Gerontología - Universidad Maimónides

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Un Taller Literario con Palabras Mayores

Entre las actividades vinculadas con la literatura, los talleres literarios han tenido épocas de esplendor y tiempos de limitaciones y carencias, pero siempre han constituido una modalidad bastante presente en el juego de la oferta y la demanda de bienes culturales. A requerimiento de un público generalmente ávido, siguen surgiendo en diferentes lugares del país grupos de aprendices de la escritura convocados tanto por escritores consagrados o de cierto prestigio, como por aficionados o estudiantes avanzados de literatura. En realidad resulta difícil establecer si en tales agrupaciones más o menos duraderas se aprende a escribir o si sólo se favorece la relación interpersonal y el intercambio de experiencias emocionales. Lo cierto es que, a lo largo de los años, han aparecido notables escritores que hicieron sus primeras armas en talleres de esta naturaleza y muchos otros que nunca llegaron a trascender, pero que recuerdan con auténtico placer su paso por esta actividad.
Puede ser útil, en consecuencia, reflexionar aquí acerca de esta modalidad de enseñanza-aprendizaje de la escritura y aprovechar la circunstancia para narrar una experiencia singular que ha tenido el suscrito como participante.

Prof. Isidro Salzman

Una propuesta inesperada

Como profesor de Letras Modernas, un título cuya ambigüedad ya desnudó Julio Cortázar, fui empleado del Registro Nacional de las Personas, archivista del viejo diario “La Opinión”, funcionario de la Cámara de Senadores y director de un Instituto Superior de Formación Docente. También he venido dando clases de literatura desde hace más de veinte años, tanto en colegios secundarios y en institutos terciarios como en las Universidades de Buenos Aires y de Lomas de Zamora.
A principios del siglo XXI, tal vez por ciertos antecedentes literarios o, probablemente, por razones de edad, fui invitado a coordinar un taller literario para adultos mayores en el Área de Gerontología de la Universidad Maimónides. En aquel momento no pude imaginar la repercusión que esa nueva experiencia iba a tener en la vida de mis alumnos y en la mía propia, pero lo cierto es que ya hace siete años que coordino el Taller de Lectura y Escritura para Adultos Mayores de esa Universidad y que, junto a los talleristas hemos protagonizado algunos eventos de trascendencia no sólo desde el punto de vista de la lectura y la escritura, sino también humanos. Hemos editado dos revistas y publicado dos libros y se han creado entre nosotros vínculos tan perdurables que casi podría decirse que conformamos una familia.


El adulto mayor como alumno

La primera impresión que se tiene al hablar de un taller literario para “viejos” es la de que habrá que lidiar con personas muy poco habituadas al trato con la lectura y la escritura y que, fundamentalmente, habrán de ser individuos remisos a efectuar ejercitaciones diarias y con una forma de razonar más lenta que el resto de los integrantes de la población interesada. No se puede obviar en este punto el fuerte prejuicio que todavía concitan las personas mayores en el seno de la sociedad actual, a pesar del notorio incremento de adultos mayores que se está produciendo en el mundo. Estamos dispuestos a conceder a los viejos un espacio en las actividades familiares, tales como cuidadores de niños o acopiadores de mercaderías, o a tolerarles el desarrollo de ciertas actividades improductivas, como jugar o mirar televisión, pero de allí a aceptarlos como alumnos de una institución donde se cursan estudios, hay un gran trecho. El prejuicio contra los viejos suele aparecer en los lugares menos esperados: una hija que le reprocha a su madre que distraiga en veleidades literarias tardías un tiempo que podría dedicar a los nietos o un esposo que experimenta celos porque su mujer asiste semanalmente a las clases de un docente con “dudosa” experiencia. Para no hablar de los propios docentes que a veces resultamos culpables del mismo delito.
En un trabajo que publicamos en el año 20011 , advertíamos que “cuando surge la posibilidad de encarar un taller de lectura y escritura con adultos mayores, uno experimenta como docente la inseguridad de asomarse a un territorio poco conocido y el curioso sabor que adelanta la certeza de un desafío. Inseguridad porque si, tanto la lectura como la escritura no logran constituir un hábito para niños y adolescentes, qué destino habrán de tener en las manos de aquellos que las ejercieron en el pasado y que ya casi no las practican. Desafío porque el docente lleva consigo una mayor o menor carga de prejuicios sobre el envejecimiento y presume que tendrá que poner en juego todas sus artes para poder encantar a unos alumnos indóciles y adormecidos”.
La pertinaz aparición de actitudes prejuiciosas se da algunas veces en los propios interesados, quienes pueden esgrimir razones de edad para eludir la realización de un ejercicio o pretextar dificultades de memoria para leer o elaborar un texto. “Esta ya no es una tarea para mí”, se ha quejado alguno de estos alumnos, apelando a una consideración especial


