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Febrero 13, 2005
La actividad física en la Tercera Edad

El aumento de la esperanza de vida en las sociedades avanzadas como consecuencia de la estabilidad y el bienestar alcanzado, ha ocasionado un cambio radical en las pirámides demográficas, produciéndose una transformación, alcanzando lo que se conoce como efecto cono. En la actualidad son muchas las personas en el mundo que dedican su esfuerzo y estudio a lo que podría denominarse como la nueva cultura de la longevidad. En realidad, el intento de vivir más años o prolongar la esperanza de vida, no se trata de algo nuevo. El hombre, a lo largo de toda su historia ha estado obsesionado, a la vez que ha mantenido un pulso con la naturaleza, por encontrar la mágica pócima de la eternidad. Pero... la realidad no es otra que todo lo que empieza tiene un fin. La madre naturaleza ha creado los mecanismos necesarios para que la vida en la tierra vaya siempre renovándose y evolucionando, aunque no sepamos hacia donde.

Luis Javier Chirosa Ríos, Ignacio Jesús Chirosa Ríos y Paulino Padial Puche (España)
Departamento de Educación Física. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Granada.
lchirosa@ugr.es

Lecturas: Educación Física y Deportes | http://www.efdeportes.com/
revista digital | Buenos Aires | Año 5 - Nº 18 - Febrero 2000

1. Introducción   

     Desgraciadamente y a pesar de la vertiginosa velocidad con que avanza la ciencia, no tenemos, ni siquiera, una hipótesis lo suficientemente consistente o sólida que nos ayude a desvelar cual es el origen de la vida. Se cree que cuando nos aproximemos a éste, se despejarán muchas de las incógnitas que reinan en nuestro conocimiento, o mejor nuestro desconocimiento.

     El envejecimiento, un proceso más dentro de la carrera de la vida de los seres vivos... Se están haciendo numerosos descubrimientos relacionados con las causas que lo provocan, son varias las teorías que se mueven en torno a tan misterioso proceso de deterioro de la vida. Todas en su mayor parte fundamentadas y aprobadas, pero ninguna llega al fondo de la cuestión, o quizá no hay fondo, simplemente hay que aceptarlo tal como es.

     El presente artículo va a tratar el tema desde la perspectiva de la pérdida de la funcionalidad física que conlleva el envejecimiento. Se va a hacer un análisis de los distintos estudios realizados en torno a la actividad física y la senectud como vía asequible - placentera de retardar sus efectos, a la vez que se previenen multitud de enfermedades a que ésta conduce si no se ponen los medios adecuados. Muchas de las veces aún poniendo todos los medios se padecen, pues estamos expuestos a miles de factores que pueden conllevar una afección.


2. Envejecimiento y capacidad funcional
     Si se considera al hombre como un sistema de sistemas (figura 1) se aprecia como cuando se incrementa la edad de éste sus diferentes elementos o componentes van perdiendo eficacia en su funcionalidad. Al tratarse de un sistema perfectamente coordinado, es decir, perfectamente interconectado entre sus partes, la disminución en la actividad de una de sus partes afecta directa o indirectamente al resto.

Figura 1: Estructura del cuerpo humano en sistemas. Diseñado a partir del texto de Gutiérrez et all 1997

Sistemas de Control

* Sistema Nervioso
* Sistema Endocrino - Metabólico

Cuerpo Humano
Sistemas de
Aprovisionamiento

* Sistema Cardiovascular
* Sistema Respiratorio
* Sistema Digestivo

Sistemas Ejecutores


* Sistema Locomotor

     Concretando más, se sabe que el envejecimiento opera de la misma manera que la inactividad. Los efectos que produce el paso del tiempo son similares a los que el sedentarismo ocasiona (Hagberg, J. 1985; Conoine, C. et al. 1991; Parkattif, T. et al. 1998). La edad trae consigo un aumento en la potencialidad de sufrir ciertas enfermedades. Si a esto se le suma el hecho de no realizar ninguna actividad física el riesgo será mayor. En la figura 2 se han seleccionado una serie de factores de riesgo a padecer enfermedades que conlleva tanto la inactividad como la edad, en algunos casos son motivo de la unión de los dos factores.

