Al igual que Gustavo Santaolalla, el padre de la comedia italiana, Mario Monicelli, también tuvo su cara a cara con el público mediante una clase magistral. Sin dudas, su diálogo se convirtió en uno de los momentos memorables de este Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que entró en su apogeo.

"Monicelli es casi el cine italiano", presentaron al mito viviente anteayer en el Hotel Provincial de esa ciudad, mientras la gente asentía con la cabeza tras esa definición exacta: el hombre de 92 años, mentor de títulos como La gran guerra o La armada Brancaleone, y director de actores como como Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman simuló a la perfección sus nueve décadas y arrancó con su entrañable humor. "Si quieren saber cómo empezó todo, tengan en cuenta que es casi un siglo. Tengo más de 90 años", advirtió y se metió en el bolsillo a jóvenes y veteranos expertos.

Rodeado de compatriotas (se hicieron presentes decenas de integrantes de la Embajada de Italia y turistas de aquel país que deambulaban por Mar del Plata), Monicelli habló primero del comienzo de su romance con el cine. "En 1920 ya concurría a las salas con mi hermano y quedaba fascinado. No sabía que cosa era, pero quería entrar en ese mundo —evocó—. Por aquel entonces el cine era mudo, sin necesidad de efectos sonoros, música o diálogo. Entrar a trabajar era fácil porque el cine mudo era poco frecuentado".

Después de su discurso, el público tomó la posta (o el micrófono en realidad) y lo bombardeó con preguntas. Así, el director se refirió al humor toscano que se plasma en sus películas: "un humor más maldito y feroz, que toma a la gente que no puede defenderse", y se refirió al recurso que utilizó en varios oportunidades de convocar para sus historias a "no actores, gente común, de la calle" para lograr frescura en las escenas.

Enseguida llegó la risa de quienes lo escuchaban atónitos, que eran más de 500. Recordó que Mastroianni "tomaba mucha grapa, era un experto en grapa", y hasta se atrevió a juzgar, sin sonrojarse, a Roberto Benigni. "Es un gran actor, un gran cómico, pero un pésimo director", dijo.

De pronto llegó una nueva ovación y su sinceramiento: "realmente no esperaba un recibimiento tal en este país, es demasiado", y al instante, sobrevinieron los abrazos y besos interminables con sus seguidores. En primera fila lo habían estado admirando Carola Reyna, Carla Peterson, Boy Olmi y Patricio Contreras.

El cineasta nacido en Viareggio, que ostenta 65 películas en su haber, imprimió luego sus manos en una baldosa que le acercaron, que será colocada en la galería de la "vereda de las estrellas" del Hotel Hermitage.

Su reciente filme, La rosa del desierto, ya fue presentado aquí y podrá verse en distintos horarios y salas los siguientes días, en un apartado especial de la programación que se denomina Italia en foco. La trama salpica ironía y sarcasmo con momentos dramáticos y transcurre en el desierto de Libia, en los años 40, en medio de historias de soldados y oficiales italianos. El guión está inspirado en Il deserto della Libia, de Mario Tobino, y en un pasaje de Guerra d'Albania, de Giancarlo Fusco.

Con horas de vuelo incalculables ya, está previsto que Monicelli siga dando vueltas por el globo para contagiar vitalidad y pasión. Hoy llegaría a Buenos Aires para dar una conferencia en el Coliseo y participar de proyecciones de sus obras en el San Martín, con el auspicio del Instituto Italiano de Cultura.

El patriarca del cine europeo dio, literalmente, cátedra. "Fue un momento único, como si a un amante del fútbol lo ponen cara a cara con Maradona para dialogar sobre técnica", se escuchó decir a un italiano emocionado.

http://www.clarin.com/diario/2007/03/12/espectaculos/c-00401.htm