1 : Lic. Vega, Olga y Prof. Salzman, Isidro: “Una experiencia de lectura y escritura con adultos mayores” en “Viejos nuevos/Nuevos viejos”, Editorial Tekné, Buenos Aires, 2001, págs: 63 a 80.
que se debería mostrar con la edad avanzada. Sin embargo. estos años de trabajo ininterrumpido con adultos mayores en la Universidad Maimónides me han demostrado la inconsistencia de tales prejuicios y la peligrosidad que entraña el mantenimiento de muchos mitos que todavía se alientan respecto de los viejos. No se trata naturalmente de idealizar su imagen, atribuyéndoles dotes de las que carecen o asignándoles condiciones que no suelen estar presentes en personas de menor edad. Este es un error en el que caen a menudo ciertos textos edulcorados que hablan de los “abuelos” y muchos documentos del periodismo gráfico o televisivo que buscan la complacencia del gran público. Por el camino de la idealización desmesurada sólo se contribuye a la alimentación del mismo prejuicio que se busca conjurar. La experiencia indica que los adultos mayores son personas con las mismas capacidades e incapacidades que los niños y los jóvenes y que, por lo general, exhiben similares defectos y virtudes que éstos.

El clima del taller

Durante los años de funcionamiento que lleva el taller, el número de integrantes ha fluctuado entre los 9 de principios del año 2001 y los 22 con que se cuenta en el año 2008. En ese período se han producido naturalmente algunas bajas debido a razones personales o fallecimientos y numerosas altas de individuos que se incorporan a cualquier altura del año. De todos modos, la cantidad de asistentes se ha venido incrementando en los dos últimos años, tanto por la modesta publicidad barrial que se realiza como por efectos del “boca a boca”. El promedio de edad de los asistentes es en la actualidad aproximadamente de 67 años, contando los más veteranos con 82 y los menores con 62 años. Como sucede en la mayoría de los espacios culturales que ofrece la ciudad de Buenos Aires, una abrumadora mayoría está constituida por mujeres. La razón de esta preeminencia del sexo femenino tal vez pueda encontrarse en una mayor disposición de la mujer para encarar actividades fuera del hogar y en una superación más rápida de los avatares que crean los nietos o los conflictos personales que aparecen con la viudez.
En el caso particular del Taller de Lectura y Escritura de la Universidad Maimónides, la buena relación de los talleristas con el coordinador y el funcionamiento armónico de las actividades implementadas han estado garantizadas por algunas estrategias que es preciso enumerar:

1º) El trato entre los integrantes y el coordinador ha sido siempre el de una relación entre pares, eliminando las habituales diferencias que en muchos grupos aparecen entre un conductor iluminado y unos alumnos desprovistos de conocimiento. Además, el uso de una forma de comunicación sin inhibiciones, que no elude el voseo ni las malas palabras, ha permitido mantener una corriente de simpatía que todos los integrantes celebran como una conquista acertada.

2º) Las ejercitaciones implementadas en el taller han sido las mismas que el coordinador ha puesto en práctica en otros ámbitos académicos, con alumnos de menor edad y de la más diversa extracción social.
3º) No ha habido interdicción alguna respecto de los temas a abordar ni en cuanto a los autores tratados, habiéndose planteado ricas discusiones sobre el envejecimiento y la muerte, y leído la obra de escritores habitualmente considerados “difíciles” como James Joyce.

