilación se redujo hasta los 62 años, mientras que la esperanza de vida aumentó hasta 76,5, incrementándose la diferencia en casi 15 años.
Incluso aunque la edad de jubilación no descendiese más, en EE.UU. el número de trabajadores por jubilado caerá desde 3,9 hoy en día hasta 2,2 en 2030; en Europa desde 2,98 hasta 1,70; y en Japón desde 2,85 hasta 1,46. En comparación, hace cincuenta años en EE.UU. había 7 trabajadores por jubilado y en Japón 10.
Debido a estas tendencias demográficas, el sistema de la seguridad social en EE.UU., así como prácticamente todos los fondos de pensiones públicos en el extranjero, no están suficientemente financiados. Bajo las actuales predicciones de Trustees of Social Security System, en 2017 los costes de las prestaciones serán superiores a los impuestos recaudados, y el fondo de inversiones agotará sus activos en 2041. En menos de cuatro décadas los ingresos del programa únicamente cubrirán el 73% de los costes, y esta escasez será aún mayor en años posteriores.
Pero la crisis del sistema de la seguridad social sucederá mucho antes del agotamiento de los activos del fondo de inversiones. Los bonos del fondo tendrán que ser vendidos en cantidades crecientes para financiar las prestaciones de jubilación después de 2017.
La cuestión clave es cómo podrá absorber el mercado estos miles de millones de dólares en bonos del estado que van a ser vendidos en los mercados. La nueva generación es demasiado escasa en número y tiene demasiado poco poder adquisitivo para absorber esos activos a menos que sea a precios irrisorios. La venta de estos bonos causará una subida en los tipos de interés y una crisis de los mercados de capital.
Pero la crisis a la que se enfrenta la seguridad social es sólo la punta del iceberg. Los bonos vendidos del fondo de inversiones representan una pequeña fracción de los trillones de dólares de acciones y bonos que la generación del baby boom ahorraron en forma de cuentas de retiro individual (IRAs), cuentas tipo Keogh y planes 401k. Estos activos, que supuestamente son el pasaporte para una jubilación cómoda, caerán sobre un mercado que será incapaz de absorberlos a precios similares a los que pagaron la generación del baby boom durante de la década de los 90, cuando el mercado estaba al alza.
Efecto sobre la jubilación
Una solución sencilla para el problema del envejecimiento es que los trabajadores aplacen la edad de jubilación. Hemos desarrollado un modelo que calcula, dadas las predicciones para la población y las tendencias de la productividad realizadas por la División de Población de la ONU, cuánto se debería incrementar la edad de jubilación en los países desarrollados durante los próximos 30 años para que los trabajadores puedan beneficiarse de los beneficios derivados de una mayor productividad y todavía producir los suficientes bienes para sostener la creciente población de jubilados. Todo esto se puede ver en el siguiente gráfico y además en las series históricas de los últimos 50 años de EE.UU.
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El panorama no es precisamente alentador. A pesar de haber disminuido en cinco años desde 1950 hasta situarse en el nivel actual de 62 años, la edad de jubilación tendrá que aumentar drásticamente hasta alcanzar los 69 en 2030 para poder alimentar, vestir y pagar la asistencia médica de los jubilados pertenecientes a la generación del baby boom. Este incremento supera al aumento esperado de la esperanza de vida y, por primera vez en la historia moderna, las futuras generaciones no sólo tendrán que trabajar durante más tiempo sino que tendrán menos tiempo para disfrutar de los frutos de su trabajo.
Aunque algunas personas aceptan una vida laboral más larga como consecuencia natural de la mayor esperanza de vida, pocas se dan cuenta de lo dramáticos que son estos cambios. Desde los tiempos de la Revolución Industrial los trabajadores han ido constantemente ganándo recortes en la semana laboral y jubilaciones más largas, y han considerado estos logros como beneficios inherentes al progreso económico. En Europa, algunos planes de pensiones privados y públicos comienzan a pagar a los trabajadores a partir de los 50 y tantos años, y por tanto una modificación en la edad de jubilación sería considerada para muchos como algo traumático. Incluso si los trabajadores aceptasen una edad de jubilación mayor, hay cuestiones legítimas sobre si los trabajadores de cierta edad serían aceptados en el mercado laboral o si podrían lograr la misma productividad que se espera de los trabajadores jóvenes.
