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El Vaticano y el encarnizamiento terapéutico

“Un derecho del paciente”
En un intento de revisión, siempre en sus propios términos, un teólogo de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano aseguró que el paciente terminal tiene el derecho y a veces hasta la obligación de rechazar “el encarnizamiento terapéutico”.

25 FEB 08 |
(Página 12)

En un intento de revisión, siempre en sus propios términos, un teólogo de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano aseguró ayer que el paciente terminal tiene el derecho y a veces hasta la obligación de rechazar “el encarnizamiento terapéutico”. Negarse a esos excesos, según Maurizio Calipari, profesor de Bioética en el Instituto Juan Pablo II, “no constituye de por sí una forma de eutanasia”. El tema será tratado entre el lunes y el martes próximo durante un congreso internacional en el Vaticano.
“El encarnizamiento terapéutico se define como una intervención no adecuada al logro de determinados objetivos en relación con la conservación de la salud del paciente y a la prolongación de la vida”, definió Maurizio Calipari, un teólogo moralista de la Academia pontificia, quien visitó Buenos Aires el año pasado para dar una conferencia sobre Bioética en la Universidad Católica Argentina. El prelado dedujo que estas maniobras “no dan ningún beneficio al paciente, o causan beneficios tan leves que no compensan los efectos colaterales de las curas o incluso provocan daños”. Esta postura, que suma adeptos dentro de la Iglesia, podría convertirse en el punto de vista católico sobre las cuestiones controvertidas en torno de la intervención médica en la frontera entre la vida y la muerte.
“El problema se arregla tomando en cuenta la decisión del paciente o de los familiares cuando el paciente no puede decidir”, sentenció Carlos Gherardi, director del comité de bioética del Hospital de Clínicas y miembro de la Asociación de Terapias Intensivas. El especialista admitió que le cuesta creer en “una reapertura” de la Iglesia en este tema. “Primero deberíamos cambiar la definición de eutanasia, que plantea que es toda aquella acción u omisión que facilita la muerte”, explicó Gherardi. “Esta definición no habla de la voluntad del enfermo o sus familiares, además incluye el retiro del soporte vital como una omisión”, indicó. Esta práctica consiste en retirar el respirador artificial o la alimentación y la hidratación a un enfermo terminal y se utiliza, silenciosamente, en muchos hospitales para dale una muerte digna al paciente.
Las declaraciones del prelado Calipari retoman lo que ya había expresado el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán en diciembre de 2006, quien había afirmado que la Iglesia Católica rechazaba el “ensañamiento terapéutico porque es una cruel práctica que prolonga sólo la agonía, el dolor y el sufrimiento”. Sin embargo, en una encíclica de 1995 –Evangelium Vital–, el papa Juan Pablo II había condenado la eutanasia por violar “la ley de Dios”, ya que constituiría “una eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana”. Curiosamente, el papa prefirió quedarse en su cama antes de ir a terapia intensiva cuando se agravó la infección que causó su muerte.

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