Gerontologia - Universidad Maimónides

Septiembre 11, 2005

DEL ADENTRO Y EL AFUERA DE LOS HOGARES PARA ANCIANOS

Poner al descubierto la infinidad de interjuegos, articulaciones y desarticulaciones de las personas mayores residentes en un hogar comunitario y establecer las dicotomías del afuera – adentro de las instituciones no se hace con frecuencia.

por LEONARDO STREJILEVICH
Médico
Neurogerontología – Neurogeriatría
Master en Gerontología Social

El imaginario individual, grupal y social acerca del acontecer de las personas mayores residentes en el adentro y afuera adolece de extrañamiento, diversidad interpretativa y miradas con afirmaciones contradictorias.
Una persona que visita un hogar para ancianos, aunque sea vieja, es “gente de afuera” por el semblante, la actitud, la vestimenta, el empaque... Adentro, sólo hay gente vieja y muy vieja; algunos están bien otros mal; todos tienen un registro con sus datos y las etiquetas diagnósticas de sus polipatologías clasificadas numéricamente por el designio taxonómico de la OMS.
Los residentes que se “adaptan”, a poco andar, adquieren una cultura de base institucional y muchas veces sus propios valores y costumbres se sumen en el sistema de control social que impone la institución.
Poco a poco se proyecta y equipara el mundo interno institucional con el externo y los mayores viven un proceso de “resocialización” dentro de los paradigmas de la residencia y reelaboran una cosmovisión adaptativa.
El afuera estigmatiza, margina y aísla a los residentes delegando en el cuerpo profesional y técnico de la residencia la atención, los cuidados y los mínimos necesarios para la supervivencia. El adentro no ofrece resistencia y soterradamente consiente la deconstrucción de la identidad individual.
Las “puertas abiertas” de las instituciones no impiden del todo la atmósfera de reclusión y aislamiento. Quien intente penetrar en un hogar para ancianos o residencia para mayores será detenido inmediatamente por una barrera, personal de seguridad lo identificará y deberá explicar a quién, por qué y para qué se propone visitar a un residente. Otras barreras suelen ser representadas por un largo muro, tupida y extensa arboleda, cercos de vegetación que constituyen defensas protectoras para el adentro y protegientes para el afuera.
En el fondo, salvo excepciones, las residencias para mayores son instituciones “totales” que funcionan como un lugar de residencia y trabajo y donde un número grande de personas mayores en más o menos igual situación viven aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo hasta que sobreviene la muerte y, mientras tanto, comparten una rutina diaria administrada formalmente.
En general, la institucionalización de mayores tiene efectos deletéreos sobre las capacidades funcionales y el psiquismo; las motivaciones y las actitudes en un contexto de resocialización institucional forzosa generan una serie de hábitos que atentan contra la calidad de vida individual.
Este tipo de significaciones no sólo deben ser atribuidas a los residentes sino también al personal – profesional o no –que desempeñan tareas en las instituciones.
Una persona mayor institucionalizada pierde los hábitos normativos del mundo de afuera, descuida su persona, olvida las normas, transgrede pautas sociales; de alguna manera se deshumaniza. Los procesos de institucionalización que pueden llevar a la cronificación, son procesos diametralmente opuestos a la habilitación y calidad de vida.
En nuestro país, aún hoy y pese al crecimiento sociodemográfico de personas mayores y muy mayores, no se han construido políticas nacionales de Estado gerontológicas que destaquen , apoyen, acompañen y sostengan la permanencia de los mayores en sus hogares y en su comunidad teniendo en cuenta además y de acuerdo con nuestra realidad, que las familias, mayoritariamente, no pueden acompañar el proceso de envejecimiento de sus allegados.
El residente, se va enculturalizando dentro de los códigos de la institución generando por un lado la adaptación dentro de dichos códigos pero ocasionando al mismo tiempo e inevitablemente una progresiva “institucionalización – cronificación”.
El residente, con el transcurso del tiempo se discapacita funcionalmente, se convierte en un dependiente del cuidado de los otros; el personal si no es cuidado y “tratado” debidamente se torna rígido, cristaliza su mirada, se resiste a los cambios y a la puesta en marcha de nuevas acciones.
El residente que no se vale por sus propios medios, que depende de otros para su supervivencia, que tiene alguna imposibilidad física o despliega hábitos sociales inapropiados es segregado en el “adentro” todavía más adentro; la interlocución desaparece en el adentro y en el afuera se hace absoluta y definitiva.
Para muchas personas mayores, el primer contacto con una institución es sumamente traumático; impresiona la condición de las otras personas mayores y se vivencia un estado de crisis personal al reconocer en uno mismo la condición de viejo a través de la vejez de los otros.
El componente biomédico, cuando prevalece en las propuestas de actuación de las instituciones, es tomado e incorporado por los residentes que en forma inconveniente reformulan su discurso y asumen una posición actitudinal de patologización permanente de la propia vida cuando lo que hay que lograr es un modelo de competencia, de aptitud para, de capacidades para un funcionamiento adecuado para el contexto del adentro como el de afuera todo el tiempo que sea posible.
Los atributos de capacidad, potencialidad, adecuación, la participación en un espacio construido, un modelo propio de vida que funcione, la preservación de la propia identidad, la habilitación para valerse por los propios medios, la estimulación de las habilidades cognitivas evitando la cronificación y el ritualismo, son las herramientas para integrarse en el adentro y en el afuera.
La residencia, para muchas personas mayores, suele ser una familia substituta que da albergue, alimenta y cuida, sugiere ocupar el tiempo en tareas adecuadas a elección voluntaria, insta, alienta, vigila, controla procurando no infantilizar ni destruir roles ni alejar a las personas del afuera aunque éstas no puedan salir definitivamente de la institución.
Es necesario revisar viejos paradigmas y construir nuevos en el tratamiento sociosanitario de las personas mayores institucionalizadas donde, si no se cambia, podemos llegar a no poder diferenciar las condiciones de contención de las del padecimiento inhibiendo la capacidad de funcionar en un contexto diferente.
Hasta donde se pueda, es mejor para todos relacionar a las personas mayores residentes con el afuera y con personas de toda edad ahuyentando la dependencia y dando, todo el tiempo, oportunidades de autonomía.

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Septiembre 11, 2005 08:04 PM