omo se esperaba, la investigación sobre 35.000 personas efectuada por el Centro Médico de la University of Texas reveló que quienes padecen sobrepeso u obesidad eran más propensos a tener una presión sistólica elevada, esto es el nivel más alto de lectura.
Saludable
16.8.2010
ero entre quienes tenían un índice de masa corporal (IMC) alto, el estado físico tenía un impacto pequeño sobre su presión arterial. El IMC es una medición del peso en relación con la altura.
Los investigadores indicaron que estos resultados sugieren que las personas que están tratando de disminuir su riesgo de hipertensión deberían focalizarse en bajar de peso y que el incremento del bienestar físico debería ser una segunda meta.
“La obesidad es un vaticinador tan fuerte del riesgo de presión sanguínea (alta) o hipertensión que tener un peso corporal normal es lo que realmente manejará la presión arterial”, en lugar del nivel de bienestar físico general, dijo a Reuters Health la cardióloga Susan Lakoski.
Al menos en términos de reducción del riesgo de hipertensión, “no es realista estar en forma pero gordo”, agregó la experta.
Para el estudio, publicado en American Heart Journal, Lakoski y sus colegas analizaron datos de unos 35.000 pacientes, en su mayoría hombres blancos, recolectados durante los últimos 20 años en la Clínica Cooper, en Dallas.
A pesar de los resultados, Lakoski dijo que para la salud general y el riesgo de muerte, el bienestar físico es una parte fundamental.
“Lo que quisiéramos ver finalmente en el mundo real es personas que adelgazan y empiezan a mejorar su estado físico”, agregó la investigadora.
Uno de cada tres adultos estadounidenses tiene presión arterial elevada -por encima de 140/90-, incluidos más de la mitad de los mayores de 55 años.
Padecer hipertensión pone a la persona en mayor riesgo de sufrir accidente cerebrovascular (ACV), ataque cardíaco y enfermedad renal.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por su sigla en inglés) la presión sanguínea alta costará a Estados Unidos más de 75.000 millones de dólares en el 2010, entre estadías en hospitales, consultas médicas, medicamentos y pérdida de tiempo de trabajo.
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