Figura 2: Relación de algunos factores de riesgo y enfermedades


Factores de riesgo para padecer enfermedades con la edad

* Sexo
* Nivel elevado lipídico en sangre
* Hipertensión
* Tabaco
* Dieta
* Sedentarismo
* Osteoporosis
* Obesidad
* Herencia
* Patrones de personalidad y comportamiento
* Anormalidades en el sistema respiratorio
* Tensión y Estrés

2.1. Funciones fisiológicas
     Las medidas fisiológicas y de rendimiento mejoran generalmente con rapidez durante el desarrollo del individuo hasta que lleva a su valor máximo entre el final de la adolescencia y la edad de los 30 años. La capacidad funcional disminuye entonces con la edad (figura 4). Aunque todas las medidas disminuyen, no todas lo hacen al mismo ritmo. Por ejemplo, el índice cardiaco de reposo disminuye un 20 - 30 %, la capacidad respiratoria máxima a la edad de 80 años es el 40% de la de una persona de 30 años. Esto sumado al descenso de la eficacia en los sistemas de producción de energía, nos proporciona una visión global aproximada del complejo proceso de envejecimiento. Hay que pensar que estamos sometidos a muchos ataques del medio en el que nos desenvolvemos, por eso no es fácil controlar exactamente las causas que producen nuestro ocaso. En la figura 5a. - 5b. se muestra un sistema de obtención de energía y una representación del proceso total de transformación de energía que poseemos los seres vivos. Con una pequeña alteración en alguna parte, el conjunto del sistema se vería afectado, repercutiendo directamente en el aparato u órgano al que pertenezca dicha célula.


Figura 4: El envejecimiento está acompañado del
descenso por el descenso de algunas de las capacidades funcionales

     En el siguiente apartado se va a hacer un análisis de distintas funciones que repercuten en el rendimiento de una persona y como el ejercicio físico retarda el descenso de la funcionalidad. En relación con esta última afirmación existe mucha controversia pues nunca se ha creído que esto fuera así. Recientes estudios están demostrando que el efecto de ciertas conductas dietéticas junto a programas de actividad física reportan bastos beneficios, a la vez que posee fines preventivos.

     Figura 5a y 5b: En estos esquemas se representa dos ejemplos de sistemas energéticos. Los dos tienen una característica común. En los dos se está transformando la energía para poder ser utilizados de forma más adecuada. Nos sirven de ejemplo para comprender como funciona la máquina de la vida. Una de las causas principales del envejecimiento está encerrada aquí: la pérdida de efectividad del sistema energético.


3. Variables que afectan al rendimiento físico de una persona
     Como antes se ha mencionado, en este apartado vamos a centrar nuestra atención sobre las distintas variables morfofuncionales que se ven más afectadas por el paso de la edad. Vamos a ver como la edad afecta a alguno de nuestros sistemas y como a través del entrenamiento disminuye el porcentaje de riesgo a padecer enfermedades relacionadas con dicho sistema.


3.1. Fuerza muscular
     Con relación a la capacidad de producir fuerza son varios los motivos que disminuyen la eficacia de ésta. Las causas hay que buscarlas tanto a nivel neuronal como a nivel morfológico. El potencial de fuerza necesario para satisfacer las exigencias de la vida cotidiana no varía a lo largo de la vida. No obstante, la fuerza en todas sus manifestaciones de una persona, generalmente muy superior a las exigencias cotidianas al comienzo de la vida, va reduciéndose de forma constante con el envejecimiento. Por ejemplo, estudios realizados en torno a actividades comunes como puede ser levantarse o sentarse de una silla, comienzan a hacerse difíciles a los 50 años, y a los 80 años se convierte en imposible para algunas personas (Saltin, B. 1990). En otro estudio donde se analiza la fuerza de los músculos extensores de la rodilla en hombres y mujeres de un nivel de actividad normal disminuye rápidamente una vez pasados los 45/50 años. En éste se aprecia como las personas que han realizado actividad física durante toda su vida reducen en un menor porcentaje la pérdida de fuerza (Costill, D. et al. 1998).

