Gabriel Chula Clausi: bandoneonista, a los 94 años
Desde que el Chula Clausi se mudó a esa casa en Agronomía, hace 70 años, el barrio no cambió casi nada. Una señora lava la vereda. Los gatos juegan en los capots de los autos. El sol calienta apenas la tarde fría. El Chula recibe a las visitas vestido como para un concierto. Las partituras se apilan sobre los estantes, las mesas, las sillas y cualquier mueble de la sala-comedor. El bandoneonista tiene unas 500 obras editadas y ya casi no encuentra lugar donde ponerlas. "¿Qué voy a hacer con todo este material?", se lamenta.
La Nación
Espectáculos
Sábado 16 de Julio de 2005
Clausi camina zigzagueante, esquivando a su gato y los muebles tapados por esas partituras que resumen su larga historia con el tango. A los 15 años, ya tocaba en el Astral con la agrupación de Francisco Pracánico, (en la que estaba Miguel Caló), formó parte de la orquesta de Roberto Firpo en 1928, grabó y tocó con Pedro Maffia durante cinco años, fue uno de los integrantes principales de la orquesta de Julio De Caro en 1936, conoció a Carlos Gardel, compuso con Celedonio Flores, Enrique Cadícamo, Francisco De Caro y José María Contursi; ahora forma parte del seleccionado tanguero que grabó "Café de los maestros", el disco doble producido por Gustavo Santaolalla que reunió a varias leyendas del género, como Horacio Salgán, Leopoldo Federico y Mariano Mores, entre otros.
Gabriel Chula Clausi siempre pasó con modestia por el ambiente, aunque es admirado secretamente por sus pares y es una de las últimas glorias en actividad. Pero recién hace unos años se comenzó a reconocer su increíble estilo fundacional de principios de siglo, cuando aparecieron varios de sus discos de solos de bandoneón haciendo temas propios y clásicos como esa joya discográfica llamada "Madre", que editó en 2002. Hasta el grupo de rock Los Piojos le rindió tributo ante 60 mil personas cuando tocaron en diciembre de 2003 en River. "Creo que en este momento estoy recibiendo un reconocimiento que nunca busqué, y es lindo", dice.
Una vida con el bandoneón
Con 94 años, el Chula muestra una increíble lucidez y goza de una memoria de elefante que le permite acordarse de cada detalle vivido durante los años de oro del tango. Así recuerda que comenzó a tocar el bandoneón a los 6 años. "Pascual, mi hermano mayor, tocaba y a mí me gustó enseguida el sonido, así que él me pasó unos datos y comencé a tocar de un día para el otro, sin tener conocimiento musical. Durante mucho tiempo toqué de pantalones cortos y con un permiso especial, hasta que una vez, para un recital, me pude poner los largos", dice Clausi.
El bandoneonista formó parte de la historia del género, entre los años veinte y cuarenta, cuando el desarrollo del tango estaba dando sus primeros pasos. Comenzó tocando en pequeños bares, como el Café La Fratinola, de la calle Patricios, y El Estribo, de Entre Ríos e Independencia, y con 14 años ya amenizaba con música las películas mudas que se exhibían en el cine Olavarría de La Boca.
"El tango floreció con grandes compositores, sobre todo entre los años veinte y los cuarenta, y tuve la suerte de conocer a muchos de ellos. De Caro, Firpo, Minotto, Pedro Maffia, Pedro Laurenz, Pacho Maglio y su maestro Domingo Santacruz, que aportaron cosas muy buenas y eran todos los de la primera hornada del tango."
De ese tiempo, recuerda los paseos por el balneario de la Costanera Sur, donde "la gente se podía meter a bañar, no estaba contaminado. Llegaban los tranvías hasta ahí"; la calle Corrientes, en la que "había un movimiento increíble: los cafés y las confiterías estaban llenas de música, ahora es otra cosa". También recuerda la buena fama que tenía Carlos Gardel en el ambiente tanguero. "Yo que conozco el asunto le digo que Gardel les mataba el hambre a varias familias. No se negaba a grabar ningún tema. Mi hermano le llevó un tango y se lo grabó dos veces para acá y para España. Muchos de los tangos que cantaba no eran tan lindos, pero él era un gran melodista y los inventaba de nuevo. Por eso, era algo increíble. Sigue siendo el más grande."
