Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.
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Humberto Trujillo Contreras
Actualizada: 23/12/2005
NUEVA GENERACION DE PADRES DE FAMILIA
Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los
hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores.
Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más
dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha
dado la historia.
Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados",
beligerantes y poderosos que nunca existieron. Parece que en nuestro intento
por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así
que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres
regañados por nuestros hijos.
Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que
tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los
padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos. Lo que es peor,
los últimos que respetamos a nuestros padres y los primeros que aceptamos
que nuestros hijos no nos respeten.
En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de
las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para
mal. En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos
se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido
respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus
padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y
nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos
que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos
quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les
respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de
vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se invirtieron y ahora son los papás quienes
tienen que complacer a sus hijos para ganárselos y no a la inversa, como en
el pasado. Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por
ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles "muy cool" a sus hijos.
Se ha dicho que los extremos se tocan y si el autoritarismo del pasado
llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los
llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus
vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de
guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta,
el permisivismo ahoga.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra
idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos
adelante lidereándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el
descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a
la deriva, sin parámetros, ni destino.
Tal como lo ha leído usted, amigo o amiga lenctor(a) este artículo me llegó a mi correo electrónico, enviado por una sobrina que a su vez lo recibió de alguno de sus contactos; mas desconozco el verdadero autor, publico mi e-mail por si el autor quisiera identificarse conmigo y entablar una comunicación en la cual quisiera felicitarlo, ya que me ha parecido una apreciación muy acertada de lo que está ocurriendo en nuestros tiempos actuales con respecto a nuestra relación de padres con los hijos.
En lo personal le doy gracias a Dios por haberme concedido la alegría de recibir a cinco hermosas hijas y un hijo muy galán -igual que su padre-, quienes han sabido captar la esencia del ciclo existencial del ser humano (nace-crece-se desarrolla-envejece y muere).
Han crecido dentro de un marco de honestidad, integridad, honradez, que les ha permitido vivir sin dificultades con la ley, con la sociedad, con su mismo núcleo social, consigo mismos. La educación que recibieron mis padres de sus padres, la fui recibí yo y la transmití a mis hijos, todos a nuestra propia capacidad intelectual. No fuimos autoritarios, más bien predicamos con el ejemplo del buen comportamiento.
Somos una generación que se ha regido por la rectitud, por el respeto a nuestros gobernantes, a nuestros vecinos, a nuestras leyes y hacia toda la sociedad en la cual hemos vivido.