Las pérdidas de fuerza muscular con la edad están íntimamente relacionadas con la disminución sustancial de masa muscular, por tanto, del área de sección transversal muscular. Esta pérdida podría estar relacionada por las alteraciones en al regulación hormonal (Häkkinen, K. et al. 1993; Cooper, C. et al. 1998; Izquierdo, M. 1998), y a una menor actividad física. Los hombres ancianos sedentarios pueden mostrar una gran pérdida de masa muscular y un incremento de la grasa subcutánea. En este sentido se aprecia una aceleración en el proceso de atrofia muscular después de los 50 años (Greig, C. et al.1993). La reducción de la masa muscular que ocurre en estas edades se asocia tanto con la disminución del área de las fibras musculares (I y II) como a la desaparición de algunas fibras (Essen - Gustavsson and Borges 1986). Existen resultados contradictorios sobre los efectos del envejecimiento en la composición de las fibras ST y FT. Se han realizado investigaciones de forma transversal que han examinado todo el músculo vasto externo del cuádriceps en casos de post morten de sujetos de entre 15 y 80 años de edad e indica que el tipo de fibra permanece invariable durante toda la vida (Johnson, M. et al 1973). Además estudios transversales más actuales con corredores de fondo confirman tales estudios. No obstante un estudio realizado por Costil et al. 1998 en el que realizaba una biopsia en el músculo gemelo a un grupo de corredores de elite, de tal forma que se les tomo una muestra en 1974 y posteriormente en 1992, observándose un aumento de las fibras ST en aquellas personas que habían abandonado totalmente la actividad física. Aunque la influencia del envejecimiento sobre la composición de las fibras musculares sigue siendo confusa, generalmente hay un acuerdo en que los individuos que descienden su nivel de actividad experimentan un cambio en el porcentaje de sus fibras musculares.

Diversos estudios también han demostrado que el envejecimiento va acompañado de cambios sustanciales en la capacidad del sistema nervioso, tanto para procesar información como para activar los músculos. Por ejemplo, la alteración que se produce en los receptores sensoriales que informan sobre el estiramiento y la postura del miembro en cuestión, esto es debido a que el envejecimiento produce una disfunción de la sensibilidad propioceptiva. Los propioceptores, especialmente los situados alrededor de los tobillos y en los pies, tienen una importancia vital en el establecimiento de la posición corporal. La pérdida de propioceptores probablemente es una causa más, importante, para explicar el aumento del riesgo de las caídas (Redford, J 1991).

Estos cambios neuromusculares son responsables, como antes se ha mencionado, de la disminución, al menos parcialmente, de la fuerza y de la capacidad de resistencia, pero la participación activa en deportes tiende a disminuir el impacto del envejecimiento sobre el rendimiento. Ello no significa que el envejecimiento biológico pueda detenerse mediante la actividad física regular, pero muchas de las reducciones de la capacidad de esfuerzo físico pueden amortiguarse notablemente con un estilo de vida activo (McCartney and Sale 1990).

Saltin (1990) ha observado que, a pesar de la pérdida de masa muscular, la calidad muscular se mantiene. El número de capilares por unidad de área es similar en los corredores de fondo jóvenes y los ancianos. Por tanto la entrenabilidad a estas edades es similar que en edades donde la capacidad funcional está en plenas facultades, pero sobre esto nos pronunciaremos en sucesivos apartados.


