La revista 'National Geographic' en su edición de noviembre distribuida en la Ciudad de Buenos Aires, investigó varios focos de longevidad que hay en el mundo: gente que por sus hábitos logra vivir más que el resto. Los demógrafos señalaron a Cerdeña, Italia; las islas de Okinawa, Japón; y los Adventistas del 7mo. Día, con núcleo en Loma Linda, California, USA. Los 3 focos de longevidad tienen en común: No fuman, dan prioridad a la familia; se mantienen activos y socialmente vinculados; y comen frutas, vegetales y granos enteros. Aquí un fragmento de la investigación de 'National Geographic':
POR DAN BUETTNER
Salud | 16/11/2005
Es viernes por la mañana y Merge Jetton conduce por la autopista de San Bernardino en su Cadillac Seville color malva. Escudriña el paisaje a través de sus anteojos oscuros, mientras su cabeza apenas sobrepasa el volante.
Marge, quien en septiembre cumplió 101 años, va retrasada para uno de los varios trabajos voluntarios que tiene en el día de hoy y conduce rápidamente. Esta mañana ya ha caminado un kilómetro y medio, ha levantado pesas y ha desayunado su avena.
"No sé bien por qué el Señor me ha concedido el privilegio de vivir tanto", dice, señalándose a sí misma. "Pero mire lo que ha hecho". Puede ser que Dios tenga o no tenga que ver con la vitalidad de Marge, pero su religión, seguro que sí.
Marge es una Adventista del 7mo. Día. Estamos en Loma Linda, California, a medio camino entre Palm Springs y Los Angeles. Aquí, rodeada de naranjos y normalmente cubierta por un smog color mostaza, vive una muy estudiada comunidad de Adventistas del 7mo. Día.
La Iglesia Adventista siempre ha predicado y practicado un mensaje de salud: prohíbe expresamente fumar, consumir alcohol y la ingestión de alimentos bíblicamente "contaminantes", tales como la carne de cerdo, las comidas grasosas, las bebidas con cafeína, así como las especias y los condimentos "estimulantes".
"La dieta que el Creador escogió para nosotros está constituida por granos, frutas, nueces y vegetales", escribió Ellen White, una líder influyente que ayudó a conformar la Iglesia Adventista.
Los adventistas también cumplen con el Shabat, interactuando socialmente con otros miembros de la iglesia y disfrutando de un "tiempo de sacralidad" que les ayuda a liberar el estrés.
En la actualidad, la mayoría de los adventistas sigue el estilo de vida prescrito, un testimonio quizás de lo saludable que resulta mezclar la salud con la religión.
Entre 1976 y 1988, el Instituto Nacional para la Salud de USA patrocinó un estudio de los hábitos de 34.000 adventistas de California, para ver si su estilo de vida, orientado hacia la salud, incidía en sus expectativas de vida y en los riesgos de enfermedades del corazón y de cáncer.
El estudio encontró que el hábito de los adventistas de comer habichuelas, leche de soja, tomates y otros frutos disminuía su riesgo de contraer ciertos tipos de cáncer.
También sugería que consumir pan de trigo entero, tomar 5 vasos de agua al día y, lo más sorprendente, el consumo de 4 porciones de nueces por semana, reducía el riesgo de contraer enfermedades del corazón.
Otra conclusión fue que no comer carnes rojas había coadyuvado para evitar tanto el cáncer como las enfermedades del corazón.
Al final, el estudio llegó a la asombrosa conclusión, afirma Gary Fraser, de la Universidad de Loma Linda: el adventista vegetariano promedio vive entre 4 y 10 años más que el californiano promedio.
Me reúno con Marge en un salón de belleza, en Redlands. Cada viernes, en los últimos 20 años, no ha faltado a su cita de las 8:00 AM con su estilista, Barbara Miller.
Cuando llego, Marge hojea una copia del 'Reader's Digest', mientras Barbara le alisa un mechón de cabellos plateados. "¡Llegas tarde!", me grita.
"Somos un montón de dinosaurios aquí", me susurra Barbara. "Eso lo serás tú", le contesta, enérgica, Marge. "Yo no".
Media hora más tarde, con el cabello luciendo como un copo de algodón, Marge me lleva hasta su coche. No camina, sino que sale pitando con un aire de autosuficiencia. "Súbete", me ordena. "Me puedes ayudar". Vamos hacia Loma Linda, a un hogar de atención diurna para ancianos, muchos de los cuales son varias décadas más jóvenes que Marge.
Marge abre la cajuela del coche y carga 4 montones de revistas que reunió durante la semana. "Los ancianitos de aquí las leen y recortan las fotografías para hacer manualidades", me explica. ¿Ancianitos?
Próxima parada: entregar botellas reciclables a una mujer que vive de la asistencia social y quien luego las cambiará por el dinero de los depósitos. En el camino, Marge me cuenta que ella nació pobre, hija de un criador y domador de mulas y de una ama de casa de Yuba City, en California.
Trabajó como enfermera, mantuvo a su marido para que estudiara medicina, y crió a sus 2 hijos. Su esposo James murió 2 días antes de cumplir 77 años de casados. "Por supuesto que, de vez en cuando, me siento sola, pero para mí eso siempre ha sido un signo de que debo levantarme e ir a ayudar a alguien".
Como muchos adventistas, Marge pasa la mayor parte de su tiempo con otros correligionarios. "Es difícil tener amigos que no sean adventistas", dice. "¿Dónde los puede conocer uno? No hacemos las mismas cosas".
Como resultado de esto, según afirman los investigadores, los adventistas aumentan sus posibilidades de longevidad al asociarse a personas que refuerzan sus costumbres saludables.
Al atardecer, ya de regreso en Linda Valley Villa, la comunidad de los adventistas retirados, donde vive Marge, ella me invita a almorzar. Nos sentamos aparte, pero una serie de vecinos se acercan a saludar. Mientras comemos un guisado de tofu y una ensalada verde mixta, le pido a Merge que comparta conmigo su sabiduría de longevidad.
"No he comido carne en 50 años y no como nunca entre comidas", me dice, mientras le da unos golpecitos a sus dientes perfectos. "Son todos míos".
Su trabajo voluntario le ayuda a sobrellevar la soledad que sufren los adultos mayores y le brinda, a la vez, una fuente de motivación, que también es algo de lo que están imbuidas las vidas de otros centenarios exitosos.
"Hace mucho tiempo me di cuenta que tenía que salir al mundo", me dice. "El mundo no iba a venir a mí".
Tengo una última pregunta para Marge. Después de haber entrevistado a más de 50 centenarios en 3 continentes, los encontré a todos muy agradables. No hallé ni un gruñón en el grupo. ¿Cuál es el secreto para un siglo de simpatía?
"Bueno, me gusta hablar con la gente. Veo a los extraños como amigos a los que aún no he conocido". Hace una pausa meditativa. "Aunque quizás, la gente me pueda mirar y decirse: ¿Por qué esa mujer no se queda callada?".