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Las penurias del sistema previsional

Para un gran porcentaje de argentinos, jubilarse es un pasaporte a la pobreza

La Nación
Domingo 17 de agosto de 2008

En la Argentina, el sistema previsional está organizado de manera tal que quienes tienen la posibilidad de acceder a los beneficios de la jubilación son aquellas personas que a lo largo de su vida trabajaron de manera formal; es decir, realizando aportes a dicho sistema, a las pensiones. En cambio, accede el cónyuge de las persona que realizó sus aportes, una vez que éste fallece. En este sentido, el acceso a una jubilación o pensión adquiere la forma de un derecho condicionado, es decir que está supeditada a la realización de aportes a lo largo de la vida laboral.

Según datos nacionales proyectados, alrededor del 15% de la población de nuestro país corresponde a personas mayores en edad de recibir el beneficio previsional. Es decir, habría actualmente 6 millones de argentinos en tal situación. Sin embargo, un tercio de ellos, 2 millones de abuelos, no disponen ni dispondrán de ninguna cobertura, y esto a pesar de la reciente ampliación del sistema a través del régimen de jubilación parcial anticipada.

Ahora bien, no es un dato menor que el 75% de los actuales jubilados y pensionados percibe el haber jubilatorio mínimo de $ 690, monto que se ha venido aumentando por medidas de gobierno, aunque por debajo del incremento real del costo de vida. Según estimaciones conservadoras, no oficiales, dos personas mayores requerirían al menos de $ 794 para no ser pobres.

Según datos del último informe del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, si bien las dos terceras partes de los mayores que habitan en centros urbanos reciben algún beneficio previsional, un 40% de ellos viven en situación de pobreza. En ese caso, su vida diaria se encuentra lejos de alcanzar los umbrales de bienestar por los cuales trabajaron y aportaron a un sistema que les prometió protección social después de su vida activa.

De ahí que tres de cada 10 jubilados o pensionados necesiten seguir trabajando o busquen trabajo para no caer en las incertidumbres que impone la pobreza; incluso, no siempre con éxito. Más del 60% de los jubilados o pensionados activos trabajan en empleos precarios con remuneraciones por debajo del salario mínimo. En su mayoría son trabajadores por cuenta propia o trabajadores eventuales. En buena medida son mujeres pensionadas, la mayor parte de ellas trabajan como empleadas domésticas, por horas y en negro.

Llegado a este punto, es evidente que las personas en edad de jubilarse atraviesan por un dilema: dado el mínimo beneficio previsional vigente, la condición de estar jubilado no asegura un pasar tranquilo y estable, lo cual obliga a seguir en el mercado de trabajo, pero en condiciones más desfavorables y con empleos precarios. Por otra parte, si bien los indicadores laborales y de pobreza entre quienes no se encuentran jubilados y continúan trabajando son levemente más favorables, también se ven obligados a seguir activos a una edad en la cual deberían poder retirarse y tener asegurado un vivir más tranquilo. Para unos y otros, el problema de jubilarse y pasar a la vida pasiva es que eso los deja en situación de pobreza o con alto riesgo de serlo.

Sin bien hay que destacar el positivo efecto que tuvo sobre amplios sectores desprotegidos la decisión del Gobierno de ampliar el sistema de prestación previsional, la ausencia de una política de Estado que haga del beneficio previsional un derecho universal para la vejez, y, al mismo tiempo, signifique un ingreso que brinde posibilidades de desarrollar la tercera edad con bienestar, tranquilidad y dignidad es también una deuda interna en materia de efectiva "redistribución del ingreso".

Por Agustín Salvia
Para LA NACION

Observatorio de la Deuda Social Argentina
www.uca.edu.ar/observatorio.htm
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1040187

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