Gerontología - Universidad MaimónidesGerontología - Universidad Maimónides
Febrero 26, 2005
Medicina y derechos humanos

Esta conferencia nace de una serie de materiales que recopilé en su momento para diseñar una unidad didáctica relativa al curso de Psicosociomedicina. En la misma se ha pretendido, creo que consiguiéndolo, conectar la medicina con los derechos humanos, pues la salud es un derecho humano irrenunciable que no sólo debe conocer en profundidad el profesional de la salud (médicos, enfermeros, psicólogos clínicos, farmacéuticos, etc.), sino todos los profesionales sean cuales sean su actividad laboral, así como el público en general.

Manuel Juan Estévez Gil
FUENTE: INTERPSIQUIS. 2005;
23/2/2005

Primero trataremos algo de la salud integral, luego la igualdad de las personas, la relación paternalista, la experimentación con humanos, el secreto profesional, referencia de algunos documentos, la entrada en vigor en España de la Ley 41/2002, básica de Autonomía del Paciente el 16 de mayo de 2003, la doble dimensión del derecho a la información. Finalizamos con una entrevista al cardiólogo italiano Gianni Tognoni, consultor de la Organización Mundial de la Salud, sobre los medicamentos esenciales, pero introduciendo previamente unos datos sobre éstos.

El bienestar integral depende del acceso a los recursos necesarios para cumplir con las necesidades fundamentales proclamadas en la Declaración de los Derechos Humanos. El derecho a la vida, a la alimentación, a los servicios de salud, a la educación, a la familia, a la libertad, etc. Todos ellos son base y plataforma para que el desarrollo humano integral sea posible. Por el hecho de ser persona todos gozamos teóricamente de los derechos humanos. Pero la realidad demuestra que no todos los pueblos pueden garantizarlo para sus niños, ancianos, mujeres y hombres.

En todas las comunidades existen grupos más vulnerables que otros. Ellos son las personas con capacidades diferentes, que suelen ser denominados discapacitados. No mencionaremos este término porque es incorrecto, este no es momento de explicar la razón de ello. Posiblemente habrá ocasión para tal debate. Se suelen clasificar para la ciencia médica dentro de las discapacidades diferentes la: mental, visual, auditiva, motora, etc. Yo clasifico las capacidades diferentes de forma más específicas, porque la confusión en este aspecto es gravísimo, incluso hay alguna institución internacional, incluidos el Estado de California, EEUU, que pone en la misma línea a la hora de clasificar para el trabajo: deficiencia física y mental. Esto es un desprecio al rigor científico. Mi clasificación, que puede ser mejorada, es:

· Física: Impide realizar las actividades cotidianas. Por ejemplo, deambular, sordera, ceguera, etc.
· Psíquica: La que impide actividades cognoscitivas, es decir, disminución de capacidad intelectual.
· Mental: La que impide, ocasional o permanentemente, percibir la realidad o crisis de identidad

No se puede ignorar las disminuciones asociadas -dificultades de lenguaje, emocional, etc.- que, en el área educativa especialmente, se han tratado siempre desde la pedagogía terapéutica. Igual desde la pedagogía y la psicología. Hoy, también, es tratada desde la psicopedagogía. Esta la consideramos más apropiada que las dos últimas para el ámbito del aula. Es justamente cuando los derechos fundamentales no se cumplen cuando esa diferencia en las capacidades se transforma en discapacidad. Una expresión poco agradable pero real a la hora de evaluar la equidad en las oportunidades.

