Los grandes laboratorios medicinales suelen explicar los altos precios de los medicamentos bajo receta y patente que lanzan al mercado (que suelen en la Argentina costar entre cientos y miles de pesos por unidad) aduciendo que, en promedio, les cuesta 800 millones de dólares cada novedad, sobre todo por el gasto en investigación y desarrollo. Sin embargo, parece que el verdadero costo es la mitad, teniendo en cuenta que “la mayoría de los fármacos nuevos no lo son en absoluto”. Esto lo asegura Marcia Angell, ex directora de la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra, de gran prestigio y seriedad. Angell acaba de publicar un libro de título elocuente: La verdad sobre la industria farmacéutica: cómo nos engañan y qué hacer al respecto.
Por Julio Nudler
Página/12
26 Setiembre 2004
Los remedios más costosos de producir contienen nuevos compuestos químicos desarrollados completamente por la empresa. Pero la mayoría de las novedades son del tipo llamado “yo también”, que son apenas ligeras variaciones de medicamentos anteriores que ya están a la venta. Los economistas contratados por los laboratorios para calcular el costo medio no incluyeron en los cálculos estos medicamentos y tampoco las desgravaciones fiscales a los gastos en investigación y desarrollo. Les fue fácil así duplicar el resultado.
Esos precios por las nubes explican que en 2002 los diez mayores laboratorios estadounidenses hayan ganado un 17 por ciento neto sobre ventas, frente al beneficio de 3 por ciento promedio de las demás empresas incluidas en el índice Fortune 500. En los ‘90 las farmoquímicas tuvieron utilidades descomunales, de entre 19 y 25 por ciento. Los yo también posibilitan a los laboratorios simular que el remedio es nuevo y así, sustituyendo otro casi igual cuya patente está expirando, volver a gozar de la exclusiva. El resto consistirá en convencer a médicos y pacientes de que el medicamento nuevo es muy superior, para lo cual las farmomultinacionales gastan el 30 por ciento de su dinero en marketing.
Para lograr que la FDA (Food and Drugs Administration), cuya equivalente argentino es la Anmat, apruebe la nueva patente suelen presentar estudios (en general tercerizados) que comparan el medicamento con un placebo. Pero, según Angell, los médicos no quieren saber si un remedio es mejor que nada, sino si es mejor que el que ya están usando, y si se justifica pagar un precio muy superior por él.
El hecho es que el 78 por ciento de los fármacos comercializados en los últimos seis años no contuvieron nuevos compuestos químicos. Fueron simples combinaciones nuevas. La FDA clasificó el 68 por ciento de ellos en el grupo de medicinas con pocas probabilidades de suponer una mejora sobre los fármacos ya a la venta.