Esa intensidad de la bohemia porteña se cruzaba con una infancia difícil: "Eramos pobres y vivíamos momentos apremiantes -dice Clausi-. Mi padre era un italiano que falleció muy joven y, entonces, mi mamá se tuvo que arreglarse como pudo porque éramos doce hermanos". Pascual, el mayor, le prestaba el bandoneón y con eso aportaba para la casa. "Eran otros tiempos, porque no era raro que un chico tocara el bandoneón; en cada cuadra había un pibe que sabía tocar, todos tenían bandoneones. El que tenía un trabajito más o menos se lo compraba, porque valía 10 pesitos."
Todavía adolescente, las condiciones naturales de Clausi para el bandoneón y su toque tan expresivo llamaron la atención de los capos del tango. "Con Pracánico, llegué a grabar para el sello Electra, de pantalones cortos, y no figuro en los créditos porque era menor de edad. Ojo, no figuraba pero era yo el que tocaba -destaca-. También Maffia me hizo llamar después por su hermano para que tocáramos en dúo de bandoneón. Yo estaba en el Armenonville y me iba muy bien, pero tocar con Maffia era como estar con Maradona. Tenía una gran admiración por él, porque era muy completo para tocar; fue un ejemplo de instrumentista, todos los que salieron tocando bien el tango vienen de su escuela."
De varios fue amigo íntimo. Con Juan Pacho Maglio compartió grabaciones con ese trío de fueyes que completaban Ernesto Di Cicco y Federico Scorticati. "Mi padre no lo quería porque decía que me iba a llevar por el mal camino. Era un tipo al que le gustaban mucho los caballos. Siempre me pasaba a buscar con su auto, un Studebaker, y nos íbamos al hipódromo. El tenía unos 47 años y yo, 17. A veces nos juntábamos en un bar de Corrientes y Esmeralda, donde paraban los músicos. Pacho era muy timbero; una noche se puso a jugar a las cartas toda la noche y lo agarró la amanecida."
Vivió desde adentro el desarrollo de la escuela decareana. "Toqué con Julio varios años y era un buen creador, pero el verdadero genio era Francisco: él era el que hacía los arreglos, componía y proponía el sonido del conjunto. Julio era más empresario. Yo sé que a algunos no les va a gustar, pero es la verdad, porque estuve con ellos y lo viví."
Lejos de casa
Cuando llega la década del cuarenta, el estilo de Gabriel Clausi ya era reconocido a tal punto que había formado una orquesta con un joven Astor Piazzolla en su línea de fueyes. Pero tras una situación confusa con D´Arienzo, que le prometió un trabajo y no cumplió, Clausi se desilusionó con el ambiente tanguero y decidió partir a Santiago de Chile. "Si me hubiera quedado con mi orquesta por ahí sería más conocido, pero no me gustó cómo se estaban manejando las cosas. Era el momento en que comenzaban a tener importancia los directores", asegura.
Clausi vivió en Chile durante diez años, donde continuó con su formación orquestal y llegó a tener de cantor invitado al propio Roberto Rufino. Esa decisión cambió su destino de gloria. "Yo me fui en el mejor momento, cuando estaban apareciendo las típicas. Por eso, la otra vez cuando le preguntaron a Leopoldo Federico si yo era un músico virtuoso él dijo que sí, pero que no era un prócer. Eso pasó porque no me quedé."
Dice que está semiretirado, pero que allí donde necesitan un bandoneón está dispuesto a tocar. Ya no toma alumnos, pero sigue arreglando sus obras para que otros las toquen. Ahora espera entusiasmado el mes de diciembre para tocar en el Teatro Colón, junto a las otras leyendas del "Café de los maestros". "Estuve un par de veces en el Colón. Hace poco grabé para la película del disco y en la década del treinta toqué con Julio De Caro."
-¿Cómo define su estilo?
-Yo siempre toqué igual, desde que empecé. Trato de hacer lo que siento. El artista no está en el virtuosismo, hay un millón que lo hacen y tienen buena técnica; el artista está en la expresión. Nunca toqué con los dedos ni con el cerebro, sino con el corazón.
Gabriel Plaza
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Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Julio 16, 2005 09:10 AM