El principal objeto de este estudio es tratar de evaluar la presencia de alteraciones del sueño en población anciana.
FUENTE: INTERPSIQUIS. 2005; (2005)
Javier Blanco; Raimeun Mateos.
[8/2/2005]
Resumen
Material y método: estudio epidemiológico comunitario transversal sobre una muestra poblacional constituida por 3580 sujetos mayores de 60 años, representativa de la población gallega. Los protocolos administrados han sido el cuestionario de salud general de Goldberg (GHQ-60), inventario de depresión de Beck, miniexamen cognoscitivo de Lobo y protocolo propio donde se analizan diferentes items relacionados con posibles alteraciones psíquicas. A lo anterior se une la recogida de las principales variables sociodemográficas.
Resultados: edad media de la muestra de 70,8 años (± 7,31). Los probables casos mediante el GHQ (punto de corte 10/11) constituyen el 18,8 %, con el MEC (23/24) el 31,7 % y con el IDB (>=13) el 18,3 %. En cuanto a las variables del sueño las alteraciones prevalentes vienen dadas por despertar cansado (13,5 %), despertar precoz (12,6 %) con el GHQ, alcanzando valores del 22,6 % con el item 16 del IDB. Se observan diferencias estadísticamente significativas en la distribución por edad (intervalo de mayor edad), por sexo (predominio femenino) y en función del deterioro cognitivo (mayor deterioro mayor alteración).
Introducción
Dentro de los múltiples cambios fisiológicos que se producen durante el envejecimiento se constata la existencia de modificaciones cualitativas y cuantitativas en la esfera del sueño. Dado que no existe una cuantificación exacta de la necesidad de sueño, los sujetos que se quejan de insomnio en realidad lo hacen de falta de satisfacción en el dormir (1). Las dificultades en la evaluación surgen a la hora de establecer el rango a partir del cual podrían considerarse dichas alteraciones como “patológicas”. Monjan (2) reconoce la importancia de los trastornos del sueño en esta población, hasta el punto de que si bien los mayores de 65 años constituían un porcentaje inferior al 13% de la población, ellos consumían más del 30% de todas las prescripciones de fármacos entre los que un amplio número correspondía a sedantes e hipnóticos. En la misma línea se muestra Roth (4) que comunica el hecho de que los sujetos mayores de 65 años tienen una tasa de insomnio 1.5 veces mayor que las personas más jóvenes. Numerosos estudios epidemiológicos (5-8) recogen cifras de prevalencia de quejas en la esfera del sueño comprendidas entre el 20-60%, detectándose una tendencia a presentar las cifras más elevadas en la población femenina y en los sujetos de mayor edad.
Algunas explicaciones (9) a esta variabilidad pueden ser debidas a diferencias metodológicas respecto a las muestras (tamaño, representatividad, tasa de respuesta), el medio utilizado en la investigación (cuestionarios, entrevistas telefónicas, entrevistas personales), la definición de alteración del sueño (reducción cuantitativa, o valoración cualitativa de la calidad de sueño), el criterio de temporalidad (ahora, último mes, último año) o las clasificaciones internacionales (ICD-10, ISDC, DSM IV). En referencia los criterios nosológicos, podemos subrayar que mientras la DSM III, DSM IV y ICD 10 reconocen un número relativamente bajo de diagnósticos en la esfera del sueño (15, 23 y 17 respectivamente) la ICSD (Clasificación Diagnóstica de Trastornos del Sueño y del despertar) llega a recoger 84. Las causas de estas diferencias se basan fundamentalmente en la presencia de numerosos diagnósticos asociados intrísecamente -13- o extrínsecamente al sueño -14- insomnio por la altitud, insomnio por alergia alimentaria, trastorno por mala adaptación, trastorno del "toque de queda", síndrome de ingesta nocturna...) así como al peso dado al diagnóstico por medio de polisomnografía. Con respecto a esto último en las otras tres clasificaciones el diagnóstico se basa fundamentalmente en criterios clínicos (hecha la excepción de los trastornos relacionados con patología respiratoria).
