Gerontología - Universidad MaimónidesGerontología - Universidad Maimónides
Septiembre 12, 2004
Aun el más sordo conserva siempre un resto de audición

Entrevista con David Pascoe, creador de los audífonos modernos 
Plantea que la amplificación permite al menos la percepción del ritmo
* No está de acuerdo con el lenguaje de señas porque sostiene que limita la comunicación
* Afirma que la audición, como la visión, es un sentido que se aprende

La Nación
Domingo 12 de setiembre de 2004

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Es menudo, movedizo, habla a borbotones y acompaña sus palabras con grandes gesticulaciones. Para muchos, su nombre no significa demasiado. Pero para una parte de la población del planeta, decir David Pascoe es decir mucho: es que este doctor en audiología de 77 años, nacido en México y especializado en los Estados Unidos fue el primero en diseñar prótesis auditivas (mal llamadas audífonos, dice) con tres bandas de frecuencia.

Esto significó para aquellos con baja audición la posibilidad de mejorar su calidad auditiva de una forma no conocida hasta entonces. Es que aun en los inicios de la década del 70 se seguían las indicaciones del informe Harvard de los EE.UU., que en 1945 había sentenciado que la amplificación de frecuencias mayores (agudas) "solo significaba un desperdicio de energía" y no mejoraría la condición de sordos e hipoacúsicos.

Sin embargo, el aporte que David Pascoe diseñó para el multimillonario norteamericano Horace Packwood, un hipoacúsico que también tenía serios problemas de visión y había ganado fortunas por inventar el distribuidor del jabón líquido o en polvo (ese aparato que está en la mayoría de los baños públicos), fue el puntapié inicial de las tecnologías actuales, que tienen hasta 16 bandas de frecuencia (los otoamplífonos digitales).

La visión vanguardista de Pascoe le valió varias distinciones, entre éstas, el Pionneer Honoree (pionero honorífico) de la Academia Americana de Audiología, en 1996.

De visita en Buenos Aires, adonde viajó invitado por la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos (MAH) para dar una conferencia, una práctica que lo lleva por distintos países desde que se jubiló y por la que no cobra honorario alguno. "Sólo pido que costeen mi viaje y el de mi esposa, Muriel, con quien llevamos 52 años de casados", y agrega que viven en Saint Louis, Missouri, EE.UU., donde fue director del Instituto Central para Sordos, la institución que lo formó.

Primero se dedicó varias décadas a enseñar a hablar a niños con dificultades de audición, tanto en los Estados Unidos como en México y Venezuela, donde fundó tres escuelas. Luego se especializó en el diseño de las prótesis auditivas. "No como ingeniero, porque no lo soy - aclara-, sino para decidir qué quiero que haga ese aparato y luego indicárselo al ingeniero electrónico para que lo construya de esa manera."

El desafío de escuchar

Dice que su abuelita se llamaba Juanita Gómez y era una indígena del centro de México. "Mi abuelo se casó con ella porque era la nodriza de un hijo que había tenido con su mujer original, una señora inglesa que murió en México. Antes de morir, esta señora le dijo a mi abuelo que se casara con Juanita. Y él se casó. No se sabe si fue un matrimonio romántico o por obligación. Pero vivieron felices hasta que mi abuelito fue asesinado por hereje: era protestante y predicador en un país tan católico. Mi papá tenía tres años cuando mataron al abuelo, que era administrador de minas de oro. Negocios ingleses..."

David Pascoe afirma que las personas "aprendemos a oír".

"Esto es fácil de entender -añade, en perfecto castellano-. El 98% de las personas nacemos con buena audición, pero no oímos inmediatamente. En el momento de nacer el cerebro recibe sensaciones de sonido pero no comprende qué es ni lo distingue de lo que ve. No vemos ni oímos con los ojos o los oídos, sino con el cerebro. Los sentidos tienen que aprender a integrarse allí, a través de la memoria y la experiencia almacenadas."

-¿Y qué pasa con aquellos que no pueden escuchar?

-No existen personas que no oigan absolutamente nada si el sonido es lo suficientemente fuerte o intenso. Aun en casos de sorderas muy profundas se puede dar a la persona una sensación de sonido. Por eso cuando se le ofrece un otoamplífono percibe algo que es lo más importante: el escucharse a sí mismo. Porque para hablar hay que oír. La única voz que escuchamos a través del aire y del hueso es nuestra propia voz. Proveer una prótesis auditiva a una persona que no escucha casi nada le puede servir para escuchar, cuando menos, el ritmo de su voz, que es fundamental para la adquisición de la palabra hablada, porque hablamos rítmicamente.
-¿Cómo se enseña a hablar a una persona que no conoce el sonido?

-Del mismo modo en que aprendemos todos, a partir de los sonidos que puedan escuchar. Ellos pueden ver el movimiento de la boca, tocarla, sentir la vibración. Desde hace décadas, la amplificación permite aprovechar al máximo el resto auditivo que cada persona conserva.
-¿Está a favor del lenguaje de señas?

-Existe una controversia sobre el tema, y si tuviera que decidirme por una posición diría que estoy en contra. Hay muchísimos niños que no tienen el privilegio de oralizarse y el lenguaje de señas es una gran ventaja porque permite la comunicación. La desventaja es que esos otros son una minoría, que no alcanza siquiera al 5% del mundo, y de ese modo las oportunidades de integrarse a la vida social o de conseguir un empleo son muy limitadas.

No existe lenguaje de señas escrito. En realidad, los que hablan por señas están subyugados por el mundo de los oyentes.

Por Gabriela Navarra
De la Redacción de LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/635701

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Septiembre 12, 2004 08:33 AM