Todos los seres humanos valen por el hecho de haber nacido como tales, y de ello derivan los derechos fundamentales. Una igualdad básica y universal nos engloba y nos dignifica, más allá de las diferencias que entre los miles de millones de seres humanos puedan existir. Diferencias de raza, sexo, edad, condición económica, estado civil, habilidades profesionales o artísticas, conocimiento intelectual, etc. sí existen. Lo que no existen son dos personas que sean idénticas, como tampoco no existe una persona que sea más digna que otra. Nuestras diferencias entre los seres humanos no son esenciales, es decir, no afectan a nuestra esencia como personas. Las diferencias son las que hacen a la diversidad de la raza humana, pero no deberían ser tomadas en cuenta a la hora de valorar a los demás. Tampoco a la hora de posibilitarles acceder a sus derechos fundamentales. Discriminar es poner el énfasis en lo que tenemos de diferente para excluir, olvidar, maltratar, denigrar, causar un sufrimiento personal y social, etc. Por esto, no discriminar jamás es lo adecuado. Cada uno de nosotros podría ser una de esas personas con capacidad diferente en cualquier momento. Por ejemplo, usted que lee esto ahora, mediante un proceso de enfermedad o un accidente de tráfico, laboral, etc. Todas las personas con capacidades diferentes tienen un estilo de vida adaptado que, en una sociedad tolerante e inclusiva, no tendría por qué ser una carga. Muchos ejemplos demuestran que algunas diferencias pueden convertirse en oportunidades, de tal forma que quien posea capacidad para algo determinado debe ser orientado a ello, formarlo y hacerlo útil plenamente. La falta de un miembro del cuerpo o de una función orgánica o mental no nos transforma en menos humanos. Es la falta de inteligencia y tolerancia la que nos vuelve más inhumano. Lo que distingue a una persona con capacidades normales de las que tienen capacidades diferentes es la capacidad creativa para poder encontrar en cada situación de la vida un espacio de expansión de la conciencia, esto está en la base de nuestra excelencia dentro de la escala biológica. No nos hace más humanos el marcar las diferencias, sino el saber absorberlas comunitariamente y transformarlas en oportunidades sociales de inclusión para quienes la tienen. Cualquiera podría presentar una diferencia de un día para el otro. Esta realidad no la prevé quienes deben hacerlo porque, entonces, prepararían una estructura social que pudiera contenernos en caso de que pudiéramos sufrir nosotros mismos un daño o una pérdida funcional en el futuro o en la vejez. Como en casi todos los problemas, alrededor de una persona diferente se crea un espacio de comprensión familiar, incluso grupal, que luego se va extendiendo al entorno y a la sociedad. Gracias a estas personas diferentes, que saben aportar tanto a la riqueza del conjunto, las sociedades ganan en tolerancia y humanización, lo que hace más sencillo el acceso a los derechos humanos.

La enfermedad constituye un acontecer que es fuertemente regresiva. De hecho, siempre produce una regresión a la infancia. El paciente es como un niño que necesita ser protegido. Por esto surge en él la tendencia a promover en el médico una actitud paternalista. El profesional de la salud (específicamente psiquiatra, psicólogo y enfermero/a) necesita estar atento para descubrir esta actitud psicológica de protección de su paciente y debe tener la capacidad suficiente para no dejar de ser el profesional que es y transformarse en un padre que no es. Si a pesar de todo, esta situación de solicitud paternalista se da la relación médico-paciente adquirirá las características de la relación padre-hijo. En la práctica médica se esto que requiere ser investigado y resuelto con contundencia, pues dicha relación, adecuadamente orientada es terapéutica. Las consecuencias de una relación padre-hijo es que el acontecer médico (psiquiatra y psicólogo clínico) se altera y pervierte saliéndose del curso natural que debe tener, y a veces, el médico inconscientemente pone al paciente al servicio de la experimentación. Cuando se da la situación de la relación padre-hijo adquiere un nuevo carácter, es decir, el paciente se ha transformado en una cosa con la cual se puede experimentar, no una persona, y los Derechos Humanos quedan totalmente desvirtuados.