Diversos han sido también los factores etiopatogénicos que se han postulado y que abarcarían desde modificaciones en su rol vital (cese de actividad laboral, pérdida de relaciones como consecuencia de ello, escasa planificación del tiempo libre, fallecimiento de amigos o familiares cercanos), hábitos higiénicos inadecuados (acostarse demasiado temprano, permanecer excesivo tiempo en cama...) cambios degenerativos asociados al envejecimiento (a nivel cognoscitivo, osteoarticular, inestabilidad vesical), modificaciones del ritmo circadiano, patología neuropsiquiátrica (fundamentalmente síndromes demenciales y patología afectiva), presencia de patología médica (fundamentalmente a nivel del aparato respiratorio, genitourinario y alteraciones metabólicas diversas), efectos secundarios de la frecuente polifarmacia etc.... Con respecto a los cambios fisiológicos, autores como Kryger et al (10). se muestran más críticos y consideran que la edad por sí sola no constituye un predictor de quejas en la esfera del sueño, y eso incluso en el caso de objetivarse disminución de las ondas lentas y baja eficiencia del sueño, sino que las cifras elevadas se deben a la frecuente comorbilidad en este tipo de población.
Material y métodos
Los datos del presente estudio proceden de un proyecto de investigación más amplio, el Estudio Comunitario de Salud Mental en población gallega de edad avanzada (11).
La muestra, aleatoriamente seleccionada, está constituida por 3580 sujetos mayores de 60 años entrevistados en el marco de un estudio epidemiológico comunitario de doble fase, transversal. Dicha muestra se estratificó con arreglo a las variables sociodemográficas sexo, edad, hábitat y área sanitaria de residencia, siendo representativa de la población gallega mayor de 60 años (error muestral < 1,6% para un intervalo de confianza del 95%).
Los instrumentos administrados para medir morbilidad han sido los siguientes:
- Cuestionario de Salud General de Goldberg -GHQ 60- (12).
- Inventario de Depresión de Beck –IDB- (13).
- Mini Examen Cognoscitivo de Lobo (14) y Mini Mental State (15) en su versión original de 30 ítems.
- Cuestionario ad hoc donde se analizan diferentes ítems relacionados con autopercepción de salud y búsqueda de ayuda. En el GHQ se ha establecido como punto de corte normal/probable caso el valor de 10/11, en el MEC el punto de corte probable caso/probable no caso se estableció en 23/24 siguiendo las recomendaciones de Lobo (16) para población anciana. Así mismo, se subdividió el posible trastorno cognoscitivo en grave y moderado, tomando como valores los intervalos comprendidos entre 0-18 y 19-23 respectivamente. En cuanto al IDB tomaremos como caso las indicaciones de Lasa y cols (17) establecido en >=13.
Los items del cuestionario destinado a detectar morbilidad fueron los siguientes:
- autovaloración de salud general.
- autovaloración de salud mental.
- antecedentes de enfermedad mental.
- antecedentes de tratamiento psiquiátrico.
- tratamiento psiquiátrico actual.
- antecedentes familiares de tratamiento psiquiátrico (primer y segundo grado).
- demanda potencial de tratamiento.
Las variables relacionadas con la esfera del sueño analizadas fueron el ítem 16 del Inventario de Beck, y los siguientes procedentes del GHQ 60:
- (11) ¿Se ha dado cuenta que se despierta demasiado temprano y es incapaz de volverse a dormir?.
- (12) ¿Se despierta usted cansado?.
- (14) ¿Sus preocupaciones le han hecho perder mucho sueño?.
- (17) ¿Ha tenido dificultades para coger o conciliar el sueño?.
- (18) ¿Ha tenido dificultades para seguir durmiendo de un tirón toda la noche?.
- (19) ¿Ha venido teniendo sueños que le asustan o le son desagradables?.
- (20) ¿Ha pasado noches inquietas o intranquilas?.
