Lejos de las penurias y carencias de la mayoría de los hogares para ancianos, los geriátricos VIP ofrecen lujos dignos de hoteles cinco estrellas, pero adaptados para gente de la tercera edad. Algunos tienen elegantes habitaciones individuales, cursos de teatro y computación, espaciosos jardines, sauna e hidromasajes, aparte de una atención médica full time. La mayoría no tiene vacantes y alberga a más de cien personas. Para los psicólogos, más allá de las comodidades y la suntuosidad que se les ofrece, lo mejor para la gente mayor es el contacto periódico con sus familiares y seres queridos.
Por Brenda Focas
Diario Perfil
22.06.2008
Ciberancianos. Las clases de computación son las más concurridas. A veces, Internet es la única forma de contactarse con sus familias.
Pertenecer tiene sus privilegios. Hasta el simple hecho de envejecer, cuando se forma parte de lo más alto de la pirámide social, puede tener estatus. Para esos ancianos existe un sector tan pequeño como exclusivo de geriátricos cinco estrellas. En esos establecimientos, a cambio de abultadas sumas mensuales que van desde los 7 mil a los 12 mil pesos, médicos, enfermeras y mucamas intentan hacer que la tercera edad de los ricos sea distinta a la pesadilla de abandono a la que más de una familia argentina condena a sus mayores.
Se estima que en la Ciudad apenas una decena de geriátricos privados cuenta con servicios premium al estilo de las hermosas residencias que acogían a los eternos abuelitos del célebre film Cocoon. Estos lugares ofrecen, además de un hospedaje VIP, piscina, sauna, solarium, plasmas, cursos de todo tipo y asistencia de salud las 24 horas. El edificio Manantial es uno de esos paraísos de la tercera edad, donde cada residente vive en un departamento equipado con todas las comodidades, sumado a los servicios dignos de un hotel. En la puerta de cada departamento, un pequeño cartel rodeado de caritas sonrientes anuncia en letra cursiva el nombre de cada inquilino. Hanny Toner, 90 años, muestra contenta el gran espacio donde pasa sus días. “Me encanta el taller de radio y las clases de yoga que hay acá”, cuenta.
Mientras algunos abuelos toman su suntuosa merienda, otros veinte se preparan alrededor de las notebooks para el curso de informática que comenzará en unos minutos. Este seminario es el más popular, debido a que la mayoría tiene familiares en el extranjero y quiere comunicarse con ellos.
Juana de Agrest, otra de las residentes, asegura que, aunque está muy cómoda, es difícil hacerse amigos ahí. Tiene nueve nietos y seis bisnietos que la visitan poco “porque la juventud está muy ocupada en estos tiempos”. A pesar de tener todas las facilidades a su disposición la señora añora los días en su casa.
Otro geriátrico premium es Cohabitam, un hotel asistido para la tercera edad. El complejo habitacional no escatima en servicios: peluquería, masajes, podología, yoga, tai chi, musicoterapia, además de solarium, gimnasio y jacuzzi. También cuenta con una nutricionista que elabora menús especiales para quienes los necesiten. Eva Podolsky tiene 92 años y vive voluntariamente en el geriátrico porque “ya no podía hacerse cargo de su casa”. En su departamento de más de sesenta metros cuadrados pasa el día haciendo crucigramas, leyendo revistas o mirando las últimas noticias del día. A la tarde se junta con el resto para jugar al bingo o al buraco cuando su hija, que vive en Caracas, la visita.
Abuelito dime tú. Transitar por la tercera edad no es fácil y muchos abuelos sienten que son una carga para sus hijos y nietos. La mayoría de quienes viven en estos complejos, a pesar de las comodidades, siente añoranza tanto por su familia como por su vida hogareña.
“Muchos tienen su propia idea acerca de la vejez, sostienen la imagen de la persona mayor que conocieron en libros de lectura: tejiendo apaciblemente, fumando pipa, rodeados de nietos y en sus casas. Por eso les cuesta mucho adaptarse a la institución”, explica Adriana Quattrone, terapeuta familiar y consultora de servicios gerontológicos.
Las prestaciones y comodidades extras siempre son bienvenidas y ayudan a mantener la buena salud de los abuelos, pero lo cierto es que para ellos el único servicio VIP que existe es el cariño y la presencia de su familia.
La otra cara de la moneda
Los geriátricos de la Ciudad no corren con la misma suerte que los privados. Un informe de Poder Ciudadano advirtió que sufren deficiencias de infraestructura, además de hacinamiento, mala alimentación, y hasta falta de planes de evacuación. El Hogar San Martín, por caso, padece la falta de personal para atender a unos 303 abuelos, de los cuales 28 están postrados y otros 35 requieren medicación constante, “tarea para la que hay un solo enfermero por la noche”, aseguró Varina Suleiman, directora del Area de Justicia de Poder Ciudadano. Frente a la indiferencia gubernamental, el juez Roberto Gallardo dictó una medida cautelar, con fecha del 21 de mayo, para que “el Poder Ejecutivo efectúe las designaciones de personal de enfermería, camilleros y personal administrativo (…) en calidad de interinos o reemplazantes”. Para ello, le da un plazo no mayor de treinta días. La Ciudad tiene cuatro hogares de ancianos, en los que se alojan unas 2 mil personas mayores de sesenta años sin casa propia, obra social ni recursos de ningún tipo.
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0271/articulo.php?art=8116&ed=0271