Ricardo Coler, director de "La mujer de mi vida" y autor del libro Eterna Juventud escribe aquí sobre los vecinos de un pueblo en Ecuador que viven más de 120 años.
Por: Ricardo Coler. Especial para Ciudad.com
MISTERIO. "Fuman tabaco. Beben el puro, una especie de aguardiente, y además consumen "chamico", un alucinógeno que produce los efectos de la marihuana y la cocaína con un deterioro varias veces superior", explica Coler.
¿Cómo se las arreglan los habitantes de Vilcabamba para vivir ciento veinte o ciento treinta años? Un pueblo del Ecuador sin ninguna particularidad salvo la de tener una cantidad increíble de centenarios. Timoteo Arboleda, por ejemplo. Para encontrarlo tuve que ascender dos mil quinientos metros hasta llegar a su zona de cultivo. No fue fácil, hacía calor y la ladera era empinada. En cuanto estuve en la cima, Timoteo Arboleda, con más de cien años, se acercó desplazándose con la misma gracia que puede tener un instructor de alpinismo. Claro, el subía y bajaba a diario.
O Manuel Picoita, de ciento cuatro. Estaba trabajando con su machete en el monte y entre golpe y golpe protestaba porque su familia no se ocupaba lo suficiente de la propiedad. Me invitó a sentarme bajo el alero de su casa y me comentó que esa noche tenía una fiesta a la que no pensaba faltar. Mientras tanto, su tataranieta me mostró cómo el pelo de Manuel después de haberse vuelto cano volvía a recuperar el color y en algunas zonas ya estaba negro. José Medina, de ciento doce, fue la mayor sorpresa. Trabajaba en su huerto separando la hierba mala de la buena con la azada. Lo hacía con golpes precisos y sin usar anteojos. Esperé a que terminara y nos sentamos a conversar.
Es evidente que algo pasa en Vilcabamba porque no solo llegan a una edad escandalosa sino que además lo hacen a contramano de los consejos médicos. Nada que se explique con los elementos con los que por ahora contamos. Llevar una vida sana, comer con moderación y hacer ejercicios puede significar andar bien del corazón pero no evita el uso de anteojos, las canas o la pérdida de la dentadura. Corazón, dientes, vista y pelo tienen procesos de envejecimientos diferentes y todos están conservados en los ancianos del pueblo.
Las investigaciones generadas en la zona ocultan lo que José Medina cuenta. El sistema sanitario es precario, la alimentación deficiente y los centenarios no se privan de ningún vicio. Fuman tabaco. Beben el puro, una especie de aguardiente, y además consumen "chamico", un alucinógeno que produce los efectos de la marihuana y la cocaína con un deterioro varias veces superior. Tampoco se privan del café ni de ponerle sal en abundancia a las comidas. Por eso es muy difícil darles un consejo; que coman sin sal podría ser uno. Pero el promedio de tensión arterial de la gente del pueblo es inferior a la de la ciudad.¿ Que no fumen o no beban? No hay médico que tenga autoridad moral ni sanitaria para decirles qué pueden o qué no pueden hacer.
Sentado en un bar de la calle principal, la avenida "Eterna Juventud", me pregunté qué me había llevado hasta allí. Hubo una serie de trabajos científicos sobre longevidad que había leído con interés. Cuando se está a nivel de las células, las enzimas y los genes, no existen los prejuicios y el envejecimiento puede ser visto como un proceso igual a cualquier otro. En lugar de ser una etapa natural e inexorable de la vida también puede ser considerado como una desorganización de los sistemas o la puesta en marcha de un programa biológico autoejecutable.
Todavía la situación no es clara pero en condiciones de laboratorio y por procedimientos diferentes se logró duplicar y hasta triplicar la expectativa de vida de algunas variedades de gusanos, moscas y ratones.
¿Actuar sobre estos procesos es ir en contra de la naturaleza? Depende de qué se entienda por naturaleza. De la misma forma en que las hormigas hacen hormigueros y los perros se adaptan a un amo, el hombre piensa. Y no hay nada más natural para él que modificar su entorno. Para bien y para mal. No hay que olvidarse de que antes de la revolución industrial no existían los contaminantes y el medio ambiente no estaba afectado. Sin embargo la gente vivía mucho menos que ahora. Hasta el siglo XIX un promedio de treinta y cinco años. Pero no era eso. Al menos no sólo eso lo que me había traído al pueblo.
En la actualidad la vida tiende a extenderse pero los años que la medicina nos regala no vienen con la garantía de una vejez digna. Los recursos para enfrentar a las enfermedades nos dejan con nuestros seres queridos durante un tiempo cada vez más prolongado sin que en el tramo final puedan valerse por sí mismos. Algo para que ningún marido, esposa o hijo está realmente preparado. Vilcabamba y los nuevos estudios sobre longevidad pueden ser una alternativa. Pero nada es tan simple. Las tierras de la longevidad desatan un interés malsano. Esa fue mi impresión al enterarme de quiénes son los que compran y construyen en los alrededores.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/11/12/_-01801409.htm