Es un tema doloroso. Las denuncias por maltrato a personas de edad aumentó un 35% en el último año en Capital (páginas 28 y 29). Es la punta de un iceberg que denuncia un problema mayor. Hace cinco años las Naciones Unidas se plantearon la necesidad de construir una sociedad para todas las edades. No fue un reflejo de compasión hacia la vejez, sino un diagnóstico social certero.
Osvaldo Pepe
Secretario de Redacción de Clarín
3 de Mayo de 2004
En casi todo el mundo se vive la llamada revolución de la longevidad. La gente vive más. No quiere decir que viva mejor. La cuenta regresiva de una bomba demográfica ya echó a rodar. Entre 1965 y 2025 estiman los expertos que, en términos absolutos, el número de personas de 65 años y más se habrá multiplicado por cuatro en todo el mundo. Y su proporción frente a la población total va a duplicarse: 5,3% en 1965 y 10% en 2025.
En el mundo desarrollado las políticas tradicionales para la tercera edad pierden toda eficacia y consenso. El Estado las abandona o las delega en manos del mercado porque son vistas como generadoras de déficit. Además, la solidaridad familiar naufraga y el malestar se extiende. El maltrato pareciera que es una patología similar a la del pescado. Se pudre por la cabeza. Empieza desde los gobiernos y termina en las personas.
Un contraste: en sociedades tribales, como la de algunos países africanos, los ancianos, igual que en la antigüedad, son considerados depositarios de la sabiduría. Poseer el secreto del mito, relato sagrado de los orígenes, equivale allí a conocer el sentido profundo de las cosas.
Lo que molesta de la vejez es su carácter de espejo del mañana. Somos nosotros mismos en 20, 30, 40 años. En el siglo XIX Martín Fierro nos pedía: "Respeten a los ancianos, el burlarlos no es hazaña". Y Serrat dice ahora en un tema que cada tanto suena: "Todos llevamos un viejo encima". Parece que nadie escucha.
Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Mayo 3, 2004 06:41 PM