Cada vez hay más familias en las que conviven cuatro generaciones; la expectativa de vida y los nuevos roles
Evangelina Himitian
LA NACION
Lunes 17 de noviembre de 2008
María y Greta son muy buenas amigas. Suelen pasar toda la tarde juntas: toman la leche, juegan, se ríen y, cuando llega la hora, se sientan juntas frente al televisor. Es un momento áspero en la relación, ya que sus gustos las colocan en bandos opuestos. Mientras a una le gusta Patito feo , la otra es fanática de Casi ángeles . Por lo demás, son prácticamente las mejores amigas. Greta tiene 10 años y María... 84 y es su bisabuela, quien la cuida hasta que llega la mamá del trabajo.
Viven las tres juntas en la antigua casa familiar en La Plata. A los 84 años, María se mantiene en plena actividad. No sólo cuida a Greta, sino que hasta hace poco era la babysitter de los trillizos Delfina, Abril y Valentín, que hoy tienen un año y ocho meses y son los hijos de otra de sus nietas.
Como nunca antes en la historia, el alargamiento de la esperanza de vida en el país ha hecho que hoy muchas familias disfruten de por lo menos un bisabuelo, el que, en muchos casos, se encuentra en plena actividad. Los especialistas se atreven a hablar ya de una cuarta edad.
"En una encuesta realizada sobre una muestra de personas de 49 a 63 años, se encontró que las dos terceras partes son abuelos y que, a la vez, tienen un padre vivo. La longevidad influye en que se desarrollen familias de cuatro generaciones. Y, con ello, muchas familias con bisabuelos", aseguró Celia Zingman de Galperín, psicóloga e investigadora de la Universidad de Belgrano.
Sacramento Pinazo Hernandis es investigadora de la Universidad de Valencia, España, y se especializa en el significado social del papel de abuelo. Al ser consultada por LA NACION, clasificó dos tipos de bisabuelos, en la actualidad: "El bisabuelo remoto, que se limita a contactos protocolares, en celebraciones familiares y fiestas, y el bisabuelo próximo, que tiene contactos frecuentes y regulares con sus bisnietos, cuida de ellos y los lleva a sus viajes o cuando sale de compras". Hoy, el segundo tipo es cada vez frecuente en las familias. "La imagen social del bisabuelo es la que antaño correspondía al abuelo", comenta Pinazo Hernandis.
Según explican los especialistas, este fenómeno está relacionado con el de la juventud de las abuelas. "Ser abuela no es sinónimo de ancianidad, por el contrario", explica Graciela Zarebsky\i, directora de la carrera de Gerontología de la Universidad Maimónides.
"Hoy, la mayoría de las abuelas trabaja y está en plena actividad. Y las bisabuelas vienen a cumplir funciones de abuelas. Cuando están en buenas condiciones, son las que se quedan en casa con los bisnietos, las que cocinan y las que transmiten los valores de la familia y la historia", apunta Zarebski, que acaba de lanzar su último libro Padre de mis hijos, ¿padre de mis padres? , que aborda, entre otros temas, el de la "bisabuelidad".
"No debemos subestimarlos ni tratarlos como a hijos. No hay que desalentarlos a que emprendan cosas nuevas, sino estimularlos en la medida de sus posibilidades", apunta.
En el país, durante el último censo, 1.481.307 personas dijeron tener más de 75 años y 1855 habían superado los 100 años. La esperanza de vida más alta (especialmente la femenina) hace cada vez más tardía la llegada a la ancianidad en relación con la duración total de la vida. Las mujeres del nuevo siglo ganaron casi diez años de esperanza de vida en sólo 50 años, según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En sólo una década, las argentinas aumentaron dos años de esperanza de vida, según los últimos dos censos: en 1991 se esperaba que las mujeres vivieran más de 75 años y, en 2001, más de 77 años.
A pleno disfrute
María Danquiz, de 84 años, y su bisnieta Greta son un fiel testimonio de que el papel de las bisabuelas ha cambiado. "Nos llevamos muy bien. Cada una está en una etapa distinta de la vida, pero nos complementamos y por eso disfrutamos de estar juntas", cuenta Greta Lapistoy, la mamá de la pequeña Greta. "Desde que nos mudamos y mis hermanas comenzaron a tener hijos la abuela rejuveneció. Es como que le dio otro propósito a la vida. Y tiene más tiempo que mi mamá, que es la abuela, para pasar tiempo con los bisnietos", explica.
En la casa que Patricia de Angelis tiene en Monte Grande, la noticia de la llegada de Lucía Belén revolucionó todo. "Con 63 años no estaba preparada para que me digan... bisabuela", explica Patricia, que se desvive por su bisnieta, de dos meses. "Por poco no llegó a conocer a su tatarabuela. ¿Quién iba a decir que íbamos a convivir cinco generaciones?", dice.
Hace unos meses, cuando su nieto les contó que iba a ser papá, se quedaron de una pieza. "Todos no sentimos jóvenes para ser abuelos y bisabuelos. Pero llegó y nos cambió la vida", dice Patricia, que es nieta de Alfredo de Angelis, el compositor de tango.
"Yo no me ocupo del cuidado ni soy la babysitter. Eso ahora le toca a mi hija, yo la disfruto cuando me viene a visitar, dice Patricia, a quien nadie le cree que sea bisabuela.
Rosa Fernández Presas tiene nueve veces la edad de Tomás, el más grande de sus bisnietos: ella tiene 81 y él cumplió nueve la semana pasada. Pero no se trata de un impedimento para que, por las tardes, tomen la leche juntos y se instalen en el living de la casa de Villa del Parque para desenmarañar juegos de ingenio. "Imaginate que si los abuelos malcrían, los bisabuelos somos peores", cuenta.
Estar con los bisnietos la rejuvenece. "Para Tomás soy como una abuela. A Tobías, que tiene cuatro años, y a Mateo, que no cumplió todavía los dos, los veo todas las semanas en la casa de mi hijo y siempre es una alegría. Son muy divertidos", cuenta.
A Tomás no le gusta mucho hacer los deberes; por eso, la bisabuela pidió que la relevaran de acompañarlo en esa obligación. "No me gusta regañarlo. Las bisabuelas estamos para disfrutarlos. Cuando se enferma, se queda en casa para que lo cuide. Los dos nos divertimos juntos", dice.
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