Hay una ley que dice que todo lo que va vuelve. Pues bien: afortunados los niños, llegó el momento... Casi todos los adultos de hoy, cuando tenían entre cuatro y siete años, pasaron por la turbación de escuchar la pregunta que hacían los grandes: ?¿Qué vas a ser cuando seas grande??. De hecho, yo se la hice a mi hijo. Respondió con seguridad: ?Cartero?, profesión que por suerte no eligió, porque diez años después Internet lo hubiera dejado fuera del mercado.
Por Elia Toppelberg
Para LA NACION
Miércoles 23 de julio de 2008
En mi caso, respondía que iba a vivir en China, porque me gustaban las pagodas. También me alegro de no haberlo hecho, porque cuando, de grande, estuve en Pekín y Shanghai me costó encontrar alguna. El ?progreso? les había pasado por arriba.
Pues bien: sobrevivimos en la convicción de que era algo por lo que había que pasar en el devenir del crecimiento, sin siquiera imaginar que el boom de la longevidad traería para nosotros una reivindicación.
Muy pocos se atrevían ayer a preguntarles a sus padres: ?¿Viejo, que vas a hacer cuando te jubiles??. Esperaban, en todo caso, una respuesta simple: algún hobby, algún viaje y no mucho más. Allí terminaban los nuevos proyectos, porque al poco tiempo se morían.
Pero, ¿cómo no preguntarle algo así hoy a nuestra madre de 65 años? Ella no sólo seguramente se está jubilando o retirando, sino que le pueden quedar, gracias a los avances de la medicina, treinta años por delante, casi el mismo número de años de experiencia laboral.
Finalmente, los niños que fuimos nos damos cuenta de que aquella pregunta que no podíamos evitar, pero cuya respuesta no nos comprometía, era mucho menos problemática que la que tenemos que realizar ahora, de adultos. Cuando la hacemos, no interrogamos ni con ironía ni con ternura, sino con cierta ansiedad en caso de que nuestros futuros viejos no se dispongan a planificar un camino para todas las décadas que les quedan por vivir.
En Europa, hay alrededor de cinco millones de personas con la enfermedad de Alzheimer, y las probabilidades de padecerla aumentan con la edad. La estadística es preocupante, pues la padecen el 5% de los mayores de 65 años, el 30% de los mayores de 80 años y el 40% de los mayores de 90 años. De manera que hoy el nuevo desafío reside en que la pregunta la podemos y la debemos hacer, pero sin estar seguros de que pueda ser respondida.
Acabo de leer, absorta, un desafío mucho mayor. Quisiera ver quién se atreve... ¡a regalar una muñeca a sus padres! Una muñeca que habla y sonríe si la acarician y que aprende las palabras que el anciano le va diciendo. Pues en Japón ya se venden, por sólo 75 dólares.
Japón es un país de vanguardia en una estadística escalofriante: es el primero en registrar más muertes que nacimientos. A esto se añade que cuenta con los mayores índices de longevidad y tiene más de 30.000 centenarios. Así que empresas dedicadas a la industria del juguete, ni cortas ni perezosas, acaban de lanzar juguetes para la tercera edad al mercado. Sólo de la línea de muñecas llevan vendidas más de un millón de unidades. Esas empresas no dudan acerca de lo que seguirán haciendo en el futuro.
La autora es psicóloga
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1032655