Bien por Bachelet! El gobierno de Chile, país que fue promocionado como modelo mundial de un enfoque de la seguridad social insolidario, promotor de mayor desigualdad y alimento para monumentales negocios financieros, acaba de dar un ejemplar golpe de timón hacia la equidad.

Legisló, entre otras reformas, una jubilación básica universal para quienes no llenan los requisitos de ley para poder retirarse y, asimismo, una garantía del Estado para una retribución mínima en aquellos que sí los llenan, pero que alcanzarían montos insuficientes. Todo ello, claro, complementario del régimen allí vigente, de capitalización individual de los aportes de los trabajadores en blanco, administrado privadamente.

Por otra parte, la reforma beneficia a las mujeres que son madres a través de una bonificación por hijo.

El ejemplo del país hermano favorece una reflexión sobre el nuestro, en un momento que se amplió notablemente la cobertura jubilatoria. La reforma local, junto al indudable y justo beneficio a un sector considerable que lo necesitaba, y el acierto de instituir la libre opción entre el régimen de reparto y el de capitalización, cometió varios pecados capitales:

Cortoplacismo, o sea, arregló la situación de muchos en edad jubilatoria y se desentendió de los innumerables que vendrán. Los bienintencionados en el Gobierno lo hicieron porque están equivocadamente convencidos de que el mercado laboral pronto se blanquea todo y todos serán cubiertos en el futuro con el sistema jubilatorio vigente. Los malintencionados, porque inscribieron la reforma en una estrategia electoralista que tenía como principal objetivo seducir a los reticentes sectores medios.

Que el voluminoso paquete de medidas impositivas, subsidios, de seguridad social, etc., así orientado, haya logrado apenas modestos resultados en la urna es tema de otro análisis, pero tipifica la desatención a prioridades que no deberían ignorar a los grupos más desprotegidos, como sucedió, para beneficiar, por ejemplo, a amas de casas sin antecedentes de trabajo externo, en familias con ingreso de varios miles de pesos mensuales. Y esto es inequitativo cuando los impuestos no acompañan con una mayor progresividad.

Incierta sustentabilidad financiera en el mediano plazo y falta de definición sobre criterios de ajustes de los beneficios, lo cual amenaza con nuevos ciclos de retrasos de haberes para poder pagar a todos.

Insistencia en un modelo conservador de política social, inspirado en una visión de sociedad fracturada entre los ciudadanos con plenos derechos, por cierto en la economía en blanco, y los destinados a ser "protegidos", mayoritariamente informales y cuentapropistas, con las técnicas del "desarrollo social".

El concepto originario de la reforma chilena es que todos aportaron algo a la vida societaria y todos tienen determinados derechos básicos. Y que todos los que hoy son niños lo harán también; en contraste, más de la mitad de los chicos argentinos no tienen madres "bonificadas", ni con derecho a una asignación de la seguridad social.

Son estos algunos de los temas de la política real, no de la retórica, que vale la pena incorporar a la agenda de gobierno. Hay ideas y existen proyectos sobre ellos, incluso en el Congreso Nacional. El solo crecimiento económico no asegura progreso social.

Si la Presidenta los compartiera y se animara, no seríamos pocos los que, más allá de banderías políticas, no dudaríamos en escribir o decir en su momento: ¡bien por Cristina!

http://www.ieco.com.ar/notas/2008/02/06/01601689.html