Gerontología - Universidad Maimónides

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“Todavía nos pagan por seguir jugando”

alterio-sacristan.jpg Héctor Alterio (79) y José Sacristán (71)

Compartieron cuatro películas y hoy un escenario. Hablan de la muerte, el paso del tiempo, el rito de teatro y del tío Venancio.

Por Fernanda Sandez
Revista Noticias

El señor pasa, guapísimo, y en tres zancadas desaparece. Podría haber sido José Sacristán, de barba canosa y anteojos oscuros, y ahora refugiado en un bar pequeñito del Complejo La Plaza. Minutos después un segundo señor pasa, también guapísimo pero mucho más lento. Es Héctor Alterio, y aquí ya no hay dudas, porque su parsimonia permite un plano más corto y detallado. Tanto que a su paso los “¡Maestro!” comienzan a estallar como petardos sobre la entrada del paseo donde estos dos hermosos señores de más de setenta años, noche tras noche, juegan a ser un dúo de moribundos en “Dos menos”, la obra de Samuel Benchetrit que los retendrá aquí por meses.

Hasta entonces seguirán poniéndole el oficio, el cuerpo y esa otra cosa inexplicable que sólo aparece en presencia de actores como ellos a un texto apenas bocetado, pero que sobre sus hombros se vuelve volador y grácil. Y eso que habla de la muerte. De la noticia de la muerte. De lo que pasa por la cabeza de ése al que un médico un tanto bestiún le avisa que en una semana, en quince días a lo sumo, el mundo seguirá viaje sin él, y tan campante.

A partir de eso cualquier cosa es posible, y eso es precisamente lo que se ve en escena: lo que sucede, lo que puede suceder cuando nos avisan del final del juego. Desde lo más absurdo hasta lo más conmovedor, y todo lo que queda en el medio. Sentados frente a sendas tazas de café (negro uno, apenas cortado el otro) José Sacristán y Héctor Alterio ahora se prestan, corteses, al incordio necesario de hablar con la prensa y contar en qué andan. Y de otras cosas, claro.

Noticias: ¿Escucharon hablar de la terapia del último año? Es una técnica de psicoterapia que propone a la gente imaginar que éste será su último año de vida y la invita a hacer todo eso que postergaron. Ustedes…

José Sacristán: (se ríe a carcajadas)….¡Es que a mí me da mucha risa! Allá cada uno con el último año, el primer año y el año del medio, pero desde luego que no cuenten conmigo para eso. De ninguna manera…

Héctor Alterio: Pero ojo que la idea es interesante, porque cuando uno tiene un límite se fuerza a tomar decisiones, mientras que si el final está lejos hacer algunas cosas ni siquiera le entra en la cabeza. Porque cuando ese límite no existe, difícilmente pueda un humano tomar determinaciones de esa naturaleza.

José Sacristán: De todas formas, y con el debido respeto a las distintas formas de solución a los conflictos de los seres humanos, yo desconfío. Me parece que esto no puede ser planificado. Creo que esta es una nueva manera de buscar la solución afuera y no a donde deberíamos ir a buscarla. A mí me parece que Freud, Marx y Einstein han marcado las pautas de lo que hoy es la vida moderna, pero…¿quién coño viene detrás hablando en su nombre? Con el debido respeto, insisto, a una disciplina científica como lo es el psicoanálisis, me parece que hay una lista de trapisonderos y de mercenarios que mejor conmigo no cuenten. A mí no me sacan un duro. ¡Me lo gasto en otra cosa!

Noticias: A ver, olvídese de la terapia del último año. ¿Qué cree entonces que le pasa a la gente con una obra como la de ustedes, en donde los protagonistas son dos que se mueren en cuestión de días?

Alterio: Creo que esto es un divertimento. Y un divertimento desordenado, te diría, porque siempre tuve la sensación de que ésta es una función hecha en los ensayos. Tal vez por eso cuando leí el texto me encantó.

Sacristán: ¡Pues que a mí me ha pasado exactamente lo mismo! Pero, volviendo a tu pregunta, creo que desde tiempo inmemorial el hombre se ha reído de su finitud. Hay literatura filosófica, dramática, donde se plantea justamente eso: ya que te tienes que morir, si enfrentas ese hecho de una manera divertida es mucho más inteligente que vivirlo como un trauma. Porque morirte te tienes que morir, vamos…

Noticias: Claro, el tema es hacerlo un poco más llevadero…

Sacristán: Eso. Y yo creo que el hallazgo de esta obra es haber huído del intento de darle trascendencia a las cosas. Simplemente se ha ido echando mano de lo que ha ido apareciendo y de allí el compuesto químico resultante, que más de una vez es desnivelao…

Noticias: ¿Ustedes vieron la puesta francesa de esta obra?

Alterio: No, pero sí sabemos que tuvo muy buenas repercusiones. ¿Por qué lo preguntas?

