"Desde siempre, mi sueño mayor fue transformar la sala de espera en una sala de esperanza. Para que los médicos podamos ser no sólo dispensadores de salud, sino, fundamentalmente, proveedores de esperanza. Porque, a fin de cuentas, los pacientes pierden la vida, pero nunca la esperanza", sostiene el doctor Armando Pérez de Nucci.
Armando Pérez de Nucci
La Nación
Domingo 11 de Febrero de 2007
"Actualmente, vivimos una crisis profunda de la relación médico-paciente. En parte por la falta de tiempo; sé de hospitales donde se le pide al médico que atienda 15 pacientes por hora, esto da 4 minutos para cada uno. ¿Qué diagnóstico se puede hacer en 4 minutos? Además, por las técnicas modernas, cada vez más impersonales y deshumanizantes."
Pérez de Nucci es médico y escritor, miembro de las academias nacionales de Medicina, y de la Historia y la Etica en Medicina. Ha presentado su tesis doctoral en Filosofía sobre Antropoética del acto médico: el hombre como protagonista . Es autor de varios libros, entre otros del reciente De la sala de espera a la sala de la esperanza , una introducción a lo que denomina antropoética médica . Fue discípulo de su colega y amigo, don Pedro Laín Entralgo.
-¿En la Universidad se estudia la relación médico-paciente?
-En teoría sí, pero en torno de este tema hay lo que denomino "doble discurso moral en medicina", ya que por un lado se declama la necesidad de una formación integral y humanística, y por otro, año tras año se van recortando programas y restando horas al dictado de materias como Historia de la Medicina, Antropología Médica o Bioética. La realidad no concuerda con el discurso y eso lleva al dualismo moral.
-¿Qué es estar enfermo?
-La enfermedad puede considerarse como un padecimiento personal, intrasferible y biográfico, que va a alterar los planes y proyectos que cada persona tiene en su vida. Imagine una persona cuyo proyecto fuera ser cirujano y de pronto la ataca un mal que le inhabilita el uso de las manos. Es un buen ejemplo de enfermedad personal y biográfica, como son todos los padecimientos humanos.
-¿Cuándo puedo considerarme sano?
-Nada más esquivo y complejo que el concepto de salud. Y eso se debe fundamentalmente al hecho de que a los médicos nos forman para descubrir y tratar enfermedades, y no para diagnosticar el estado de salud. Nos forman con una mentalidad que solamente ve individuos enfermos y no sabe reconocer a lo sanos. Históricamente, el término salud estuvo asociado a salvificación , estar a salvo. Pero ¿estar a salvo de qué?: de enfermedad, padecimiento, malestar y sufrimiento no solamente físico, sino también mental y espiritual. Y en este esquema deben considerarse factores objetivos (¿qué es lo que veo?) y subjetivos (¿qué siente el paciente?, ¿cómo actúa la sociedad y la cultura en la génesis del malestar o bienestar humano?). De una integración racional de estos factores surgirá un concepto de salud.
-¿Qué es la antropoética?
- Es una novedosa ciencia que considera al paciente como ser integral, con todo lo que representa: su naturaleza humana, su destino, sus juicios de valor y decisiones morales, sus enfermedades y el sentido que tienen para él y para la sociedad su puesto como hombre en el mundo. También, su poder para remediar los males de una sociedad donde la pobreza y la falta de oportunidades determina diferentes formas de enfermedad y muerte. Antropoética es reflexión, pero también propuesta.
-¿Qué puede exigirle el médico a su paciente?
-Que sea un buen paciente, que tenga una actitud de esperanza, pero al mismo tiempo crítica y expectante. Que sea un ser racional, autónomo y libre, capaz de tomar decisiones y que trabaje con su médico en una especie de camaradería para alcanzar el destino final de la medicina, que es la curación de la enfermedad, el alivio de los síntomas o la ayuda a bien morir.
-¿Cómo era don Pedro Laín Entralgo?
-Conocí a don Pedro en Madrid, a comienzos de los años 80, cuando me invitó a disertar, en su cátedra de Historia de la Medicina, sobre Aspectos médicos y políticos en la obra de Julio Cortázar , y desde ese momento mantuvimos una cordial amistad que duró hasta su muerte, en 2001. Por aquellos años era presidente de la Real Academia de Letras y recuerdo que un día nos invitó a conocer sus secretos, nos guió por archivos fabulosos, salas de reuniones, un mundo impensado para nosotros. En su última visita a nuestro país conversamos mucho, y cuando repasé las notas que había tomado descubrí que eran una buena síntesis de su pensamiento más íntimo. Publiqué estos apuntes con el título Conversando con Pedro Laín Entralgo . Ha sido un factor muy importante tanto en el desarrollo de mi vida creativa como en el de mi praxis médica.
Luis Aubele
Vivir, morir
La muerte es uno de los horizontes obligados de la medicina. El problema reside en que, para la formación médica habitual, vida y curación son signos de éxito y muerte, de fracaso. Esta idea debe ser erradicada de la formación profesional. Porque nos olvidamos con frecuencia de que el médico cura poco, mejora mucho y consuela siempre, como dice el viejo aforismo. Recordado siempre, pero aplicado muy poco en la práctica. En realidad, es más difícil ayudar a bien morir que curar, y la mayoría de las veces eso se debe a que la muerte de cada paciente nos enfrenta a nuestra propia finitud, lo que a veces no podemos tolerar.
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