Exponer al paciente a la experimentación es atentar a los derechos humanos, pues se empieza a ver al paciente como un objeto, cosifica el vínculo con el mismo y termina olvidándose de la condición humana del paciente. En el Juramento Médico como fórmula de Ginebra en alusión a la Declaración de Ginebra (1946), establecen la advertencia formulada en los siguientes términos que cada médico debe hacerse a sí mismo: "No permitiré que consideraciones de raza, religión, nacionalidad, partidos políticos o condición social intervengan entre mi deber y mi paciente". Estas manifestaciones se encuentran en el Código Internacional de Ética Médica desde 1949. Las experiencias médicas han sido regladas por el Código de Nürenberg referidas a la experimentación en seres humanos y por la Declaración de Helsinki de 1964.

Con cierta frecuencia, las personas actuamos como clasificadores de los derechos humanos, defendiendo a ultranza unos y despreciando manifiestamente otros. Este hecho se hace más evidente si se analiza lo que está sucediendo con estos tres aspectos:

· El derecho a la vida.
· El derecho a la integridad personal.
· El derecho a la intimidad.

Estos derechos referenciados, reciben un trato que bien puede calificarse como discriminatorios, pues, existe un consenso general en condenar los actos que comprometen la vida y la salud de las personas, pero fomentamos un desprecio hacia su derecho a la intimidad. El derecho a la intimidad, en el ámbito de la medicina, se ha transformado en una actitud poco rigurosa en la custodia del secreto profesional, que se encuentra indisolublemente ligado a dicho ámbito. Con cierta frecuencia vemos en prensa, radio y televisión la existencia de comparecencias, declaraciones y comunicados de profesionales de la medicina que, sin ningún tipo de justificación ética, deontológica o legal, divulgan lo que sólo y únicamente pertenece a la intimidad de las personas, cuyo derecho se invade y quiebra. Por ejemplo, cuando se lesiona un deportista es cotidiano hacer manifestaciones sobre la marcha carente de toda reflexión y de consecuencias imprevisibles.

Por secreto profesional médico se entiende «la obligación permanente de silencio que contrae el médico, en el transcurso de cualquier relación profesional, respecto a todo lo sabido o intuido sobre una o más personas». El secreto médico es inherente al ejercicio de la profesión y se establece como un derecho del paciente a salvaguardar su intimidad ante terceros. No obstante a lo que vengo comentando sobre el secreto médico ahora se produce en una actuación sanitaria muy diferente de la del pasado. Hasta no hace mucho las relaciones eran personales e intersubjetivas entre médico y paciente. Sólo el facultativo, pocas veces el/la la enfermero/a o los familiares del médico, podían acceder en algún caso al secreto médico. Hoy, además de trabajarse en equipo, también se hace en campo hospitalario en una medicina que puede reputarse de eficaz, pero indudablemente masificada, y los datos recibidos del enfermo, bajo su intimidad y privacidad y los descubiertos en la propia actividad clínica, se recogen informatizadamente y a ellos pueden acceder no tan sólo cualquier sanitario de la institución hospitalaria, sino ajenos a la función terapéutica como son los propios administrativos y subalternos.

En el terreno deontológico, ya desde el Juramento de Hipócrates se recuerda a los médicos que «si en mi práctica médica, o aun fuera de ella, viere u oyere, con respecto a la vida de otros hombres, algo que jamás deba ser revelado al exterior, me callaré considerando como secreto todo lo de este tipo». El Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica Colegial Española deja claro cuál debe ser la actitud profesional respecto al secreto y señala las excepciones a tal cumplimiento. Respecto a la intimidad, aun con la autorización del paciente, el profesional de la salud debe salvaguardar la reserva de la intimidad que le impone su actividad. Por ejemplo, la necesaria protección de la intimidad después del fallecimiento de una persona instó al legislativo a elaborar en 1994 una orden por la que quedó sin efecto la obligación de inscribir en el Registro Civil la causa de la muerte, previéndose además el tachado de oficio de las causas de muerte registradas con anterioridad, de modo que queden ilegibles en lo sucesivo.

El Código Penal, en el segundo párrafo del artículo 199 señala: «El profesional que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona, será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por tiempo de dos a seis años».