3.1.1. Influencia sobre el aparato locomotor
En este apartado nos vamos a referir a las investigaciones realizadas en torno al entrenamiento con pesas y como éste ha repercutido positivamente en el sistema oseoesquelético de la persona.

La osteoporosis es una de las enfermedades más características en este grupo de población, sobre todo en mujeres post menopausias donde el riesgo de padecerla es mucho mayor que en los hombres. Se sabe desde hace cierto tiempo que se envejece de manera muy diferente según cuál sea el sexo de la persona, como salta muy claramente a la vista cuando se examina la estructura general del hueso. La densidad mineral total a lo largo de la vida del adulto: el hombre pierde alrededor de un 15% y la mujer un 30% (Medina, J 1997). El proceso de desmineralización de los huesos es tan predecible que algunos investigadores ponen duda que la osteoporosis sea una enfermedad en sí misma. Quizá no sea sino la forma más pronunciada de un proceso natural.

El crecimiento de investigaciones alrededor del efecto de la desmineralización de los huesos y la actividad física ha sido bastante significativo en las dos últimas décadas. Se han hecho algunos estudios bastante alentadores, donde se ha mostrado que ejercicio puede ser un medio útil en la lucha contra la pérdida de masa ósea.

En la presente figura se muestra el estudio realizado con 297 mujeres donde se muestra la desmineralización que se produce con la edad. Estudio realizado por Melton, L. 1988 en Estados Unidos.

Los estudios que se han realizado sobre inactividad total, con sujetos sanos permaneciendo en cama durante periodos de 4 a 32 semanas, han mostrado pérdidas del 1% de la masa ósea por semana. Cuando estos comenzaron a realizar práctica física los huesos ganaron la masa que habían perdido. Pero lo que corrobora con más exactitud el hecho que la actividad física mejora el porcentaje de densidad ósea es la diferencia encontrada entre personas sedentarias y atletas. Estos últimos tienen una densidad mayor (Wark, J. 1996;).


3.2. Capacidad de resistencia
En gran medida, los cambios en la capacidad de resistencia que acompañan el envejecimiento pueden atribuirse a reducciones en la circulación central y periférica. Las mediciones del gasto cardiaco y del flujo sanguíneo a las extremidades no son fáciles de realizar, por lo que los primeros estudios de los efectos del paso del tiempo sobre la fisiología de los ejercicios que exigen capacidad de resistencia, examinaron que el consumo de oxígeno o VO2máx. guarda una estrecha relación con el gasto cardiaco.

La disminución progresiva en el consumo de oxígeno después de los 15 años aproximadamente, se estima en 0,4 ml./Kg/min. cada año. Existe una diferencia clara entre el ritmo de disminución del VO2máx. con el envejecimiento en individuos sedentarios comparados con otros activos. Los individuos sedentarios tienen un ritmo de deterioro del VO2máx., casi el doble con el paso de los años (Bruce, R. 1984; Saltin, B. 1990; Engels et. al. 1998). La disminución de la capacidad de resistencia con la edad se debe en gran parte a varias reducciones en las funciones fisiológicas implicadas en el transporte del oxígeno relacionadas con la edad. Un cambio bien documentado en la función cardiovascular es la disminución de la frecuencia cardiaca máxima y en el volumen sistólico.

Otro factor que influye en el descenso de la capacidad de resistencia, son los cambios producidos en el sistema respiratorio. Se sabe que tanto la capacidad vital como el volumen espiratorio forzado en un segundo disminuyen sensiblemente con la edad, a partir de la tercera década de la vida (McArdle, W 1990). Existen otros cambios que van emparejados con cambios en la capacidad ventilatoria máxima durante la realización de ejercicios agotadores. La ventilación espiratoria máxima VEmáx. (volumen máximo de aire que puede respirarse en un minuto) aumenta hasta llegar a la madurez física y luego disminuye con el envejecimiento.

