17 de Agosto de 2010
Palabras pronunciadas por el Dr. Rene Knopoff al recibir el reconocimiento del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a la trayectoria gerontológica.
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Agradezco a los organizadores de estas Jornadas el reconocimiento que me otorgan, así como a las actividades del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al Subsecretario de Tercera Edad, Sr. Claudio Romero.
Agradezco explícitamente a los compañeros con quienes compartí el despunte de mi desarrollo gerontológico en la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y de quienes aprendí mucho: Sergio Strejilevich, Roberto Barca, Elsa Bolatti de Urquiza, Lucila Santagostino, Liliana Gastrón, Leonardo Daino, Julieta Oddone, Leopoldo Salvarezza y Alvaro Saurí. Así también los que compartieron esos primeros años de docencia gerontológica y de actividades con mayores: Mónica Navarro, Alejandra Sgromo, Olga Vega, Gerardo Gastrón, Osman Antonuccio, Rosa Lerner, Myriam Baccarat, Marta Waldmann, Perla Koffman, Marta Andreani, Graciela Zarebski, Laura Bottini, Cyla Kesten, Sofía Aptekman.
Más tarde, en el desarrollo extraordinario de la actividad gerontológica que pudimos ver crecer en Maimónides, a partir de nuestra llegada allí, en 1997, agradezco el aporte y participación a todos los que se agregaron con su trabajo tesonero, calificado y generoso, lo hicieron posible: Nora Fioravanti, Cynthia Mariñansky, Graciela Zarebski, Raúl Drelichman, Olga Vega, Alba Plaza, Lucila Santagostino, Juan Hitzig, Alejandra Marinaro, Mario Rovere, Mónica Navarro, Sofía Aptekman, Diego Vázquez Grillia, José Luis Leone, Nélida Redondo, Clara Oland, Lucía Ledesma, Silvia Kanje, Viviana Fraticelli, Alcira González, Alejandra Sgromo, Liliana Gastrón. Marta Waldmann, Cyla Kesten, Sally Chama, Isidro Salzman, Mónica Griffin, Viviana Baccarat, José Luis Gravino, Sandra Furelos, Graciela Spinelli, Graciela González, Isabel Caño, Andrea Chejter, Leonor de la Fuente, Adela Kohan, Alicia Kabanchik, Gabriela Groba, María Cristina Lombardi.
También un enorme gracias a los cientos y cientos de personas que nos enriquecen con su presencia y participación en todas las actividades gerontológicas de intramuros y de extramuros.
Gracias también al Sr. Salomón Polakoff que, con sus jóvenes 90 años, nos apoya y acompaña, brindando sus consejos e ideas.
Quiero destacar especialmente el apoyo, el trabajo y el compromiso del secretario administrativo de la Escuela de Ciencias del Envejecimiento, Sr. Alejandro Zuy, sin cuyo accionar no hubiéramos hecho ni la mitad de lo que hicimos.
Gracias a todos.
Cuando Lorena Spina me habló que me harían un acto de reconocimiento a mi trayectoria, me sentí confundido ¿Qué hice de extraordinario para que me hagan un acto a la trayectoria? ¿Es a la trayectoria gerontológica o a la vida?
No está separada una de la otra.
Cuando adolescente, descubrí a Jesús y su doctrina, y a pesar de rechazos e incomprensiones, seguí adelante con lo que creí que era lo mejor.
Años después, allá por 1960, ya recibido, acordamos con mi novia, hoy mi esposa, que deseábamos realizarnos comunitariamente. Y nos fuimos a vivir al interior profundo de la provincia de Misiones. No había allí nada de los adelantos de la civilización. Ni agua corriente, ni teléfono, ni luz eléctrica, ni gas, ni cloacas, ni pavimento, ni cines.
Pero había gente que nos recibió con los brazos abiertos. Y allí, nos sentimos en nuestra casa. Formamos la familia, un gran hogar en el que estaba mi esposa, mis hijas y, en el corazón, toda la gente del lugar.
Donde uno se da mucho, recibe mucho más de lo que da.
Así, trabajando codo a codo, vimos formarse y crecer la Cooperativa Eléctrica que, con el tiempo dio luz al pueblo y a zonas vecinas, cooperativa que luego extendió su accionar para dar agua corriente a un pueblo de no más de 500 hs por ese entonces. Al no haber bancos, se creó la Caja de Crédito Cooperativa, con una intensa y necesaria acción social, luego el club y, de a poco, el Colegio Secundario y el Hospital.
Pero las hijas fueron creciendo y queríamos brindarles otra instrucción que la que iban a recibir allá.
Y nos volvimos a Buenos Aires. A empezar de vuelta.
Mi señora en la docencia, yo en la medicina.