Por el interés general reproducimos el Código Internacional de Ética Médica. Deberes generales de los médicos:

El médico mantendrá siempre el más alto nivel de conducta profesional. El médico no permitirá que el ejercicio libre e independiente de su juicio profesional en favor de sus pacientes quede influido por motivos de ganancia. En todo tipo de práctica médica, el médico procurará prestar su servicio profesional con competencia, con plena independencia técnica y moral, y con compasión y respeto por la dignidad del hombre. El médico debe tratar con honradez a sus pacientes y colegas y se obliga a denunciar a los médicos débiles de carácter o deficientes en competencia y a los que incurran en fraude o engaño.
Se consideran faltas de ética las siguientes prácticas:

a) La publicidad hecha por el médico, a menos que esté permitida por las leyes del país y por el Código de Ética de la asociación médica nacional.

b) Dar o recibir una comisión u otra ventaja por haber enviado un enfermo a un colega, o por dirigir al paciente a determinada farmacia o establecimiento. El médico deberá respetar los derechos de los pacientes, de los colegas y de los otros profesionales de la salud, y protegerá las confidencias de sus enfermos. El médico, cuando administre cuidados profesionales que puedan debilitar la condición física o mental de su paciente, sólo lo hará para beneficio del enfermo. El médico obrará con suma cautela al divulgar, a través de canales no profesionales, sus descubrimientos, nuevas técnicas o remedios. El médico certificará sólo lo que haya comprobado personalmente.

Deberes de los médicos hacia los enfermos:

* El primero: Preservar la vida humana

El médico tendrá siempre presente su deber de preservar la vida humana. El médico debe a su paciente una total lealtad y todos los recursos de su ciencia. Siempre que un médico vea que alguna exploración o tratamiento sobrepasan su capacidad, deberá pedir la ayuda de otro médico que tenga la habilidad necesaria. El médico guardará secreto absoluto sobre todo lo que sabe acerca de su paciente, aun después de la muerte de éste. El médico tiene la obligación humanitaria de prestar auxilios en caso de urgencia, a no ser que esté seguro de que otros médicos pueden y quieren prestar esos auxilios.

* Deberes de los médicos entre si:

El médico se portará con sus colegas como quisiera que sus colegas se portaran con él.
El médico no puede atraer hacia sí los pacientes de sus colegas.
El médico observará los principios de la Declaración de Ginebra aprobada por la Asociación Médica Mundial. Adoptado en Londres, 1949. - Enmendado en Sydney, 1968, y en Venecia, 1983.

Debe valorarse si, con el mantenimiento del silencio como expresión del respeto al derecho a la intimidad, puede ponerse en peligro el derecho a la integridad personal o a la vida de quien guarda el secreto. Ésta es una situación conflictiva, debido a que participan los principios bioéticos de beneficencia y autonomía. Efectos del silencio sobre otras personas relacionadas con el enfermo o sobre un grupo social determinado, ha de considerarse que el derecho a la intimidad de un paciente nunca debe poner en peligro el derecho a la integridad personal o la vida de otras personas. Aquí no existe el conflicto bioético del enunciado anterior, ya que los principios señalados son de aplicación a cada persona y su respeto nunca debe afectar a los derechos fundamentales de otros.

Donde cabe poca discusión es los efectos sobre el médico, ya que existen disposiciones legales que obligan al profesional, tanto a la denuncia de determinados hechos que pudieran ser constitutivos de delito, como a comparecer como testigo. De todas las formas, no debe olvidarse que pueden quedar aspectos de la información reservados, en cuanto no afecten a lo sustancial de los hechos denunciados o declarados.