Estos cambios en la función pulmonar son consecuencia de varios factores, el más importante de ellos es la pérdida de elasticidad del tejido pulmonar y de la pared del tórax, lo cual incrementa el esfuerzo que supone la respiración. A pesar de todos esos cambios, los pulmones todavía mantienen una notable reserva y conservan una adecuada capacidad de difusión para permitir los esfuerzos máximos. Mientras se está en la mitad de la vida y durante el envejecimiento, el entrenamiento de resistencia reduce la pérdida de elasticidad de los pulmones y de la pared del tórax. En consecuencia, los deportistas mayores entrenados en su capacidad de resistencia han reducido sólo su capacidad de ventilación pulmonar. La menor capacidad ventilatoria no se puede a cambios en la respiración externa. Durante la realización de ejercicios agotadores se sigue teniendo la capacidad de alcanzar una saturación máxima de oxígeno (saturación del 97%) (Saltin, B. 1990; Cress, M. et al. 1991). Por lo tanto, ni los cambios en los pulmones ni en la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre parecen ser los causantes de la caída del VO2máx. declarada en los deportistas que envejecen. Parece ser que es la capacidad de intercambio arterio-venoso uno de los motivos causantes de dicha disminución.


3.2.1. Riesgo de enfermedades y capacidad de resistencia
En el anciano se han identificado muchos cambios en el sistema cardiovascular, morfológicos y fisiológicos. Para determinar adecuadamente la contribución específica del proceso de envejecimiento a estos cambios, es necesario considerar los factores confluyentes que se encuentran a menudo en las personas mayores. Estos factores incluyen las enfermedades cardíacas y no cardíacas, los cambios en otros sistemas orgánicos no relacionados con la enfermedad, los niveles de actividad física a largo plazo y la adquisición de hábitos nocivos (Harris, R. 1987).

La enfermedad cardiaca coronaria generalmente implica cambios degenerativos en la capa íntima de las arterias mayores que nutren el músculo cardiaco. Estos vasos se vuelven congestionados con placas llenas de lípidos o tejidos de cicatrices fibrosas o ambos. Este cambio reduce progresivamente la capacidad de flujo sanguíneo y causa que el miocardio se vuelva isquémico. Este proceso, aterosclerótico, degenerativo hace la capa interna tosca y endurecida provoca que la sangre fluya lentamente, y se coagule. Este coágulo puede taponar uno de los vasos coronarios más pequeños, ocasionando en dicha zona un daño difícil de restaurar. La enfermedad coronaria a alcanzado una dimensión mundial, siendo uno de los principales motivos de muerte.

Es difícil determinar cuantitativamente la importancia de un solo factor de riesgo, porque son muchos los factores que están interrelacionados. Por ejemplo, las anormalidades de los lípidos sanguíneos, la diabetes, la herencia y la obesidad a menudos van juntas. Lo que sí se puede afirmar por las numerosas investigaciones que hay al respecto, es que la realización de un programa de ejercicio adecuadamente diseñado contribuye a mejorar nuestro nivel de salud y a disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiacas.


4. Composición corporal
La cantidad de grasa que acumulan nuestros cuerpos cuando crecemos y envejecemos depende de la dieta y de los hábitos de ejercicio individuales, además de la herencia. La cantidad de relativa de grasa corporal aumenta con la edad después de alcanzar la madurez física. En el mundo occidental, el hombre medio de 35 años ganará entre 0,2 y 0,8 Kg de grasa cada año hasta su quinta o sexta década de vida (Parizcova 1971 cit. por McArdle, W. 1990). Esta ganancia se debe en gran medida a tres factores que se presentan con el envejecimiento: Mayor ingestión de alimentos, menor actividad física y menor capacidad para movilizar las grasas. Pasada la edad de 30 años, la masa magra también disminuye progresivamente. Esto es la consecuencia principalmente de la menor masa muscular y de la pérdida de minerales óseos. Después de la edad de 60 años, se reduce el peso corporal total a pesar de la creciente proporción de grasa corporal.