Investigadores han observado que las tendencias demográficas son significantemente mejores en EE.UU. que en Europa o en Japón y, con la creciente inmigración, las cifras sobre población previstas son estables. Pero esto no debería consolar a los estadounidenses. Lo importante es la demanda total de bienes realizada por los jubilados a nivel mundial, no únicamente en un país. Al igual que el precio del petróleo se determina por la interacción entre la demanda y oferta mundiales, independientemente de qué país produce o consume el petróleo, el precio de los bienes demandados por los jubilados será determinado por las demandas mundiales, no por la de un sólo país. A menos que cerremos nuestras fronteras a las importaciones –algo que arruinaría nuestro nivel de vida-, el precio de los bienes consumidos por los estadounidenses se verá afectado significantemente por la población que envejece en otros países.
Crecimiento de productividad
¿Que nos podría salvar de este posible escenario tétrico? Tan sólo hay una respuesta: un considerable incremento de la tasa de crecimiento de la productividad. El crecimiento de la productividad aumenta la producción de los trabajadores en comparación con el consumo de los jubilados y además contrarresta los desequilibrios poblacionales que podrían surgir.
Puedo oír voces levantadas en protesta reclamando: es por eso que debemos aumentar los ahorros y animar a las personas a que complementen el sistema de seguridad social. El ahorro hará que la próxima generación de trabajadores sea lo suficientemente solvente para poder comprar los activos pertenecientes los jubilados nacidos durante el baby boom, y lo suficientemente productiva para producir los bienes que necesite.
Pero el incremento de la productividad necesario para poder mantener la misma edad de jubilación es asombroso. Estimamos que es necesario que la productividad aumente un 8% anual en el mundo desarrollado durante las próximas tres décadas para reducir la brecha entre el consumo de los jubilados y la producción de los trabajadores y así mantener la edad de jubilación en los 62 años. Esta tasa es tres veces superior a la tasa media histórica de crecimiento de la productividad de las economías desarrolladas.
Desafortunadamente, el incremento del ahorro, con todas sus virtudes, no podría empezar a generar este nivel de crecimiento de la productividad. La mayoría de los economistas creen que si el crecimiento a largo plazo de la productividad pudiese situarse por encima de la media histórica del 2% anual y alcanzar el 2,5% o, como mucho, el 3,0%, se trataría de un logro extraordinario. Es más, históricamente la mayor parte del crecimiento de la productividad no es causado por los incrementos en el capital, sino por los descubrimientos e innovaciones tecnológicas (la llamada productividad multifactorial), que dependen en muy poca medida de las tasas de ahorro. Incluso si nuevas tecnologías de la información y la comunicación disparasen la productividad a largo plazo en un 1%, todavía estaríamos lejos del crecimiento necesario para contrarrestar la crisis demográfica, tal y como se muestra en el siguiente gráfico.
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China y los países en desarrollo
Si el mundo desarrollado no puede crecer lo suficientemente rápido como para resolver el problema demográfico ¿Qué se puede hacer? Afortunadamente, el mundo en desarrollo no sólo está a punto de lograr rápidos incrementos de la productividad, sino que su enorme población tiene unas características muy diferentes a las de la población del mundo desarrollado. La mayoría de la población de China es joven y entrará en la flor de su vida laboral cuando la generación del baby boom esté a punto de retirarse.
Aún más importante, el crecimiento de la productividad en China es impresionante; a lo largo de los últimos cinco años PIB real per cápita chino ha aumentado por encima del 8% anual. Y, a pesar del enorme impulso económico de China, su renta per cápita todavía sigue siendo una décima parte de la estadounidense. Eso significa que es posible que durante muchos años continúe este rápido crecimiento de la productividad sin toparse con las fronteras tecnológicas que existen en Japón y en Occidente.
¿Cómo ayudará la productividad de los trabajadores chinos a la generación del baby boom? Los chinos deben encontrar mercados para los bienes que producen y localizar activos que adquirir con todos los dólares, euros, y yenes que tendrán gracias a sus crecientes superávit comerciales.
Debemos pensar en el mundo del futuro como una única economía, no como países individuales donde cada uno intenta suministrar bienes para sus propios ciudadanos. Nadie teme que el estado de Florida -con su gran población de jubilados-, experimente una crisis económica, ya que sabemos que el consumo de la tercera edad puede ser sostenido por la población más joven de los otros 49 estados. Del mismo modo, la generación del baby boom de EE.UU. -al igual que las de Europa y Japón- puede ser sostenida por el otro 80% de la población mundial siempre y cuando continúen por la senda del desarrollo económico.
