Cada año que pasa, el exclusivo Club de los Cien se vuelve un poco menos selecto. Al ritmo de una creciente longevidad poblacional, el hecho de que alguien alcance el siglo de vida es hoy un acontecimiento que se registra con frecuencia. Sólo en la Provincia de Buenos Aires existen ya 1.034 personas que tienen o superan esa edad (el doble de las que se registraban en todo el mundo a principios del siglo XX) y 88 de ellas viven en La Plata.
El Día
Domingo | 14.03.2010
Si bien su número tal vez parezca poco significativo, constituye el segmento que proporcionalmente más ha crecido en todo el país. Mientras que en 2001 la cantidad de argentinos centenarios rondaba los 1.850, hoy alcanza ya los 2.892, según estadísticas de PAMI.
Impulsada por los avances en la medicina, la expectativa de vida del hombre tiende a aumentar en todo el mundo. En apenas un siglo, su promedio en Argentina ha pasado de 42 a 73 años entre los hombres; y a 79, entre las mujeres. De hecho, ellas representan hoy casi el 80% de quienes llegan a cumplir un siglo de vida.
A lo largo de las últimas décadas, la ciencia ha venido acortando la brecha entre lo que el hombre vive en promedio y lo que se cree que biológicamente estaría preparado para vivir: más de cien años, según distintas investigaciones.
"A pesar de los avatares de la vida moderna, los resultados de un mejor diagnóstico, nuevos tratamientos y una medicina preventiva más extensiva son evidentes. Hemos conseguido demorar factores de riesgo y controlar muchas enfermedades que hasta hace pocos años producían la muerte", explica el doctor Osvaldo Tirante, presidente de la Asociación de Gerontología y Geriatría del Gran La Plata.
Sin restarle mérito a la medicina, los propios médicos sostienen que son las propias elecciones de vida la que en gran parte permiten usufructuar más el tiempo que quizás nos esté dado vivir. "La longevidad es un asunto multifactorial", afirman.
ESTRATEGIAS
Algunos estudios afirman que la longevidad se heredaría sólo en un 25%; es decir que la edad alcanzada por nuestros padres sólo condiciona un cuarto de nuestra expectativa de vida. El resto estaría determinado por lo que se denomina "ambiente", distintos hábitos y factores sociales. Es que si bien cada uno de nosotros tiene un relojito que se pone en marcha desde el vientre de nuestras madres y es inalterable; existen estrategias que contribuyen a que éste dure todo lo que tiene que durar. Y no sólo eso, sino que además lo haga en buenas condiciones.
Tras haber logrado controlar un gran número de enfermedades mortales, uno de los mayores desafíos de la medicina pasa hoy precisamente por mejorar la calidad de vida de las personas longevas. "No se trata sólo de vivir mucho sino de vivir bien", resume la doctora Sara Iajnuk, quien pone el énfasis en cuatro estrategias clave para lograr esa meta: la buena alimentación, la actividad física e intelectual y el manejo de las emociones.
Médica especialista en geriatría y miembro directivo de la Sociedad Argentina de Gerontología, Iajnuk explica que "a partir de los 45 años en las mujeres y 50 años los hombres el organismo absorbe menos vitamina E y por lo tanto incorpora menos antioxidantes. Para compensarlo es necesario ingerir más verduras y frutas o, en todo caso un suplemento vitamínico", dice.
Pero la buena alimentación -asegura- sólo es una parte. "Además hay que ejercitarse tanto física como intelectualmente". Para lo primero, explica, "lo mejor es caminar dos o tres veces por semana unos 45 minutos al día. No hace falta realizarse ningún examen médico para eso y los beneficios son notables: no sólo mejora el tono muscular, sino que activa la circulación y otras funciones importantes del organismo".
Llegada cierta edad, no menos necesaria es la ejercitación intelectual, señala Iajnuk. Para mantenerse bien "hay que aprender hasta el último minuto de la vida y, si es posible, cosas nuevas; estar en contacto con la vida cotidiana; desandar prejuicios y dedicarse a realizar esas actividades que siempre nos interesaron y nunca pudimos hacer".
Pero tan importante como mantener la mente activa parece ser evitarle situaciones de distrés o estrés negativo, ya que éste -al igual que los trastornos de ansiedad y depresión- activa mecanismos que favorecen el envejecimiento de las células. "Resulta fundamental controlar las emociones que nos hacen daño y vivir con optimismo -dice la doctora Iajnuk-; eso también se aprende y nunca es tarde".
http://www.eldia.com.ar/edis/20100314/laciudad42.htm