Como es de esperar, el contenido en grasa corporal de las personas físicamente activas es significativamente menor que en hombres y mujeres sedentarios de la misma edad. También se aprecia en aquellas personas que continúan realizando entrenamiento con pesas aumentan su porcentaje de peso en masa magra y disminuye el porcentaje de grasa.


5. Entrenabilidad y envejecimiento
Una actividad física vigorosa regular produce mejoras fisiológicas sea cual sea la edad (McArdle, W. 1990; Brzychi, M. 1995; Gutiérrez, A. 1997; Costil, D. 1998...). Por supuesto, la importancia de los cambios depende de varios factores que incluyen el estado de la condición física inicial, la edad, y el tipo de ejercicio específico de entrenamiento.

A pesar de las disminuciones asociadas con el envejecimiento, los deportistas de mediana edad y de edad avanzada son capaces de conseguir rendimientos excepcionales. Su capacidad para adaptarse al entrenamiento está bien fundamentada. Aunque el deterioro general de la función endocrina entorpece la homeostasis metabólica, provocando retrasos en la recuperación de los distintos sistemas, esto no quiere decir que las personas de avanzada edad sean menos entrenables. Por ejemplo estudios recientes han demostrado que las mejoras del VO2máx. con el entrenamiento son similares en los hombres y mujeres jóvenes y ancianos (Khort, W. 1991). Aunque los valores del VO2máx. previos al entrenamiento fueron, de promedio, menores para los sujetos ancianos, el incremento absoluto fue significativo en ambos grupos. Estas investigaciones indican que el entrenamiento de resistencia produce mejoras similares en la capacidad aeróbica de personas sanas en todo el intervalo de edades comprendidas entre los 20 y los 70 años.

En relación con la pérdida de fuerza se puede atribuir a una combinación de factores que conlleva el envejecimiento. Aunque es difícil comparar las adaptaciones al entrenamiento de fuerza en personas jóvenes y ancianas, el envejecimiento no parece deteriorar ña capacidad para mejorar la fuerza muscular ni para prevenir la hipertrofia muscular. Estudios donde sujetos con edades comprendidas entre los 60 y los 72 años siguieron entrenamientos de fuerza durante 12 semanas al 80 % de su RM para la extensión y flexión de rodillas, su fuerza de extensión se incrementó en un 107% y la de flexión en un 227% (Frontera, W. 1988). Esta mejora se atribuyó a hipertrofia muscular, tal como se determinó mediante tomografías computerizadas en el muslo medio. Las biopsias del músculo vasto externo (en el cuádriceps) revelaron que el área cruzada de las fibras ST aumentó en un 35,5%, y la de las FT, en un 27,6%. En otros estudios se ha demostrado que la ganancia de fuerza en hombre y mujeres ancianos son similares.


6. Conclusiones
La actividad física regular es un importante factor que contribuye a mantener un buen estado de salud. La pregunta de sí se puede aumentar la longevidad de las personas con la actividad física, no tendría una respuesta concreta. Pero, lo que sí se puede decir al respecto, es que las personas que mantengan un nivel de actividad alto durante toda su vida, estarán luchando positivamente contra un proceso natural e inevitable como es el envejecimiento.

Luchar contra los factores que provocan el envejecimiento es muy difícil ya que son muchos y de muy diversa naturaleza. Existen una serie de factores (externos) que se pueden neutralizar, más o menos, llevando una alimentación y un régimen de vida adecuado. Pero desgraciadamente, existen otros tipos de factores (internos), como son los genético - hereditarios sobre los que no podemos hacer nada hasta el momento. Quizá en un futuro, no muy lejano, la ingeniería genética logre dominar estos caminos donde el hombre, por ahora, no consigue ver su destino.


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Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Febrero 13, 2005 07:24 AM