Los datos recogidos han sido procesados mediante el paquete estadístico SPSS/PC+ en su versión 12.0S procediendo en primer lugar a realizar un análisis descriptivo de frecuencias, y con posterioridad, a una evaluación de las principales asociaciones.
Resultados
1.- Variables Sociodemográficas
Las edades de la muestra estaban comprendidas entre 60 y 95 años, con una media de 70,8 (ds ± 7,31). Los porcentajes de población pertenecientes a los intervalos de edad 60-65; 66-75 y >=76 eran 28.5%, 45.2% y 26.3% respectivamente. El 58.5% eran mujeres frente al 41.5% de varones; el estado civil predominante era el de casado con un 58,4%, seguido de viudez en el 30,4%; por último y en cuanto al hábitat la distribución marcaba un 78,7% en medio rural vs 21,3% en medio urbano. La elección de la muestra garantiza que dichas características representan las de la población mayor de 60 años que vivía en sus hogares en el momento del estudio.
2.- Variables evaluadoras de Morbilidad
Para enmarcar los resultados de este estudio (11), recordamos sucintamente las variables definidoras de morbilidad. El 20.1% refería encontrarse poco o muy poco satisfecho de su salud en general, cifra que se ampliaba hasta el 48.7% al incluir la respuesta regular. En el área específica de la salud mental 13,2% desearía que ésta fuese mejor. En el momento de realizar la entrevista el 9,7% se encontraba en tratamiento por problemas relacionados con su salud mental, de los cuales algo más de la mitad lo recibían en dispositivos asistenciales no especializados (5.2%). La morbilidad psiquiátrica global, también puede ser analizada por los resultados que arroja el GHQ y el MEC. La media de puntuación para el cuestionario de Goldberg es de 5,44 (ds ± 8,09). Los "probables casos" (tal y como mencionaramos previamente utilizamos como punto de corte 10/11), constituirían el 18,8%. Con respecto al MEC el 31,7% de la muestra sería considerado caso (punto de corte 23/24), situación asociada al sexo femenino y a la edad. La presencia de sintomatología depresiva será analizada específicamente a través de la cumplimentación del inventario de Beck. El valor medio obtenido ha sido de 7,31 ± 6,79. Si tomamos el efecto de cribado en ©¯ 13, el 18,3% presentaría sintomatología depresiva. Se observa una réplica de lo obtenido con el MEC, en cuanto a la asociación significativa con el sexo femenino y la edad.
3.- Trastornos del Sueño
Frecuencia de Trastornos del sueño. Los resultados obtenidos del ítem 16 del Inventario de Beck muestran que el 19,8% se levanta más cansado de lo habitual, 22,6% se despierta una o dos horas antes y le cuesta trabajo volver a dormirse, y el 22,6% presenta despertar precoz y una duración del sueño inferior a cinco horas. Se observa un ligero predominio de afectación en el intervalo de más edad (mayores de 75).
Las variables directamente relacionadas con problemática del sueño obtenidas del GHQ-60 proceden de las respuestas (cuatro opciones que se evalúan con una escala tipo Likert) a las preguntas que informan sobre problemática (molestia o trastorno) en la esfera del sueño en las últimas semanas (detalladas previamente en material y métodos). Tomando como referencia aquellos que ha respondido 3 o 4 a los diferentes ítems, obtenemos que el 31.8% de la población muestral presenta perturbaciones en la esfera del sueño. Esto es más notorio en el sexo femenino donde el 37.3% llegan a padecer algún trastorno (p<0.0001) y en los sujetos de mayor edad donde la prevalencia alcanza el 35.3% (p<0.01).
Siguiendo idéntico criterio de respuesta a los ítems del sueño, cuantificamos el número de alteraciones, observando que el 13.3% padece una, 6.2% dos, 4.5% tres, 3.5% cuatro y el 4.2% se corresponde con cinco o más. En la figura 1 podemos observar bajo forma de frecuencias acumuladas la presencia de valores más elevados en las mujeres, y en la figura 2 la distribución por edades:
Figura 1.-Frecuencia de trastornos del sueño en función del sexo.
