Gerontología - Universidad Maimónides

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Sobre el arte de envejecer y el de esconder la edad

Todo el mundo quiere llegar a viejo, pero nadie quiere serlo

El arte de evitar dar a conocer la edad fue, desde siempre, un tema considerado inherente al patrimonio universal femenino. Pero últimamente se ha extendido también al género masculino, creando una tendencia casi obsesiva.

La Nación
09-02-2007
(La publicación de este artículo no quiere decir que compartamos la opinión del autor)

Así, aunque los criollos sepan que el zorro se las sabe todas por zorro, pero más por viejo, tampoco es menos cierto lo que dijo la actriz Katharine Hepburn: "Cuanto más se envejece, más se parece la torta de cumpleaños a un desfile con antorchas".

Cuenta Laura Ayerza, ama de casa porteña, que su madre era coqueta a punto tal que había corregido el año de su nacimiento de la libreta cívica con un corrector líquido: "Me enteré de que hoy tendría 100 años, después de encontrar su documento de identidad nuevo, sin adulteraciones". Ayerza declara tener 75 espléndidos años, sin miedo al qué dirán.

Lo cierto es que todo el mundo quiere llegar a viejo, pero nadie quiere serlo. "En los años 90 –cuenta una periodista que prefiere perderse en el anonimato–, me encargaba de la sección de personajes para una revista semanal. Al terminar un reportaje, el entrevistado –un famoso– se negó rotundamente a dar la edad, y como la editorial exigía que figurara ese número entre paréntesis junto al nombre de todas las personas mencionadas, la nota nunca salió publicada." El hombre dirige actualmente un centro de yoga. Y nadie le pregunta la edad antes de asistir a las clases.

Hace días, en la fila para pagar en una librería de Larrea y Paraguay, un hombre de edad incierta desafiaba a una mujer de cierta edad: "Si pudieras elegir una pareja más joven, ¿no lo harías?" La respuesta está quizá flotando en el viento. Al cantante Cacho Castaña se lo ve muy feliz con su mujer, unas décadas menor. Pero a Sergio Denis no le ha ido muy bien, se sabe.

Si se hace un poco de historia, se recordará que Remedios de Escalada se casó a los 14 años con el entonces coronel don José de San Martín, unos 20 años mayor.

Otras voces, otros pueblos

Mientras los japoneses creen en aquello de que "sólo en medio de la actividad desearás vivir 100 años", los chinos dicen que hay que subir la montaña como un viejo para llegar como un joven. En tanto, un antiguo aforismo pequinés diría que nunca se pierden los años que se quita una mujer: van a parar a cualquiera de sus amigas. No menos gráfico, el pueblo ruso registra entre sus refranes que "saber demasiado es envejecer pronto".

En Suiza se dice que la edad no juega ningún papel relevante, a no ser, por supuesto, que se esté hablando de un queso. El folklore sueco admite que "los jóvenes van en grupos, los adultos en pareja y los viejos... solos".

Y aquí corre una sentencia nacional de improbable origen: "La vida empieza a los 40... Empieza a embromar".

La misma edad, siempre

Dominar el difícil arte de envejecer es quizás el mayor desafío humano. Pablo Picasso señaló en una oportunidad que "hace falta mucho tiempo para ser joven". El escritor Graham Greene (1904-1991) expresó en una entrevista que "en el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad".

Hace siglos, el español Baltasar Gracián asociaba la edad de la gente con representaciones de la fauna: "A los 20, un hombre es un pavo real. A los 30, un león. A los 40, un camello. A los 50, una serpiente. A los 60, un perro. A los 70, un mono y a los 80, nada".

Madurar bien y mal

Hace mucho ya que la escritora francesa Simone de Beauvoir se preguntaba, en su obra La vejez, sobre el puesto del viejo en el mundo humano. Y en el prólogo de Eugenesia y matrimonio, de Francisco Haro, el español Gregorio Marañón reclama "respeto infinito" para el viejo. Pero también denuncia que "hay viejos que exigen el respeto de los jóvenes sin respetarlos a su vez".

Y en Las etapas de la vida, el filósofo alemán Romano Guardini describe los aspectos negativos y positivos de la ancianidad: según él, el "viejo mal madurado", el que por ser débil se siente amenazado, está a la defensiva, se aferra a lo que es y posee: propiedades, derechos, costumbres, opiniones, valoraciones... "A veces están llenos de rabia contra la vida que se les escapa. Envidia al joven por su juventud, su futuro, sus planes y esperanzas. Resentido, desprecia lo nuevo e idealiza lo antiguo."

En el otro extremo, "al viejo bien madurado es una bendición conocerlo". Es el que ha hecho su trabajo, ha dado amor, ha pasado por el sufrimiento que le ha tocado y sigue hablando en voz baja. "Es así gracias a la aceptación renovada de lo que no se puede cambiar, a la bondad y a reconocer que los demás cuentan. Entiende que perdonar es más valioso que querer tener siempre razón y que la paciencia es más fuerte que la violencia. Aprendió que una vida callada es más profunda que la altisonante."

Lo ideal sería ser siempre joven, sano y rico.

Lo ideal, no lo habitual.

Alejandro Schang Viton

http://www.lanacion.com.ar/entretenimientos/nota.asp?nota_id=881954