Noticias: Porque la Argentina es un país un tanto necrofílico, donde el tema de los muertos está un poco “en el aire”. En su momento fue con el cadáver de Evita, luego con los desaparecidos…

Alterio: Sí, sin dudas. Yo ahora sólo recuerdo a Gardel, pero es cierto que aquí hay como un culto a los muertos muy fuerte...Tal vez por eso al principio no estábamos seguros de cómo iba a caer la obra, pero ahora sí. Ya sabemos que la gente se va a reír, y hasta en qué partes. Antes estábamos un poco nerviosos, porque al no ser una oferta corriente...Y eso por no mencionar que entramos a escena y no salimos de ella hasta el final.

Noticias: ¿Y cómo se siente eso en el cuerpo? El desgaste, digo…

Sacristán: Mira, yo creo que trabajar, lo que se dice trabajar, trabajan los mineros y las personas que están descargando bolsas en los puertos, o el tipo que está cargando cemento…Pero es real que nosotros estamos jodidos, como decía Fernando Fernán Gómez, porque aquí te están mirando mientras trabajas. El que hace muebles te lo muestra cuando está terminado, pero a nosotros nos miran mientras estamos clavando. Yo estoy terminando el armario y lo tengo ahí al cabrón mirando cómo es que pongo las puertas (risas) y desde luego que eso genera un desgaste. Pero llamarlo a esto esfuerzo físico sería caer en una especie de lamento que no corresponde.

Noticias: Sacristán, usted –a diferencia de lo que sucede con otros actores– tiene la costumbre de desacralizar lo que hace…

Sacristán: No, yo me divierto como un enano, me lo paso pipa. A mí me divierte que la gente se ría de que nosotros nos tengamos que morir…Y esto es lo que más me gusta del teatro.

Noticias: ¿Qué es “esto”?

Sacristán: Jugar. Yo, si no se juega, no juego. Puedo quedarme en mi casa, y ya. Es más: si para hacerlo bien tengo que pasarlo mal, prefiero hacerlo un poco peor y pasarlo bien. ¡Si yo no vengo acá a sufrir! Además, ya son cincuenta años tratando de convencer al otro de que soy quien no soy. Y si esto no pasa por algo gozoso, conmigo que no cuenten.

Noticias: Me conforta escuchar eso, porque muchos creen que vale recordar una y otra vez la muerte de los abuelos con tal de lograr una lágrima verdadera…

Sacristán: Ay, tendría que haberte traído el texto que leía el otro día… Uno de un tal Wasselman o algo así. Este tío habla de la pérdida del pene (risas). Digamos que hace alusión a un teórico de la creación artística que dice que el exhibicionista y el actor ahí se andan.

Noticias: ¡A la miércoles!

Sacristán: Sí, sí. Y que la utilización que el actor hace de los trajes ajenos es sólo para tratar de paliar su angustia por la pérdida del pene. Entonces yo el otro día le decía a éste: ´Héctor, llevamos cincuenta años. ¡A ver qué coño pasa con nuestros penes respectivos!´ (risas).

Alterio: Es que algunos confunden las cosas de tal manera…Porque esto lo lee un chico que empieza a hacer teatro, ¿y qué pasa? ¿Qué se le puede llegar a ocurrir?

Sacristán: O qué le pasa a las actrices, sin ir más lejos. ¿Qué les pasa a ellas?¿Pierden una teta? (risas)

Noticias: Una frase que vuelve cuando se alude a ustedes es “monstruo sagrado”. Suena incómodo, porque, ¿cómo se relaciona uno con la gente desde ahí?

Sacristán: Mira, creo que tanto el señor Alterio como yo hemos crecido ejerciendo la profesión en dos países en los que ser actor significa cosas muy distintas. Esto es mucho más grande, mientras que ser actor en España es como ser torero en Islandia. Entonces, yo siento que eso de monstruo sagrado vale sólo para esa capilla donde somos cuatro. Yo, de hecho, hice cinco o seis coproducciones con Vittorio Gassman, con Marcello Matroinanni y con Catherine Deneuve. Y esta gente se sienta en las ruedas de prensa y no tiene que decir nada porque todo el mundo sabe qué películas ha hecho. Pero a mí me ha pasado de decir “Solos en la madrugada” y que me pregunten: ´¿Solos dónde…?´ (risas).

Noticias: ¿Entonces?

Sacristán: Que nada, que estamos muy agradecidos y emocionados porque nos digan eso de los monstruos. Si es un elogio, claro (risas). Pero este señor y yo sabemos lo que somos: apenas dos cómicos que seguimos ganándonos la vida y tratando de entretener a las personas.

Alterio: Tal cual. Queremos hacer lo mejor que podamos y entretener al público, porque respetamos a ese señor anónimo que paga una entrada y viene a vernos. Y que siempre se renueva y así nos posibilita mejorar nuestro trabajo. A mí, en serio, me emociona mucho pensar en ese ser que piensa en vernos, hace la cola, paga y nos mira. Eso, para un actor, no tiene precio. Y debería acordarse de eso permanentemente, para que la función no se bastardee y salga cada vez mejor.