Aparte de los casos señalados, la actitud del profesional sanitario debe ser siempre de absoluto respeto al secreto profesional, y cualquier postura contraria deja traslucir menosprecio a los principios éticos, deontológicos y legales de la práctica sanitaria, es decir, se vulneran los derechos humanos. La existencia de comunicados, declaraciones, ruedas de prensa en las que los médicos divulgan secretos es algo que puede tener consecuencias negativas. Esto ha de cuidarse bastante, por lo que hacer un ejercicio de prudencia es aconsejable. La justificación de manifestarse el médico es siempre la existencia de un interés social por conocer los aspectos acerca del enfermo. Sin dudas, este interés no forma parte de los motivos éticos, deontológicos ni legales que justifican la vulneración del secreto. Puede ser aplicado, tanto para satisfacer la curiosidad social sobre determinadas personas, como para preservar el secreto profesional, la utilización del sistema de portavoces que ya se va haciendo habitual. Debe quedar claro que, en ningún caso, debe ser un portavoz de un médico o de un centro sanitario el que rompa la intimidad, sino que debe serlo del paciente o de sus allegados. No olvidemos que sólo el paciente o sus allegados son los únicos destinatarios de la información que obtengan los profesionales de la salud en su ejercicio profesional.

El Consejo de Europa, en su Recomendación de 13 de febrero de 1997, relativa a la protección de los datos médicos, después de afirmar que deben recogerse y procesarse con el consentimiento del afectado, indica que la información puede restringirse si así lo dispone una Ley y constituye una medida necesaria por razones de interés general.
Todas estas circunstancias aconsejan una adaptación de la Ley General de Sanidad con el objetivo de aclarar la situación jurídica y los derechos y obligaciones de los profesionales sanitarios, de los ciudadanos y de las instituciones sanitarias. Se trata de ofrecer en el terreno de la información y la documentación clínicas las mismas garantías a todos los ciudadanos del Estado, fortaleciendo con ello el derecho a la protección de la salud que reconoce la Constitución.

La entrada en vigor de la Ley 41/2002, básica de Autonomía del Paciente el 16 de mayo de 2003 incorpora unos principios sobre el derecho a la información y documentación clínica que tienen particularidades específicas en cuanto a la utilización de medicamentos en los procesos asistenciales. Algunas críticas a esta ley desde la perspectiva farmacéutica sostienen que el derecho a la información sobre los medicamentos es una laguna. La Ley 41/2002 no es, ni lo pretende, un código exhaustivo sobre el derecho a la información sanitaria, sino que se centra, de modo preciso, en la información clínica como elemento sustancial de la autonomía de la voluntad, especialmente en la relación médico-paciente.

El derecho a la información tiene una doble dimensión:

· La información terapéutica, que es verbal y continuada a lo largo del proceso asistencial y que se facilita al paciente respecto de su patología, incluidos tratamientos, medicamentos y recomendaciones sobre régimen de vida.

· El consentimiento informado, que es la información verbal o escrita sobre su situación de salud y los tratamientos disponibles para una libre, voluntaria y consciente decisión previa a una intervención.
Estas dos dimensiones no son obligaciones diferentes de la tarea informativa del médico, sino estadios, grados o escalas. Si en el consentimiento informado se considera el deber de información al paciente como presupuesto previo e ineludible de su libre decisión, la información terapéutica tiene como objetivo facilitar el diálogo y la complicidad con él para conseguir su colaboración en el tratamiento.

Seguidamente incluimos unos datos de gran interés, por quien lo dijo, el cardiólogo italiano Gianni Tognoni, y que tiene una relación directa con esta conferencia. Posterior a esto leeremos una entrevista, también elocuente, para lo que venimos tratando.

Tognoni es consultor de la Organizacion Mundial de la Salud y su trayectoria incluye haber sido uno de los autores de lo que el mundo de la medicina considera un hito en políticas de salud: el listado de medicamentos esenciales. A un cuarto de siglo de la creación de este catálogo que funcionó como una virtual declaración de derechos universales del hombre en el mundo de la salud, Tognoni disertó en Buenos Aires sobre la encrucijada de los medicamentos como derecho o mercancía.

La charla fue organizada por la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina de la UBA, junto al área de Salud del Instituto de Estudios y Formación de la CTA y ATE Nacional.

