Fue domadora de caballos y hoy parece una elfa, chiquitita, con las orejas que asoman entre los pelos blancos y la cara arrugadísima sin dientes. Para el primer centenario de la Patria, Natalia ya tenía 10 años. Ahora, los 110 los celebró con algunos amigos, nietos y dos de sus cinco hijos. “Criada y nacida en Médano, m’hija –dice, así, en ese orden–. No, nunca viajé, siempre vivía colocada e iba con mis patrones …” Colocada (como se define) o criada. Tanto, que casi no fue a la escuela, “pero la patrona me enseñaba a leer y escribir”.
PorVERÓNICA TOLLER
Clarin
15/8/2010
Está achicadita por los años, como su voz, como su memoria. Hay cosas que no recuerda con claridad. Sí que “antes era más lindo, vio; había trabajo… Mis padres fabricaban ladrillos. Éramos nueve hermanos”, dice.
En el campo conoció a Juan Morales y se enamoró. Vivieron un noviazgo “formal, como antes”, y se casaron en Médanos, cerca de Gualeguay. Tuvieron cinco hijos.
“Vivimos en la pobreza, pero tranquilos –cuenta a Clarín su hija, que la acompaña en todo momento–. Cuando éramos chicos, todos compartían… El abuelo cazó patos hasta el final; yo le ensillaba el caballo, lo subía y él se iba al monte a cazar. Luego los desplumábamos y vendíamos. Y hacíamos leña de tártago, que es medicinal”.
Su madre no recuerda esas historias. Pero sí la música en la radio. “Y los bailes con acordeón. ¡Era lindo! En la casa del patrón. Yo miraba; siempre me mandaban a buscar algo. Me decían ‘bailá, Natalia’, pero no quise aprender”.
Y tiene bien presentes los asados, las tardes de carneada, las idas a misa, los domingos con visitas que traían noticias de casa en casa, en el campo. “¡Eco, eco! Charlábamos todos, tomábamos mate”. Las domas.
¿Domadora? ¡Qué coraje! “Y sí, coraje”, acepta ella. “El que me enseñaba me decía: ‘si tenés miedo ni te subas, porque no vas a poder’. Yo le decía que me daba miedo que el caballo me pisara. Pero me subí nomás”. Y las imágenes de hace 70, 80 años parecen pasar por sus ojos semicerrados.
Dice que nunca estuvo enferma. Que come de todo, especialmente tallarines caseros con tuco. La enrolaron recién después de cumplir 40, para la época del primer voto. “Salí bien, voté bien”, dice, y sonríe.
“¿Cómo llegué a esta edad? Y, porque no tengo nadie que me caliente la cabeza”, resume.
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