Además de estas estrategias que se han venido perfeccionando con el correr del tiempo, en el éxito de esta experiencia no se debe desestimar el aporte de la infraestructura, ya que la Universidad Maimónides cuenta con un moderno edificio ubicado en el barrio de Caballito y pone a disposición de los alumnos cómodas aulas y servicios sanitarios de primer nivel. Digamos que están dadas las condiciones para que los asistentes disfruten de cursar el taller en un ambiente agradable y que experimenten un sentimiento de pertenencia a una comunidad educativa.

Placeres ortográficos y sintácticos

Dado que el coordinador ha investigado y escrito en varias publicaciones de carácter educativo sobre los problemas que se les plantean a los alumnos en ortografía y sintaxis 2, éstos se convirtieron en cuestiones centrales en la dinámica del taller. El análisis oracional, el uso de los signos de puntuación, los acentos y los vicios más frecuentes en que incurren los que escriben fueron emprendimientos sustanciales en el desarrollo de los ejercicios. En el cumplimiento de estas tareas se debieron enfrentar ciertos problemas de memoria que ocasionalmente padecían los adultos mayores, como así también las mismas resistencias hacia el aprendizaje de reglas y normas que muestran los niños y los adolescentes. Sin embargo, las estrategias que privilegian el placer al leer o elaborar pequeños o grandes textos han permitido superar las dificultades y hoy se puede decir que el nivel de estos alumnos en ortografía y sintaxis es razonablemente bueno. La cuestión del placer que, a juicio del coordinador, debe presidir toda actividad de lectura y escritura implica la realización de actividades en las que el espíritu de aventura y descubrimiento de las posibilidades del idioma está siempre presente. Los testimonios de los talleristas respecto de la fruición con la que encaran el redescubrimiento de muchas normas ortográficas que supieron cumplir y aplicaron en su juventud no deja lugar a dudas. Lo mismo sucede con el análisis sintáctico del discurso, tarea que les permite elaborar sus producciones con acierto y soltura. La combinación de actividades de aprendizaje de las normas con las de comprensión lectora y técnicas de escritura de textos ha resultado ser una estrategia válida para el desarrollo integral de sus posibilidades.


2 - Revista “Novedades Educativas” - Años 1995/2001 y Revista “Profesional Docente” – Años 2000/2001


Un tema trascendente

Algunos docentes suelen resistirse a tratar en sus talleres literarios temas considerados tabú por la sociedad y que se estima que pueden provocar situaciones embarazosas en los alumnos. Desde esa perspectiva, no sería aconsejable leer o escribir sobre relaciones sexuales en un grupo de adolescentes ni encarar lecturas o encomendar producciones sobre los procesos de envejecimiento y muerte en un taller de personas mayores. (A propósito, estimo que una forma encubierta de censura la han venido sufriendo en la educación Graciela Montes con su notable “Historia de un amor exagerado”, que narra el despertar sexual de dos púberes, y Gustavo Roldán con su hermoso relato “Como si el ruido pudiera molestar”, donde se refiere la agonía de un viejo quirquincho y las reacciones de los demás animales del monte. Aunque no se dude de su nivel literario, ambos relatos infantiles suelen ser soslayados por docentes y directivos escolares.)
A pesar de esa tendencia mayoritaria, uno de los libros que suscitó un fuerte interés y permitió la elaboración de interesantes trabajos entre los adultos mayores del taller fue “Las intermitencias de la muerte” de José Saramago3. Tal vez se recordará que esta novela del autor portugués relata la crisis que sobreviene en un país de ficción cuando la muerte decide dejar de trabajar. Como consecuencia de esta actitud de la parca, nadie se muere, y los ancianos enfermos se amontonan en hospitales y casas de salud, reclamando su derecho a una muerte digna. El clima de la novela fluctúa entre lo truculento y lo risible, dejando en el lector la sensación de estar asistiendo a una hecatombe de proporciones incalculables, que pone en jaque a las autoridades eclesiásticas y al propio gobierno. Algún tiempo después, la muerte decide rever su actitud y empieza a enviar cartas dentro de sobres color violeta con la advertencia de su llegada, lo cual genera nuevos trastornos en la vida de los destinatarios. La novela de Saramago es una aguda reflexión sobre el mundo contemporáneo, el carácter precario de las relaciones humanas y la finitud de la vida.
Si bien en un principio la actitud de los adultos mayores frente al texto propuesto fue de cierta vacilación, muy pronto la prosa de Saramago los conquistó, empezaron a leerlo con fruición y no tardaron en aparecer producciones escritas en las que urdían historias de corte similar a la del autor portugués. Es decir que, a pesar del riesgo que entrañaba enfocar en clase un tema tan sensible para los adultos mayores como la muerte, los interesados lograron apartar sus experiencias y temores personales para disfrutar de la lectura de una obra memorable y encarar la elaboración de producciones que abordaran un tema similar. Este nivel de objetividad que mostraron es una prueba fehaciente de que en un taller de adultos mayores es posible tratar los temas más delicados, si se lo hace sin prejuicios y de modo llano, sin ambages. La experiencia fue sumamente enriquecedora ya que podemos decir que, de ahí en más, una vez por semana, los integrantes del taller pueden tutearse jocosamente con la muerte.

