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La enfermedad silenciosa

Generalmente no hay síntomas que anuncien la enfermedad. Sin embargo, un hipertenso –lo sepa o no– tiene alto riego de sufrir complicaciones cardíacas, vasculares, cerebrales o renales. Los controles periódicos y los hábitos de vida saludables son la clave para prevenirlo.

Por Andrea Miranda
Revista Mercado
Marzo 2009

Se llama presión arterial a la fuerza que impulsa a la sangre a recorrer el sistema circulatorio. La sangre circula “desde el sistema de alta presión (arterial) hacia el de baja presión (venoso) y cumple la finalidad de llevar los nutrientes y el oxígeno hacia los tejidos, y recoger los desechos –especialmente el anhídrido carbónico– hacia el pulmón para su eliminación hacia el exterior del organismo. La bomba que suministra la energía para impulsar la sangre hacia la periferia del cuerpo es el corazón”, explica el doctor Hugo Baglivo, subjefe de Hipertensión Arterial de Fundación Favaloro.

Convenciones sobre la hipertensión
Actualmente se admite como máximo valor de normalidad –medido en consulta médica– cifras por debajo de 14/9 (140/90 mm Hg en términos médicos). Sin embargo, el valor óptimo –que implica menos riesgo–, es el menor de 12/8. Cuando los valores superan los considerados normales –tanto para la presión sistólica (máxima) como para la diastólica (mínima)–, se denomina hipertensión arterial.
Baglivo señala que “la normalidad” es un valor establecido por convención, surgida de sociedades científicas nacionales e internacionales. Y que evolucionó con el tiempo cuando “estudios de observación demostraron que la aparición de complicaciones o enfermedades vinculadas a la hipertensión arterial se produce con mayor frecuencia a medida que las cifras de presión arterial de un individuo son más altas”.
Cuando la presión se mide en el domicilio del paciente –o a través de métodos de medición ambulatoria– el valor normal límite es 13/8 (promedio de 24 horas) o 13,5/8,5 (promedio de las horas en que el paciente está despierto). “Actualmente –enfatiza el especialista– se da mucho valor a las mediciones fuera del consultorio médico porque se sabe que hasta 30% de los individuos tienen un fenómeno de ‘alerta’ que aumenta su presión arterial cuando es medida por el facultativo”.

Problemas hipertensivos
Existen diferencias entre un pico de presión arterial, una crisis hipertensiva, una emergencia hipertensiva y la hipertensión arterial crónica. “El pico hipertensivo es una elevación transitoria y brusca de la presión arterial y puede producirse, incluso, en una persona habitualmente normotensa (de presión normal) por una situación de estrés emocional o físico (ejercicio o un trabajo pesado); el paciente hipertenso puede tener picos hipertensivos por dichas causas o por transgresiones dietéticas (por ejemplo, por consumir alimentos ricos en sodio) o por obviar la toma de alguno de los medicamentos prescriptos para su tratamiento antihipertensivo”.
En la crisis hipertensiva, al aumento de los valores de presión arterial se suma la aparición de síntomas como cefaleas, mareos, falta de aire, palpitaciones o dolor en el pecho. Requiere consulta médica urgente.
Se trata de una emergencia hipertensiva cuando el aumento de la presión arterial “ocasiona un grave y agudo problema de salud (edema agudo de pulmón, accidente cerebro vascular, rotura de aorta, etc.): precisa internación urgente y tratamiento inmediato”, alerta Baglivo.
Hay ocasiones en las que el aumento de la presión se asocia a otras enfermedades (infarto de miocardio o intoxicaciones por drogas ilícitas, por ejemplo) en las cuales “el tratamiento se dirige fundamentalmente a la causa originaria del problema y debe internarse al paciente”, agrega el médico.

