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Agosto 23, 2004
No se pierde una

no_se_pierde_una.JPGVestido para disfrutar, Enrique Riba fue testigo de diez Juegos, y ya piensa en ir a China, dentro de cuatro años
Enrique Riba, un contador rosarino de 74 años, se siente el hincha número uno del deporte: acudió a todas las citas olímpicas desde México 68

La Nación
Lunes 23 de Agosto de 2004

“We’ll see in… Beijing.” Cuando el 29 del actual el gigante cartel luminoso del estadio olímpico de Atenas anuncie esa mágica y conmovedora frase: “Nos vemos en Pekín”, Enrique Riba, nacido en Rosario hace 74 años y residente de Trelew, volverá a sentir en su piel, en su corazón y en su mente la increíble sensación que cada cuatro años lo motiva y empuja a realizar un gran esfuerzo físico y económico para sumar un Juego Olímpico más. Desde la primera vez que leyó un mensaje similar, hace 36 años, en México 68, el enorme imán por el deporte que tiene incrustado en su pecho desde la adolescencia –practicó voleibol, softbol, salto con garrocha, frontón y tenis– lo impulsa a prepararse para volver a ver y sentir la fiesta más grande del deporte mundial.

Aquí en Atenas, mientras cumple su 10° Juego Olímpico, este vital y sonriente abuelo, de ojitos pequeños, claros y chispeantes, vestido como un joven turista, cuenta: “Cada vez que leo ese cartel es como un anzuelo que muerdo. Empiezo a mentalizarme y a juntar el dinero. Y tres o cuatro meses antes me meto en el gimnasio y le doy duro porque para seguir los Juegos es elemental estar en óptimo estado físico. Hay que ir de un lado a otro para no perderse nada”.

Enrique es contador público nacional recibido en Santa Fe. Para venir acá gastó 15.000 dólares y como ama la gimnasia y trata de no perderse ninguna competencia, hace unos días gastó 240 dólares por un lugar en séptima fila. “Lo sé, con esos 15.000 dólares me compro un departamento en Trelew y con lo que gasté en 10 Juegos Olímpicos me hubiese comprado un edificio entero, pero no lo veo de esa forma. Para mí es una inversión espiritual. Yo compro salud con este hobby.”

Increíble, ¿no? Uno se pregunta, ¿de dónde salió este simpático abuelo? Es un personaje, sin duda.

Hace 50 años que fuma en pipa y la mitad de un habano luego de cada comida diaria. Y recuerda: “Las garrochas de aquel tiempo, cuando yo saltaba, eran de caña tacuara, ni se doblaban; después, de fibra aluminio, y ahora son resortes directamente que lo tiran al atleta para arriba”.
Sabe de todo, tiene muchos amigos recolectados en tantos Juegos Olímpicos y una memoria prodigiosa. Se acuerda de lo que vivió en México 68 como el espectáculo que vio ayer en Atenas: “Yo fui con dos amigos a Nueva Orleáns a ver boxeo, porque allí peleaba Ramón La Cruz por un título mundial. De vuelta decidimos pasar por México a ver algo de los Juegos. Allí me enamoré y nunca más falté a uno.”

Ya no hay margen para la sorpresa ni para detenerlo. Enrique estaba dispuesto a recorrer página por página los Juegos Olímpicos. “¡Uy! De México me acuerdo del problema de Nicolao. Fuimos a verlo y no pudo ganar el oro por un problema de tránsito. La ruta estaba cortada por una carrera de ciclismo y llegó tarde.”

Y sigue sede por sede:
Munich 72: “Fui con mi hijo. Fue la organización más perfecta de todas. Estuve en el primer triunfo ruso sobre Estados Unidos en basquetbol después de un final increíble y viajé los 100 kilómetros para ver a Demiddi ganar la medalla de plata”.

Montreal 76: “Vi el primer 10 en gimnasia. ¡No sabe qué emoción! Nadia Comaneci después sacó varios 10 más. Tengo una foto con ella con su carita apoyada en la mía”.

Moscú 80: “Plena Guerra Fría. La Argentina no fue porque se plegó al boicot. Lo más importante es que tuvimos una guía asignada por la organización las 24 horas al lado nuestro… Se dará cuenta, no era una guía. Estábamos vigilados. Fue el primer Juego que grabé con una JVC que pesaba 10 kilos”.

Los Angeles 84: “Lo destacado fue Carl Lewis y la gimnasta Mary Lou Reton. También lo fácil que era perderse y la infraestructura de los norteamericanos. Pueden hacer un Juego en cualquier gran ciudad cuando quieran”.

Seúl 88: “La mejor fiesta de apertura. Al entrar regalaban una radio más chica que un encendedor con 8 estaciones en el dial para escuchar detalles de la fiesta en el idioma que quisiera. Ahí vi la gran actuación de Gabriela Sabatini”.

Barcelona 92: “Fue el lugar donde más cómodo me sentí, por el idioma, la gente y la comida. No fui a ver al Dream Team, no había entradas. Vi el fracaso de Sergei Bubka”.

Atlanta 96: “Me hice amigo del padre de Marcelo Nicola. Su hijo tuvo una lesión grave en el basquetbol y lo llevaron a operarse a España. No hubo una buena organización y muchos problemas de tránsito”.

Sydney 2000: “Me gustaron mucho la fiesta inaugural, con el fuego adentro del agua, y la de clausura, con un avión que pasa por el estadio y se lleva la llama olímpica”.

Todas las noches Enrique toma el calendario de los Juegos y diagrama su actividad para el día siguiente. “No me fue bien con los argentinos hasta ahora”, dice con cierta pena, pero sin perder la sonrisa. “¿Si voy a ir a Pekín? Seguro, cuando vea el letrero luminoso, chau, soné.”

Por Miguel Romano

http://www.lanacion.com.ar/deportiva/nota.asp?nota_id=629679

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Agosto 23, 2004 07:10 AM