Alguna vez alguien le dará a mi esposa el reconocimiento que hoy ustedes me brindan a mí, pues de maestra ejemplar, pasó por todos los escalones de la docencia y por concurso fue vicedirectora, directora, supervisora adjunta, supervisora titular, directora de toda la enseñanza primaria de la Capital, Directora General de Educación y Subsecretaria de Educación, de donde se fue sin resignar ninguna de las banderas con que subió, querida y respetada por todos. En esta época y en nuestro país, no es poco.
Decía que vuelto a Buenos Aires, elegimos un barrio modesto, Villa Lugano, con varias villas cercanas. Y junto con el trabajo de médico general, me sentí cómodo trabajando con la gente más humilde, con la que formamos una cooperativa de vivienda y consumo. En una de las villas de emergencia. Al poco tiempo, con el gobierno militar de Onganía y luego de Lanusse, en 1969, hubo intentos de erradicación, los que pudimos superar bien.
Más tarde, en el siguiente gobierno dictatorial de López Rega en 1975 y su continuación, el militar de 1976, la cosa fue dramática. Se utilizaron métodos aberrantes que nos hicieron acordar los de la Alemania Nazi. Trasladaban gente de una villa y la metían en otra, en la casa de otra familia que ni se conocían, para que se fueran. A los solteros, les derribaban las casillas con todos los muebles con una topadora y a los casados con hijos los trasladaban en los camiones de basura de la Municipalidad de Buenos Aires y los tiraban en el Gran Buenos Aires, con sus pocos muebles. Allí, el Gobernador Saint Jean, de lúgubre recuerdo, los volvía a cargar en camiones y los tiraba de este lado de la Gral. Paz. Los pocos y humildes muebles que tenían terminaban destrozados.
Siendo testigo de uno de estos operativos, cuando estuve como médico en la salita de salud de la Villa 6 de White y Zuviría intenté hacer público el hecho.
Llamé a la agencia Reuter. Lo mismo con Associated Press. Me dijeron que ellos vivían de la publicidad oficial y no podían publicar este accionar. Llamé a otras agencias de noticias con el mismo resultado. La única que vino fue Mónica Mihanovich con un reportero y una cámara para filmar el operativo.
Le sacaron la cámara de filmación y se la rompieron. Resultado: no se publicó nada.
A fin de retrasar y humanizar este accionar, con gente de cooperativas de tres villas fuimos a hablar con el comisario Lotito, de la Comisión de la vivienda, encargado de la erradicación de las villas. La primera vez, la entrevista duró dos minutos, diciendo que volvería a vernos en siete días.
Cuando volvimos a los 7 días, nos recibió con “Bueno, ya se todo sobre usted ¿Por qué está metido en esto? ¿Qué quiere?
Lo convencimos que si ellos querían erradicar las villas, era inhumano hacerlo así.
Que había que organizarlos, conseguir préstamos para que puedan construir sus viviendas en otro lugar. Dios nos ayudó, porque conseguimos convencerlo, o él pensó que pasaría a la posteridad como benefactor o no se.
Lo cierto es que ganamos más de dos años y préstamos para la construcción de un barrio en el Gran Buenos Aires.
Pasó el tiempo, yo seguí en el hospital como médico obstetra y en el consultorio de barrio como médico general.
En el 83, con Alfonsín como presidente y Saguier como Intendente, fui designado Subsecretario de Acción Social. Era la época de la ilusión. Pensábamos transformar el mundo. Poco es lo que pudimos hacer. Los vicios de la politiquería barata e ineptitudes propias hicieron que se avanzara poco.
Al año de la gestión vi que no era la política mi metier. Volví a la formación médica. Hice la diplomatura de Salud Pública y me quedé trabajando allí.
En una oportunidad, un paciente que atendía, sin familia, tuvo un accidente cerebro vascular. Ya no podía vivir solo. Solicité y obtuve su internación en el Hogar San Martín, lo mejor que tenía la Municipalidad en lo que a geriátricos se refiere. Y me olvidé de él.
A los tres meses lo voy a ver y... lo encuentro postrado en cama, con artrodesis de rodilla, es decir las piernas flexionadas y sin poder enderezarlas ¿qué pasó? Como había mucho trabajo, no lo levantaban de la cama, ¿por malos? No, por desconocimiento de lo que le podía ocurrir.
Sentí que la tarea a emprender era la formación gerontológica interdisciplinaria para conocer el proceso de envejecimiento. Empezamos en 1987 ó 1988 cursos en la Escuela de Salud Pública de la UBA. Al mismo tiempo, para acercar distancias entre profesionales y la población de mayores iniciamos lo que llamamos Encuentros Participativos entre profesionales y personas mayores, actividad pionera por su modalidad y que nos llena de satisfacción.
En 1997, rencillas políticas surgidas entre el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UBA y el Consejo Superior Universitario, detuvo nuestro desarrollo y crecimiento, lo que nos decidió a buscar nuevos horizontes.