Noticias: Perdón, pero me quedé colgada con aquello de ser “torero en Islandia”…

Sacristán: ¡Es que es así! Tu puedes haber hecho muchas películas, pero sales de España y salvo Almodóvar, Saura, Penélope Cruz y Javier Bardem, se ha acabao. Yo por suerte no he tenido grandes aspiraciones internacionales, porque como no sé idiomas, difícilmente me hubieran podido contratar, je…

Noticias: ¿Y cómo se le dice a un tío Venancio, como ése con el que usted se crió en La Mancha, que uno va a ser actor?

Sacristán: ¡Ni me lo recuerdes! No se le pudo decir en su momento, porque cuando yo sentí aquello era un crío…Yo creía que el que se moría en la película se moría de verdad, y yo quería morirme. Pero para hablar del Venancio hay que ir a la España de los años ‘40. Mira, el mundo del campesino de Castilla, de la España de esa época, era la familia, el borrico, el cerdo y la gallina. Y la diferencia entre unos y otros era que algunos lográbamos articular una palabra y el cerdo, no (risas). Imagínate si, en medio de aquello, sale un gordito gilipollas que decide que quiere ser ése que está ahí, en la pantalla. Ahora que lo pienso, aún no sé ni cómo estoy aquí (risas).

Noticias: ¿En serio?

Sacristán: Sí, porque cuando mi padre sale de la cárcel a nosotros nos destierran a Madrid y ya no podemos volver al pueblo. Yo ahí comienzo a tomar contacto con grupos de aficionados al teatro y todo eso, pero a mi familia no se lo dije hasta que volví de hacer la mili. Para ese entonces, lo que ya tenía decidido es que no iba a volver al taller mecánico que teníamos. Pero no podía dejar de aportar en mi casa, así que me las rebusqué.

Noticias: ¿Es por eso que siempre habla de su oficio en tanto trabajo?

Sacristán: Claro. Es que yo comencé a trabajar como mecánico a los 13 años y ya desde entonces comencé a compaginar mi trabajo con prácticas de aficionado al teatro. Ya sabía desde niño que no sería ni mecánico ni albañil. Pero tampoco podía decir de un día para otro: ´Mañana no voy al taller porque se me ha ocurrido ser actor´. Eso a mí ni se me ocurría. Tuve la suerte de haber hecho el servicio militar en África por dos años, al cabo de los cuales ya tenía todo más pensado. Entonces, a la vuelta se lo dije al Venancio. Ojo, ya sabía que si no aportaba a la economía familiar no podía esperar sentarme a la mesa para compartir lo que había. Y me las rebusqué para hacerlo, cosa que me influyó para bien. Esto, tanto a mi compañero Alterio (que no trabajaba en un taller mecánico, pero vendía galletitas) como a mí creo que nos ha marcado.

Noticias: ¿En qué sentido?

Sacristán: No solamente en lo que refiere a entender nuestro trabajo, sino para entender la vida, la relación con los demás. Algo que tiene que ver con la honradez, y con saber que para conseguir una cosa hay que trabajarla y ganarla. Y que no hay más inmensa suerte que la de ganarte la vida haciendo lo que más te gusta.

Alterio: Y eso no cualquiera...

Sacristán: Sobre todo porque, aunque estamos de puta madre como usted podrá ver, los dos estamos muy mayores. Y aún así podemos seguir jugando como niños. Yo en mi ciudad, Chinchón, me ponía las plumas de las gallinas y le decía a mi abuela que era un comanche. Y eso es lo mismo que quiero seguir provocando a los espectadores cada noche.

Alterio: Y eso es también lo maravilloso, ¿no? Que, así como la abuela de Pepe accedía a jugar, hoy siga habiendo gente que haga otro tanto. Y que después de todos estos años paguen por seguir jugando, es un placer enorme.

Noticias: ¿Y el tema de la edad? Porque en las mayorías de las profesiones uno tiene fecha de vencimiento…

Sacristán: Bueno, aquí hay un punto y es que tú eres a la vez el tambor y el que toca el tambor. Y el que toca puede seguir teniendo ganas pero el tambor no dar más. Eres tu propio violín; tú eres el instrumento y el ejecutor, y puede que el instrumento en determinado momento tenga sus achaques.

Alterio: Lo bueno de esta profesión es que siempre te da una oportunidad. Primero eres el galancito, luego el galán, el galán maduro, el tío y el abuelo…

Noticias: ¡Y ahora, el moribundo!

Alterio: (risas) ¿Y por qué no? Estamos cerca, ya….

Sacristán: Así y todo es mejor que el caso de esos actores y actrices que son siempre Julietas o Romeo. Eso es tremendo.

Noticias: Pero, ¿uno siempre puede elegir qué es lo que hace?

Sacristán: Yo, en vez de elegir, prefiero decir que uno puede rechazar. Yo, si la cosa no me interesa, me quedo en mi casa. Pero no tengo ningún problema con hacer cine o televisión. Creo que ni el medio ni el género condenan o salvan por sí mismos. Siempre será mejor un buen programa de televisión que un Shakespeare mal hecho. Hacer bien lo que sea, siempre es más difícil. 

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