Causas y factores que inciden
“En alrededor de 90% de los casos –manifiesta– la causa es la denominada ‘esencial’ o ‘primaria’, y predomina el factor de herencia familiar”. Si existen antecedentes en ambas ramas, aumenta la posibilidad de que los descendientes sean hipertensos. El restante 10% son casos de hipertensión “secundaria”: es posible descubrir en ellos alguna afección renal, arterial, glandular. Por esta razón, lo primero que el médico debe descartar o confirmar es la posibilidad de una hipertensión secundaria.
El sedentarismo es un factor negativo en el pronóstico del paciente hipertenso. “La actividad física periódica produce una relajación de las arterias que induce al descenso de la presión arterial. El gasto energético producido por el ejercicio favorece el descenso de peso y, asociado a una dieta adecuada, ayuda a mantenerlo”, resalta el experto. Internacionalmente aconsejan hacer actividad al menos tres veces por semana en sesiones de 45 minutos cada vez, e incluso es suficiente una caminata a paso sostenido en períodos más reducidos –15 minutos, por ejemplo– repetidos en el día. El objetivo es aumentar la masa muscular para disminuir el contenido de grasa corporal.

Síntomas
El doctor Baglivo sostiene que cuando aparecen síntomas vinculados a la hipertensión arterial “debe sospecharse alguna complicación”. Las señales que pueden advertir sobre la presencia de alguna complicación cardíaca “son la falta de aire provocada por esfuerzos de variada intensidad, el dolor opresivo en el pecho –a veces irradiado hacia el cuello o los miembros superiores, preferentemente el izquierdo–, la presencia de palpitaciones frecuentes”, especifica.
En cambio, cuando las manifestaciones son “dolor de cabeza persistente –asociado o no a alguna alteración brusca de la agudeza visual–, mareos, alteración del habla o pérdida de fuerza muscular –o de movilidad en alguno de los miembros–, pueden indicar la presencia de un accidente cerebro vascular”, puntualiza.

Diagnóstico y tratamiento
La hipertensión arterial es conocida como la “enfermedad silenciosa” porque habitualmente se desarrolla sin síntomas característicos. Pero “si no es tratada –o si el tratamiento es insuficiente– puede generar complicaciones cardíacas, vasculares, cerebrales o renales”, explica Baglivo. El diagnóstico se efectúa mediante la medición de la presión arterial. “Es muy frecuente que se descubra por “un examen casual (prelaboral, ingreso a la universidad o en un chequeo)”, comenta.
De todos modos, cuando en la familia algún antecesor fue o es hipertenso, recomienda el médico, “es prudente que los descendientes midan su presión arterial” que es un método eficaz para un diagnóstico precoz, incluso en la infancia.
El tratamiento de la enfermedad, en general, comprende dos partes: las modificaciones en la alimentación y la supresión de hábitos nocivos (tabaquismo, sedentarismo, alcoholismo, etc.), y el tratamiento con fármacos antihipertensivos indicados, exclusivamente, por el médico tratante.

Prevención y cuidados

Los descendientes directos de un paciente hipertenso –aun los niños–, deben medirse la presión arterial. Los niños obesos o con sobrepeso, así como los nacidos con bajo peso tienen más probabilidad de ser futuros hipertensos.
Es fundamental controlar el consumo de sal (no agregar sal a las comidas preparadas y restringir la ingesta de fiambres, embutidos, alimentos en conserva, cremas, gaseosas con alto contenido de carbonato de sodio, sal de fruta, bicarbonato, etc.).
El consumo de alcohol debe limitarse: no más de dos vasos de vino o dos latas de cerveza o una medida de bebida blanca por día en la mujer (en individuos delgados se reduce a la mitad). El alcoholismo es una de las causas más frecuentes de hipertensión secundaria.
La cocaína, las gotas nasales que contienen catecolaminas, algunos antigripales o antialérgicos con efedrina o derivados, muchos antiinflamatorios y los corticoides, pueden inducir hipertensión. El tabaquismo afecta en forma indirecta: favorece la aterosclerosis y otras lesiones arteriales.

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