A partir de los 75 años, son cada vez más frecuentes y peligrosas
Representan el 70% de los episodios mortales entre los adultos mayores; hay medidas para prevenirlas
La Nacion Ciencia/Salud
Miércoles 7 de diciembre de 2005
Un dicho popular afirma que un tropezón no es caída. Pero esto no parece ser así a partir de los 75 años, cuando un traspié puede tener una consecuencia mortal. Y esto ocurre nada más ni nada menos que en 7 de cada 10 personas de la cuarta edad que se caen en el hogar, la residencia geriátrica o, incluso, en el hospital.
"A esa edad, el adulto mayor sano se cae de 1 a 2 veces por año, y las caídas son la principal causa de mortalidad por accidente . Sin embargo, no se les presta ningún tipo de atención", aseguró el doctor Hugo Schifis, subdirector de la Carrera de Especialista en Geriatría y Gerontología de la UBA, y secretario general de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría.
Entre las situaciones cotidianas riesgosas que predisponen a una caída están bajar las escaleras, usar chancletas, recibir el saludo efusivo del perro de la casa, tropezar con el juguete de un nieto, resbalarse en la ducha, bajarse de la cama, usar sillas plásticas o pisar alfombras, entre muchas otras. "La circunstancia más común se da en la escalera, al bajar el último escalón, donde la persona «pone el piloto automático» y se guía por la baranda que termina un escalón antes", indicó Schifis desde la experiencia vivida semanas atrás, mientras bajaba una escalera e intentaba mantener una charla con colegas.
Es que el envejecimiento natural reduce la capacidad de recuperar la estabilidad rápidamente, disminuye la visión en la oscuridad y afecta la fuerza para sostenerse. "El problema es que una persona empieza a sentirse vieja y se da cuenta de que su vida cambió sólo cuando se cae por primera vez", agregó el especialista, que participó ayer en la presentación de un nuevo manual sobre envejecimiento (ver "Guía para una vejez más sana").
Por eso, y antes de llegar a la séptima década, conviene empezar a tomar ciertas precauciones para hacerlas un hábito de prevención. Entre ellas, no intentar esquivar o pasar por encima de objetos en el piso, bajar o subir escaleras con cuidado, "desterrar" la bañera, elevar el inodoro y el bidet para evitar "desplomarse" si se padece de artrosis de cadera, utilizar las agarraderas en los baños, entrar y salir de la cama con cuidado, eliminar las alfombras pequeñas, evitar usar sillas plásticas, y utilizar luz intensa. "Si quiere tener alfombras, que sea moquette de pelo corto y de pared a pared -explicó Schifis-. Las sillas y mesitas blancas de plástico que suelen estar en los jardines o los balcones están contraindicadas. El calzado debe tener suela de goma acanalada y sostener el talón para no chancletear."
Basta con que se produzca una caída, con o sin fractura, para que aparezcan no sólo una catarata de condiciones físicas adversas que permanecían escondidas, sino también (con mayor o menos intensidad) el síndrome de poscaída, es decir, el temor a volver a caerse. Esto hace que la persona se vuelva más solitaria, temerosa, pierda el interés en salir a pasear y en llevar adelante su vida con normalidad.
"Por este motivo, a partir de los 75 o los 80 una persona no puede vivir sola, en especial si es un «anciano frágil», es decir que tiene algunos de los llamados «gigantes de la geriatría»: inmovilidad, inestabilidad, incontinencia, incompetencia intelectual o iatrogenia medicamentosa [enfermedad causada por un fármaco mal indicado]", explicó Schifis. El 1% de los adultos mayores que se cae, se fractura la cadera; uno de cada cuatro, muere dentro de los seis meses posteriores.
Por todo esto, si pasó los 60 y se siente "fuerte como un roble", es hora de empezar a tomar medidas que ayuden a prevenir una de las causas más comunes que a partir de los 75 pueden restarle fortaleza para seguir disfrutando de los años por venir...
Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION
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