Figura 2.-Frecuencia de trastornos del sueño en función de la edad.
En la figura 3 podemos analizar las frecuencias acumuladas de respuesta a cada uno de los diferentes ítems que evalúan los trastornos del sueño con el GHQ-60. Los resultados que mostramos a continuación proceden de la recodificación de la escala Likert de cada ítem en los puntajes más elevados (3,4). La evaluación del "despertar precoz", item 11, es mencionada como problemática por el 12,6%; el 13.6% refiere "despertar cansado" (i12); "preocupación por la pérdida de sueño" (i14) el 12,1%; "dificultades en la conciliación" (i17) el 10,7% ;"dificultades en el mantenimiento" (i18) el 11,2%; "sueño desagradable" (i19) el 6,1% ; y finalmente "noche intranquila" (i20) el 11,3%.
Figura 3.-Frecuencias acumuladas en cada uno de los ítems del GHQ-60 que recogen trastornos del sueño.
Se constata un predominio femenino en todos los índices de sueño perturbado, siendo significativo (p<0.001) en la totalidad de ítems recogidos por el GHQ-60. Las principales quejas entre las mujeres son el despertar cansado (16.6%), la preocupación por la pérdida de sueño (15,3%) y despertar precoz (15%) frente al despertar precoz y cansado de los varones (9,2%). En la figura 4 podemos constatar la mayor prevalencia del sexo femenino en las alteraciones que recoge el GHQ:
Figura 4.-Prevalencia de trastornos del sueño en función del sexo.
Con respecto a la edad podemos observar que los sujetos de mayor edad presentan una tendencia a padecer más alteraciones en la esfera del sueño (figura 5). Concretamente los valores en el intervalo de mayores de 75 son superiores en todos los ítems del GHQ a excepción del obtenido en el ítem 14 (preocupación por la pérdida de sueño) que es ligeramente inferior al del intervalo de 66-75 años. Las diferencias han sido significativas (p<0.05) en los ítems despertar precoz, sueños desagradables y noches intranquilas.
Figura 5.-Prevalencia de trastornos del sueño en función de la edad.
En cuanto al estado civil se observa que los separados tienden a presentar con mayor frecuencia alguna de las alteraciones en la esfera del sueño recogidas por el GHQ-60 (46%), seguido de viudos (37%), solteros (33%) y casados (29%)- p<0.01-. De todas formas debemos reseñar que el subgrupo de separados lo integran sólamente el 1.03% de la muestra, por lo cual en los apartados siguientes nos centraremos en las otras categorías. Analizando los diferentes trastornos se objetiva que todos ellos predominan en los viudos (rango: 15.3% despertar cansado-7.25% sueño desagradable), los solteros constituyen el segundo grupo en frecuencia (rango: 13.1% despertar cansado- 6.5% sueño desagradable) y por último los casados (rango: 12.4% despertar cansado- 5.3% sueño desagradable). Si analizamos ahora el ítem 16 del IDB siguen siendo los viudos el subgrupo más problemático, si bien no se observan diferencias significativas
No existe diferencias en cuanto al hábitat,la frecuencia o cualificación de los trastornos del sueño por medio del GHQ-60 y el IDB.
Relación entre trastornos del sueño y salud general Se observa que los sujetos que refieren alteraciones en la esfera del sueño también perciben su salud general más alterada. El 34.4% de los que presentan alguna alteración, recogida en el GHQ, valoran su salud general como insatisfactoria. La correlación entre mala salud percibida y trastornos del sueño resulta significativa en la totalidad del los ítems (p<0.0001), con una odds ratio comprendida entre 2.6-3.9. La percepción es peor en las mujeres, en general en el intervalo de mayor edad así como en los casados y viudos.
Relación entre trastornos del sueño y psicopatología. Relación con morbilidad psiquiátrica menor Analizando los diferentes items que evalúan perturbación del sueño, se observa la presencia de asociación significativa (p<0.0001) en todos ellos entre el hecho de puntuar alto (3 o 4) y el ser caso GHQ. En la tabla adjunta podemos observar los valores para cada uno de ellos, así como el análisis de cada uno como factor de riesgo (tabla 1):
Tabla 1.-Probabilidad de ser caso GHQ en función de los ítems de perturbación del sueño.