Aquel listado de medicamentos esenciales formo parte de un proceso de análisis encarado por un Comité de Expertos en Farmacia y Farmacología formado por la OMS en el 1977. Según Tognoni, aquella sistematización surgió como respuesta a un determinado contexto histórico, económico y social. El listado fue propuesto por la OMS a todos los países del mundo a modo de orientación. Incluía una nomina de productos cuyos valores en este momento están en discusión. "Los medicamentos -explico- son solamente una herramienta de un escenario mucho mas importante, son herramientas menores. Lo importante es el escenario, y el escenario es la salud."

Ese escenario, en la actualidad, "convierte al derecho (a la salud) en mercancía, por el hecho de que no se aplica cuando no sirve a quien tiene el poder de decidir cuales son las prioridades". "La salud es igual a mercancía -recalcó-: las grandes inversiones son pensadas para una población comparativamente minoritaria. En cambio, no se vieron los mismos avances en las cuestiones de accesibilidad a la salud."

El anclaje local de Tognoni fue la existencia misma de la Cátedra de Salud y Derechos Humanos: "Los derechos humanos en la medicina son una novedad, solo existen experiencias parciales en Europa". El experto advirtió que "todo derecho, incluso el de la salud, se transforma (en la actualidad) en una mercancía".

En ese sentido, alerto sobre la dificultad de garantizar la independencia en la investigación: "La alianza entre la academia y la industria es tan grande -aseguro- que ya no se puede encontrar expertos independientes".

"La cantidad de medicamentos inútiles y totalmente inocuos que existen y han existido en el mercado, en todos los mercados, es un desafió a la inteligencia misma, y las cosas que dicen los laboratorios para presentar los bienes de algunos medicamentos no tienen nada que ver con un discurso humano. El problema es que esto no solamente es el producto de una manipulación y de una corrupción. Es evidente que se trata de un mercado que pasa por otras reglas. Nunca se podría pensar en la aparición en el comercio de un auto que después no anda, no funciona, no hace nada. Este auto desaparece el día después", señaló.

Y explico que esto tiene que ver con el poder del mercado, pero también con el poder de la creencia popular en el sistema de salud, apunta. Mientras la gente accede a la medicina estimulada por la "idea de entrar al mundo del poder y de la salud", dice Tognoni, el mercado sigue creciendo, se siguen financiando investigaciones para producir nuevos medicamentos con precios altos y caros que no son caros por buenos sino porque la industria necesita recuperar su nivel de inversión.

(Entrevista con el cardiólogo italiano Gianni Tognoni, Navarra G, La Nación 21 de Octubre 2003, enviada por Martín Canas).

Para el epidemiólogo, en la consulta debe hacerse un proyecto conjunto de terapia. Indicar medicamentos es solo una parte. La buena relación en el consultorio garantiza el cumplimiento de las metas de Médicos de cabecera y especialistas.

El profesor Gianni Tognoni, director del Instituto de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri de Milán, Italia, fue uno de los oradores principales del XXX Congreso Argentino de Cardiología, que acaba de concluir en Buenos Aires, organizado por la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Tognoni es un prestigioso epidemiólogo, volcado principalmente al campo de la salud pública, y su especialidad son los estudios sobre grandes poblaciones.

- Como se justifica que existan tantos ensayos sobre drogas y que cada uno concluya que sus resultados son los mejores?

- No se debe creer en las afirmaciones. Hay que ver datos. Comprobar que realmente un medicamento o un tratamiento repercutan sobre la salud publica. Por ejemplo, si un resultado en una población seleccionada dice que tal droga redujo la mortalidad un 30%, no alcanza. Hay que traducirlo a números absolutos, como 1 en 100, porque si no se oculta que el pasaje de las conclusiones a la practica no tiene resultados importantes. Si hay que tratar 20 pacientes durante un año para salvar una vida puede valer la pena, pero si hay que tratar 100 durante 5 años para salvar un infarto, eso si es un problema.

- Todo el tiempo se nos indica bajar la presión o el colesterol. ¿Siempre hay que tomar drogas para estar a salvo?

- que son el punto más critico.