Pero no existe razón alguna por la que sea únicamente China el país que disfrute del privilegio de suministrar bienes para los jubilados de los países desarrollados. La India tiene una población aún más joven que la china y va camino de sobrepasar su población para 2040. En los últimos años el crecimiento de la productividad en la India se ha acelerado, pero todavía está por detrás de la productividad china. Es más, hay 3.000 millones de personas fuera de la India y de China que también comparten este fortuito desajuste demográfico. De hecho, si el mundo en desarrollo logra un crecimiento medio de la productividad del 6%, el cual está por debajo de los actuales niveles chinos, sólo sería necesario que la edad de jubilación aumentase marginalmente, incluso a pesar de la creciente población de jubilados.
Un incremento de la productividad del 6% puede parecer demasiado optimista, pero está ciertamente dentro de lo posible. De 1950 a 1973 la productividad japonesa creció un 9% anual, y la productividad en Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong creció en todos los casos más del 6% durante un periodo de 30 años, desde 1960 hasta 1990. No existe razón alguna por la que el resto del mundo en desarrollo -cuya renta per cápita actual es sólo el 10% de la de EE.UU.-, no pueda crecer un 6% al año durante las próximas décadas. Si así fuese, para 2030 lograrían tener tan sólo el 31% de la renta estadounidense.
Demanda y flujo de activos
El crecimiento de los países en desarrollo también da respuesta a la pregunta de quién compraría los activos de la generación del baby boom cuando éstos se retirasen. Los activos serán adquiridos por los trabajadores ahorradores pertenecientes al mundo en desarrollo. Serán adquiridos de forma voluntaria a medida que el enorme incremento de sus ahorros se encuentre con activos cuyo precio de venta es razonable y que se venden desde los fondos de pensiones privados y públicos del mundo desarrollado.
Estos patrones de comercio provocarán crecientes déficit comerciales y por cuenta corriente en EE.UU. y el resto del mundo desarrollado. Pero no hay motivo para alarmarse, no más que el que mostraría el estado de Florida si tuviese un déficit por cuenta corriente frente a los otros 49 estados. Si se percibe que cualquier país gasta más de lo razonable según su liquidación de activos, el mercado de divisas inmediatamente lo indicaría en forma de caída del tipo de cambio de su moneda y un incremento en el precio de las importaciones, una señal de que el consumo debe ir más despacio.
Como la mayoría de la producción mundial será producida por los países en desarrollo, finalmente los activos de EE.UU., Europa, y Japón pasaran a ser propiedad de los inversores del mundo en desarrollo. Chinos, hindúes y otros inversores no-occidentales controlarán la mayoría de las grandes corporaciones globales. Esta es una tendencia a la que tampoco se debería temer, ya que un mercado mundial realmente integrado compartiría la riqueza según el tamaño de sus economías individuales.
Tareas antes de convertirnos en “nosotros”
Una vez que entendamos lo importante que es el desarrollo de la economía mundial para el bienestar de los países que ya son ricos, queda claro qué es lo que tenemos que hacer antes de convertirnos en “nosotros”. Debemos fomentar el libre comercio, eliminar las barreras arancelarias, promover la inversión directa en el extranjero y contribuir a la globalización del sistema económico mundial.
Debemos esforzarnos en ayudar a aquellos países que se han quedado atrás en el desarrollo económico, como los países del medio-oriente que no poseen petróleo y África. Detener la propagación del SIDA, un objetivo apoyado por muchas organizaciones -en particular la Gates Foundation-, debería tener una mayor prioridad. Tal objetivo no es únicamente un objetivo humanitario, sino que cualquier impedimento al crecimiento de la productividad en los países en desarrollo es una amenaza para su bienestar y el nuestro.
Queda claro que, para poder dar esperanza a la población que envejece de que va a poder seguir disfrutando de un retiro feliz, nuestra tarea más importante ha de ser apoyar el desarrollo económico mundial. El éxito económico en países extranjeros no solamente beneficia a sus gentes, sino que es esencial para la continuada prosperidad de nuestra sociedad. Si miramos hacia nuestro futuro y el de nuestros hijos, no debería haber otro objetivo económico con una mayor prioridad.