Relación con deterioro cognoscitivo Analizaremos las variables del sueño y las puntuaciones obtenidas en el MEC. Se observa una asociación entre el hecho de puntuar elevado (3 o 4) y el ser caso MEC, llegando a ser significativa a nivel estadístico en la mayoría de ellos, con la única excepción del item 14. En la tabla 2 recogemos las frecuencias obtenidas en relación a la gravedad del disfuncionalismo cognoscitivo:
Tabla 2.-Probabilidad de ser caso MEC en función de los ítems de perturbación del sueño.
Relación con salud mental percibida El 25.5% de los sujetos que presentan alteraciones en el sueño no se encuentran satisfechos con su salud mental. Las asociaciones son estadísticamente significativas (p<0.0001) y las odds ratio se encuentran comprendidas entre el 3.3 de “dificultades en el mantenimiento” y 4.2 de “sueño intranquilo”. Son las mujeres y los individuos de mayor edad los que perciben peor salud mental en función de las alteraciones en la esfera del sueño.
Relación con confianza en el posible beneficio de algún tratamiento Como era de esperar, y en línea con lo mencionado en el apartado previo, aquellos que padecen alteraciones en la esfera del sueño creen que se beneficiaría de un tratamiento para su equilibrio psíquico. El 15.8% de los que padecen alguna alteración en la esfera del sueño creen que se beneficiarían de algún tratamiento (p<0.0001), incrementándose dicho valor hasta el 39.3% en los que refieren perturbaciones en la totalidad de los ítems del sueño del GHQ-60. Cualitativamente son los que padecen sueño desagradables los que más confianza presentan en el beneficio del tratamiento (23.9%). La orientación es fundamentalmente hacia el médico generalista (8.8%-12.8%), seguido del psiquiatra (6.5%-8.8%) y del psicólogo (1.6%-2.8%). No existen diferencias en la orientación en función del sexo, y en cuanto a la edad el intervalo de 60-65 presenta una tendencia similar a buscar ayuda en el médico generalista y en el psiquiatra, frente a los de más edad en los que prima la atención en los dispositivos de primaria.
Discusión
Karacan (18) sobre una muestra de 1645 individuos (población general) detecta que más de un tercio de los sujetos refieren tener problemas de sueño, incrementándose ello en el sexo femenino y en los grupos de más edad. El tipo de problema más frecuente es la dificultad para dormir (55,2%), si bien en los sujetos mayores de 40 años los principales problemas son permanecer dormido y el despertar precoz. Thornby (19) en otro estudio similar encuentra que el 33% de los encuestados refiere alguna dificultad en dormirse, el 48% tiene problemas en la continuidad del sueño y el 22% despertar precoz. Las cifras obtenidas en nuestro estudio siguen el patrón de resultados reseñados, con una prevalencia del 31.8%, con predominio en el sexo femenino y en los sujetos de mayor edad. Millar (20) propone la influencia del sistema endocrino como causante de la elevada prevalencia en la mujer, ya que durante la menopausia las cifras se ven aumentadas, lo cual podría deberse a modificaciones en la respiración, cambios vasomotores y alteraciones del estado de ánimo.
Bixler (21), en su estudio llevado a cabo en Los Ángeles refiere que más de la mitad de la población estudiada (52.1%) manifiesta tener o haber tenido algún problema en la esfera del sueño. Concretamente el insomnio era el subtipo más prevalente (42.5%), predominando en las mujeres y en los adultos. Como se puede observar los resultados son ligeramente superiores a los nuestros si bien siguen el mismo patrón distribucional.