- Pero los médicos dicen que la gente no cambia de hábitos....

- Claro, porque frente a una propaganda de mercado que dice siempre medicamentos y por otro lado consuma y no se mueva, se crea una cultura que ve en los medicamentos la vía mas corta para producir algo que finalmente no se produce. Porque tampoco en Europa, donde las personas acceden sin dificultades a la medicación, los tratamientos se cumplen.

Salvo que sea alguien muy obsesionado con su salud, los fármacos se dejan a los seis meses porque la
mayoría se aburre, siente que son una condena.

- ¿Entonces?

- Es de relación medico-paciente. Nosotros, en Italia, estamos organizando una encuesta para evaluar cual es el error que conspira contra el cumplimiento de los tratamientos. Para manejar los factores de riesgo no es suficiente prescribir, se trata de hacer un proyecto con el paciente. En ese estudio le pedimos al medico que declare cual es su target. Por ejemplo, si dentro de un año quiere bajar el colesterol o concientizar sobre el riesgo. Hay estudios que muestran que si el paciente conoce el riesgo controla todos sus factores, y el hecho de caminar un poco mas, comer un poco menos o dejar de fumar lo ayuda mucho. También puede tomar medicamentos. Pero antes debe adherir a la terapia y eso depende de la capacidad del medico de conocer al paciente.

No todos entienden el riesgo de la misma manera. La gente con muchas carencias, centrada en sobrevivir, no piensa demasiado de acá a 10 o 15 años...

- De todos los factores de riesgo, ¿cual es el más importante?

- La edad. Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte, pero la expectativa de vida aumenta y de algo tenemos que morir.

Para dar una idea, si una persona sufre un infarto a los 55 años su riesgo de morir dentro de los 35 días siguientes es del 1,2%. Pero ese infarto en una persona de 75 aumenta el riesgo más del 15%. La genética es importante en las familias que tienen infarto joven, entre los 55 y 60 años, que no es más del 10% de la población. Obviamente no es lo mismo ser sedentario, fumador, obeso e hipertenso que no serlo. Pero lo que multiplica todos los riesgos es la edad. Por eso, los ensayos de nueva medicación deben incluir mayores de 65. Si no, no se observan las ventajas de las nuevas drogas en edades con más eventos.

- Entonces, ¿siempre hay que indicar medicación?

- No, no siempre. Hace poco, las autoridades sanitarias de los Estados Unidos indicaron nuevos valores óptimos de presión arterial: 120/80.

Pero nadie ha demostrado que bajar la presión a esos niveles le sirva a todo el mundo. Puede ser una recomendación para algunos grupos poblacionales. Personas muy ancianas con la presión demasiado baja pueden sentirse mal. Hay algo obvio: llevar a todos a 120/80 permite ampliar el mercado. Es como la diabetes, otro gran factor de riesgo: ¿que se hace? ¿Tratarla cuando se la diagnostica? ¿Descubrirla en personas aparentemente sanas? ¿Medicar la glucemia posprandial? A partir de las respuestas, se podrá incluir una fracción o la totalidad de la población, pero hacen falta estrategias bien delimitadas según grupos etarios. E indicar drogas luego de evidencias importantes.

- ¿El sistema italiano de salud tiene médicos de cabecera?

- Los médicos de cabecera firmaron un convenio con el sistema público de salud. El paciente no va directamente al especialista. Es mucho mejor porque ahorra costos y permite que accedan a servicios especializados quienes sufren problemas específicos.

- En la Argentina, en cambio, la mayoría son especialistas... Y, entre ellos, muchos cardiólogos...

- Si, no pensé que hubiera tantos. El problema aquí es que no hay un sistema nacional de salud. No toda la población tiene el mismo acceso, buena parte esta excluida, el sistema esta muy fragmentado. Hace falta una gran revisión, aunque no sea sencillo.

Que la presente conferencia haya aportado algo a quienes la han seguido es el único objetivo que ha perseguido el autor. Gracias

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Febrero 26, 2005 07:28 AM