Gerontología - Universidad MaimónidesGerontología - Universidad Maimónides
Noviembre 03, 2004
Los viejos y la depresión

En general, la vejez puede significar un declinación de algunas o muchas de las funciones y expectativas que en gran medida mantienen "encendida" la llama del deseo. Dependiendo de la vida que se ha llevado, y del nivel físico y psicosocial en el cual se encuentra una persona al transitar la vejez, esa declinación puede ser vivida como un proceso natural o como fuente de malestar.

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Cambios de vida

Pero, ¿existen verdaderas razones para asociar la vejez con los estados depresivos? En principio, diremos que el "síndrome depresivo" se caracteriza por una tristeza profunda que afecta la totalidad de la vida psíquica, física y de relación de la persona enferma. Ese estado se ve acompañado en mayor o menor medida por síntomas de inhibición o angustia y por diferentes manifestaciones físicas.

La depresión constituye uno de los típicos trastornos en los que existe una "personalidad con predisposición", y puede ser desencadenada por la perdida de un objeto: personas, bienes, status, salud, etc. La frustración u hostilidad que provoca esa pérdida se vuelve hacia el propio paciente en lugar de dirigirse hacia el objeto de la frustración. Este enojo contra si mismo se presenta bajo la forma de sentimientos de culpa y disminución de la autoestima.

Si los cambios propios de la vejez son vividos como una pérdida por personas con predisposición a la depresión, sus síntomas podrán aparecer en esta etapa de la vida. Esos cambios pueden estar dados por dejar de trabajar al jubilarse, disponer de menos dinero, menos independencia por problemas físicos, pérdida de la pareja, etc.

Otros de los síntomas que acompañan a los estados depresivos son la falta de interés por cuestiones que antes lo despertaban; desgano sobre todo al comenzar el día; cansancio a pesar de la falta de actividad habitual; trastornos del sueño; deseos de estar solo o, más bien, de huir de la compañía de las personas; inquietud o desasosiego del cual es difícil definir la causa; baja en la autoestima y sentimientos de culpa.

En algunos casos aparece la intención de terminar con la propia vida. En efecto, el 70% de los suicidas presentan síntomas depresivos, aunque la intensidad de los síntomas no constituye en sí un factor adicional de riesgo.

¿Cómo ayudar?

En principio, las personas mayores deben saber que están expuestas a éste y otros problemas, pero que existen numerosas vías de solución que van desde la toma de simples determinaciones como cambiar de vecindario o iniciar una actividad alternativa, hasta el pedido de ayuda consultando al médico en primer lugar y, eventualmente, al psicólogo.

Esta última alternativa no resulta muy viable para muchos de nuestros mayores, quienes mantienen el mito de que la salud mental es para los "locos".

En algunos casos, los viejos no quieren -o no pueden- plantear sus problemas emocionales, pero se sienten impulsados a consultar igualmente a su médico. Detrás de la referencia de síntomas físicos, un doctor avezado podrá a veces vislumbrar signos de depresión.

A pesar de que, como dijimos, nuestros viejos raramente hablarán de sus problemas emocionales, el trabajo interdisciplinario de médicos y psicólogos logra excelentes resultados. Es aquí donde quizá se haga necesario el consejo por parte de las personas cercanas, sean éstas familiares, amigos o vecinos. Pero esto no sucederá a menos que ellos estén muy atentos a los cambios de ánimo del anciano, y no minimicen los síntomas pensando que son sólo "achaques de la edad".

Algunos síntomas de enfermedades físicas propias de la tercera edad pueden ser confundidos con estados depresivos. Las alteraciones del sueño, la pérdida de apetito o el cansancio crónico pueden responder, por ejemplo, a cardiopatías. La distracción y pérdida de memoria es otro caso típico, pudiendo confundirse con signos de demencia senil. Es necesaria la evaluación profesional para determinar a qué responden esos síntomas. En otros casos, coexistirán el síndrome depresivo con otras patologías, lo cual complicará el diagnóstico.

El acompañar y apoyar a las personas mayores puede resultar un inmenso servicio para quienes, muy frecuentemente, padecen el profundo problema de la soledad.

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Noviembre 3, 2004 12:32 PM