Bliwise et al. (22) llevan a cabo un estudio en la ciudad de Sunnyvale (California). Las variables del sueño eran obtenidas a través de cuestionarios administrados a sujetos que participaban en un ensayo controlado con el fin de evaluar los efectos de los diferentes niveles de actividad física sobre el funcionamiento cardiovascular. Los sujetos eran reclutados de forma aleatoria a través de la guía telefónica. Tras excluir a los que rechazaban participar, a los que presentaban patología activa en ese instante y a aquellos en los que se detectaban alteraciones médicas en la visita basal la muestra quedó reducida a 357 (de edades comprendidas entre 50-65 años) con una edad media de 56.2 años para los varones (ds ± 4) y 57 años (ds ± 4.4) para las mujeres y que sería representativa de la población de edades similares con factores de riesgo cardiovascular. Los resultados obtenidos en la esfera del sueño (limitado a los 30 días previos) reflejaban una problemática evidente de dificultades en la conciliación en el 1,1% de los hombres y en el 2,6% de las mujeres y levantamientos nocturnos con regreso a la cama en el 4,4% y 3,3% respectivamente. En general los resultados son significativamente menores a los obtenidos por nosotros, ya que las dificultades en la conciliación son del 7,4% en los varones y del 13% en la mujeres y de los detectados por Bixler et al. que son del 32,7% y 17,3% respectivamente. Las posibles explicaciones a tales diferencias pueden venir dadas por: a) la edad media -casi 14 años más alta en el nuestro)- lo cual condiciona por un lado una mayor prevalencia de alteraciones físicas y psícopatológicas; b) los protocolos utilizados, ya que en el estudio americano se utiliza un cuestionario propio autoadministrado y que centra las alteraciones en la esfera del sueño en un período limitado de tiempo (últimos 30 días) - si bien ante este hecho no parece existir consenso ya que autores como Karacan et al. encuentran que en la muestra referida a la última semana la prevalencia de alteraciones es del 52% frente al 35% sobre un período de tiempo no específico-; c) pero fundamentalmente, tal y como recoge en su artículo Bliwise et al., por el buen estado de salud de la población a estudio (criterios de selección) enmarcada en la evaluación del ejercicio y el funcionamiento cardiovascular. En esta misma línea se muestran otros trabajos como el de Gislason y Almqvist (23) que manifiestan que cuando el efecto de los trastornos somáticos era controlado, se producía un mínimo incremento de la sensación carencia de sueño en la población sueca de edad avanzada, o el de Ford y Kamerow's (24) que verificaba que cuando no se incluía en la definición de insomnio a los sujetos con dificultades en el sueño que presentaban trastornos somáticos, uso de medicaciones-alcohol u otras drogas la prevalencia disminuía de forma brusca.
Gislason et al. (25) en un estudio epidemiológico transversal tratan de clarificar los hábitos de sueño y los posibles trastornos del mismo en población mayor de 65 años. Para ello utilizan una muestra aleatoria y estratificada de la población que vive en los suburbios de Reikjavik. La muestra se encontraba dividida en cuatro grupos de edad y con edades comprendidas entre 65-85 años, formando cada grupo de edad 100 hombres y 100 mujeres, con lo que el total la constituían 400 hombres y 400 mujeres que suponen el 5,6% de toda la población. La esfera del sueño (trastornos y repercusión diurna) era evaluada por trece preguntas de elección múltiple que se puntuaban en base a su frecuencia con puntuaciones de 1 (nunca) hasta 5 (la mayor parte del tiempo) tal y como recomendaba la Sociedad Escandinávica de Investigación del Sueño. La queja más frecuentemente recogida era la dificultad en el mantenimiento del sueño (37% varones vs 30% mujeres). En cuanto a la necesidad de levantarse durante la noche los hombres presentaban una media de 1,2 frente a 0,8 de las mujeres (p<0.01). La dificultad en iniciar el sueño era recogida en el 9.6% y los despertares precoces en el 16,7%.