3- Saramgo, José: “Las intermitencias de la muerte”-Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2005.

Dos relatos del taller

Probablemente, el mejor modo de presentar el taller literario del que venimos hablando sea el de transcribir aquí las producciones más significativas de dos conspicuas integrantes del grupo. El lector podrá evaluar el nivel alcanzado por los talleristas y verificar el grado de comprensión de las consignas impartidas para las tareas de escritura.

INDECENCIAS DEL FLUIR DE LA CONCIENCIA4
(Ejercicio de monólogo)
Marta Sagario

Qué día el de hoy no puedo más me duele todo el cuerpo trabajé en los quehaceres domésticos todo el tiempo qué cosa tan rutinaria no lo soporto qué placer en cambio la soledad de las sábanas sin que nadie esté cerca qué hora es sí tengo tiempo como dos horas para mí sola sin comentarios que no me interesan y sin programas sin sentido que han invadido el dormitorio desde que permití entrar el televisor al cuarto qué error bueno yo fui cómplice y ahora estoy pagando un precio muy alto se pierde todo con ese aparato dentro de la intimidad del dormitorio a medida que avanzan las horas de su permanencia encendido disminuyen el diálogo y la intimidad bueno yo lo permití porque me resultaba cómodo el pantallazo intruso así no tenía que ceder ante los requerimientos de sexo qué feo lo que pienso y si es así nomás sin vueltas qué placer ni que ocho cuartos me sobran los dedos de las manos para contar las veces que disfruté realmente hay momentos que pienso que fui una estúpida en responder cada vez que él quería por qué y si no tenía ganas me las arreglaba para fingir para que todo terminara rápido y quedarme tranquila lavarme y vestirme y a otra cosa a mí me enseñaron que nunca había que negarse al sexo con el marido que era una obligación cada vez que él quería y cuando yo quería y él no tenía que aguantarme igual pero no a él no hay que negarle porque se va con otra decía mi mamá y si se va con otra qué yo acaso me voy con otro cuando él no quiere no porque yo soy una mujer decente y qué es ser una mujer decente no pensar en otros hombres cuando del sexo se trata entonces soy una indecente de porquería porque cuando voy a la pollería y veo los dedos regordetes de las manos de Don Roberto manosear las supremas pienso si en su casa cundo acaricia a su mujer sus manos tendrán olor a supremas bueno en vez de pensar pavadas voy a disfrutar mi camita en soledad y el silencio de mi cuarto qué maravilla voy a leer no mejor pienso me puse crema en la cara no qué lástima me tengo que levantar ahora que estoy sola me voy a mirar bien el cuerpo desnudo en el espejo grande no mejor no me voy a desilusionar mañana tengo que ir a la peluquería desde que estoy grande no me gusto nada no mejor no me miro pero la crema en la cara sí la necesito como siempre todo tirado por el piso en el baño qué le cuesta poner las medias sucias en la canasta para qué usó las medias blancas si