Almeida et al. (26) en su estudio evaluativo de las quejas de sueño de la población anciana atendida en un servicio ambulatorio de psicogeriatría detectan que la depresión y la demencia eran los diagnósticos prevalentes en la muestra (40.7% y 22.9%), dentro de los diagnósticos somáticos la hipertensión (31.4%), patología coronaria (11%), diabetes (6.8%) e hipotiroidismo (3.4%). Presentaban quejas en la esfera del sueño el 59.3%, destacando que el despertar precoz y las pesadillas predominaban en los depresivos. Las cifras son notoriamente superiores a las nuestras, lo cual resulta esperable en población atendida en un servicio psiquiátrico.
En nuestro país García-Portilla et al. (27) llevaron a cabo un estudio en una zona básica de salud en la ciudad de Oviedo. La muestra la constituían 329 sujetos mayores de 65 años. Dentro del protocolo administrado se procedió al pase del MEC, el GHQ 28 y un protocolo ad hoc para la detección de los trastornos del ritmo del sueño/vigilia. En lo referente a los trastornos del sueño para el 34.1% la duración del sueño nocturno era menor de seis horas, y el 29.3% presentaba un período de latencia la duración del sueño nocturno superior a una hora. La valoración del patrón de sueño por el propio sujeto resultaba insatisfactoria para el 47.7%, reflejando el 16.5% dificultades de inicio y el 28.7% dificultades en el mantenimiento. El sueño se encontraba fragmentado en el 81.2%, despertándose dos o más veces el 45%. Si se correlaciona la puntuación del GHQ con las distintas variables de sueño, se encuentra asociación significativa con las horas de sueño nocturno (p<0.005), así los que manifiestan dormir menos de seis horas puntuaban como caso en el 29.5% frente al 15.3% de los que dormían más de seis horas. Estos resultados van en la misma línea que lo obtenido por nosotros por medio del GHQ-60, donde las puntuaciones elevadas en cualquiera de los ítems que valoran sueño correlaciona con la probabilidad de ser caso. Por último, la asociación entre MEC y la variable horas de sueño diurno resultó significativa (p<0.01), detectándose que entre los que referían no dormir por el día puntuaban como casos en el MEC el 8,3% frente a un 18,7% de los que admitían dormir. En nuestro estudio también se observa asociaciones altamente significativas entre los sujetos con alteraciones del sueño (todas las variables a excepción de la pérdida de sueño por las preocupaciones) y deterioro cognoscitivo.
Más recientemente Pando-Moreno et al. (28) tratan de objetivar las alteraciones del sueño en población anciana. Para ello utilizan una muestra aleatoria de 246 sujetos de una zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara. Como instrumentos utilizan el GHQ-30 y la escala de depresión geriátrica de Brink et al. (29). El 685 de la población estudiada presentaba al menos un síntoma de trastornos del sueño de forma genérica, predominando en las mujeres y en los grupos etarios de 70-74 y 85-90 años. Las quejas más frecuentes eran el no sentirse lleno de vida y energía (56.9%) y el tener dificultad para dormir toda la noche (32.9%). La depresión se presentaba fuertemente asociada a todos los análisis sometidos en la esfera del sueño. A pesar de la elevada prevalencia de trastornos psicológicos en población anciana, ninguno de los participantes en el estudio manifestó estar recibiendo en ese instante tratamiento alguno para los trastornos del sueño. Los autores lo atribuyen a “creencias populares” de que dichos trastornos son propios de la edad y a dificultades en la accesibilidad a los servicios especializados de psicogeriatría.
Conclusiones
1.- La prevalencia de los trastornos del sueño afecta a un tercio de la población.
2.- El tipo de alteración más frecuente es el despertar cansado y la preocupación por la pérdida de sueño en las mujeres frente al despertar precoz y cansado de los varones.
3.- Los resultados muestran las cifras más elevadas en mujeres, en los sujetos de mayor edad y en los viudos.
4.- El padecimiento de trastornos del sueño se asocia a una mala autopercepción de salud, tanto general como mental.
5.- Los sujetos que padecen alteraciones en la esfera del sueño tienden a manifestar mayor morbilidad psiquiátrica menor, y mayor disfuncionalismo cognoscitivo.
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