4 “Cuentos en sol mayor” – Autores Argentinos, Buenos Aires, 2006


hoy no fue a gimnasia ah claro pero fue a correr tiene lindas piernas
musculosas pero el otro día fui indecente otra vez porque en la librería estaba el hombre que siempre me saluda tiene lindas piernas también estaba con pantalón corto y se le veían los músculos trabajados será que corre y la cola también la tenía linda parecía dura me dieron ganas de tocarla pero de adelante no lo vi porque si lo miraba se iba a dar cuenta porque cuando me habló estaba muy cerca lindo perfume tenía ya se habría bañado tendrá cortina transparente su bañera pero qué estoy pensando en vez de disfrutar esta soledad que tanto deseo a veces pero hoy no sé lo que me pasa estoy muy indecente será que al estar en la cama sola mi mente se libera y se vuelve erótica ya que estoy tan despierta mejor me levanto y dedico estas dos horas libres para hacer el ejercicio que Isidro nos pidió para mañana total no puedo disfrutar la soledad de mis sábanas qué podré escribir en la hoja que nos dio no se me ocurre nada bueno veremos voy a estirar las sábanas así lo hago creer que lo estoy esperando levantada porque no puedo estar sola en nuestra cama y si se lo digo mimosa se lo cree total es válido para salvar un matrimonio.

*

PENSAR EN IMÁGENES5
Beatriz Niznik

Este trabajo es tan arduo como picar piedras. ¿Por qué me tomo el derecho de hablar sobre picar piedras? Si lo que alguna vez llegué a picar, fue sólo una cebolla. ¡Y cómo lloré! Pero con los ojos, que no es lo mismo que con el alma. Tengo algunas ideas que son volátiles como pelusas, la mayoría se me escapa, alguna se me queda prendida de un pelo. Voy urdiendo una trama como esas mujeres que tejen tapices en telares, con lanas de colores que ellas mismas tiñen. Texto, tema, personajes, nudo, desenlace... ¡Gran puchero! Si me hicieran ahora un electroencefalograma saltarían todos los parámetros. Esa palabra que acabo de escribir y no quiero repetir, esa que tiene veinte letras, no es literaria. La suprimo y el texto me queda rengo. ¿Y los personajes qué hacen? Se aman, traicionan o simplemente están allí vagando y esperando de mí todo el trabajo. Las palabras son como tuercas y tornillos. Son soporte, ajustan y nivelan la trama. Modulan las imágenes. Algunas son pegadizas, pegajosas; otras ásperas, insoportables. También las hay tersas, como almohadón de plumas en las que daría gusto recostarse. Hay palabras chuecas, otras son comodines, usarlas sin abuso; eso dice el prospecto. Los adjetivos son impertinentes, cada uno quiere su lugarcito, y se agolpan como pasajeros en el andén que pujan por entrar en un subte repleto. Se instalan como saldo de liquidación en la vidriera. El surtido es variado.

5 “Cosecha de los martes” – Autores Argentinos, Buenos Aires, 2007.
Los hay leves como panaderos del campo montados en el viento, otros tienen la pesadez del paquidermo. También están los sosos que tienen el gusto de la papa sin sal. Los paso por el colador, luego por un cedazo más fino, trato de ser rigurosa en la selección, pero siempre alguno se infiltra. Por último tomo la tijera y me dedico a la poda porque el exceso es indigesto y el texto luciría como un sombrero de la reina Isabel de Inglaterra. Sigo: amaso, retrato, pudo. Están las palabras grandilocuentes, no son mis favoritas. Pero ¿si el personaje lo exige? Algunos son tan tercos que si le suprimís ese término, se escapan y te dejan un hueco en el papel, como si hubieras acercado un fósforo encendido del lado de atrás. Entonces no me queda más remedio que obedecerle. Con otros se puede negociar. ¿Y con las malas palabras, qué hago? ¿Sacrifico el texto por mi propio gusto? ¿Las dosifico como jarabe amargo? ¡Ah no, el texto es sagrado! ¡Aleluya! En medio de todo esto tengo que enganchar al lector. Con anzuelo no, porque lastima, mejor con red. A veces con una telaraña alcanza. Debo retenerlo y exigirle que colabore un poco, no es cuestión de darle todo masticado, y soltarlo de a poquito. Ahora que lo pienso, hay ocasiones en las que se merece que lo largue de golpe y si no sabe nadar, que aprenda...