Como conocía al Dr. Abraam Sonis, decano de Medicina de la Universidad Maimónides, por haber cursado 25 años antes el Curso Superior de Administración Médica en el C. L.A.M que él dirigía, lo visité y le propuse realizar en Maimónides las actividades que estábamos desarrollando en la Escuela de Salud Públia. Me aconsejó verlo al Dr. Goberman, Presidente del Consejo Superior Universitario de Maimónides, para que le expusiéramos nuestra propuesta de actividades. Así lo hice.
Desde el primer encuentro sentí una afinidad especial. Un hombre con un empuje y una apertura excepcional. Le gustó la propuesta y me encargó además del desarrollo de las actividades gerontológicas, ser director de Estudios de la Facultad de Medicina, por ese entonces una de las 2 ó 3 únicas carreras de la Universidad Maimónides.
Allí vino un nuevo desafío: el Dr. Goberman tiene una mente abierta que trabaja a 1000 km por hora, dinero que pone altruístamente al servicio de la comunidad y un empuje extraordinario. En conocimiento de la existencia de las universidades de la comunidad y del programa de estudios universitarios que realizaban la enseñanza aprendizaje del alumno a través de situaciones problema y no con el método tradicional, me propuso encarar la modificación de la enseñanza de la medicina con el modelo de aprendizaje basado en situaciones problema.
Me gustó el desafío. Me puse a leer las experiencias de la Universidad de Mac Master en Canadá, en donde comenzó este modelo en 1972 y que se fue extendiendo luego por las principales universidades del mundo.
Es un cambio radical en la enseñanza universitaria. En los últimos 500 años ésta se basó en el método que va de lo general a lo particular. De las leyes generales a lo cotidiano.
En realidad, no es así como aprende el niño, como se realiza el proceso de construcción del conocimiento. Uno va aprendiendo lo particular de cada cosa y después hace el salto cualitativo, lo relaciona con otras situaciones, lo generaliza y va entendiendo.
Del conocimiento inductivo, va deduciendo las leyes generales. En esto se basa el método de aprendizaje a través de situaciones problema.
Estimula las preguntas que cada uno se hace frente a una situación problema, para de allí extraer que debe saber para resolver esa situación. Esto fue un salto copernicano en la enseñanza.
Costó convencer a los profesores de las ventajas de este sistema. Tras 18 meses de trabajar con docentes y alumnos se pudo plasmar un programa de estudios que se comenzó a poner en práctica en Medicina.
Entre otras modificaciones se introdujo además el estudio de la Gerontología como una de las materias básicas, dado que la realidad demográfica y socio sanitaria mostraba que la mayor parte de los pacientes atendidos, tanto en forma ambulatoria como en las internaciones, eran adultos mayores.
En consecuencia, era imprescindible agregar el conocimiento del proceso de envejecimiento normal y sus posibles desvíos en la formación del futuro médico.
Mientras tanto, seguimos con los cursos interdisciplinarios de post grado y las actividades de los Encuentros Participativos con los adultos mayores.
El Dr. Goberman me insinuó la posibilidad de desarrollar una carrera nueva, ya no de postgrado sino de grado universitario.
En las charlas mantenidas con el Dr. Goberman, comentábamos que los problemas que aflijen a los mayores, no son sólo de causa biológica. Se suman especialmente problemas del entorno, de tipo social: valores, consideraciones, prejuicios, etc y aspectos psicológicos en dos niveles: en el primero intrínsecos a la propia persona que va envejeciendo, en el segundo debidos a la interacción con el medio micro y macrosocial.
Me dijo que si yo la armaba, apoyaría una carrera de grado universitario que formara estudiantes con una mirada abarcadora del proceso de envejecimiento y que esto debía llevarme todo mi tiempo y mi dedicación.
El impacto fue grande. Debí dejar el cargo de Director de Estudios de Medicina, con una remuneración importante, para largarme a la aventura, sin ingresos fijos seguros, dependiendo de muchas cosas: ¿lograría consenso de mis pares y aceptación de una nueva carrera?, ¿podría ser capaz de programarla?, ¿habría convocatoria de interesados?
Empezamos haciendo reuniones con los profesionales gerontólogos más conspicuos de ese momento.
Se les explicó que las ideas y razones en las que se basaba la necesidad de una formación gerontológica de grado universitario eran las siguientes:
1) La necesidad de contar con profesionales del más alto nivel que tuvieran una formación holística del proceso de envejecimiento y de sus posibles desvíos, conocimiento que abarcaría las áreas biológica, psicológica, social, recreativa y de gestión, evitando la mirada que provocaba la formación de postgrado, sesgada por la formación de grado, sea médica, psicológica o social. Que el envejecimiento, como parte que es de la vida, es un campo interdisciplinario, y el hecho de verlo así desde el comienzo de la formación ayudaría dar otra perspectiva y otro impulso a su desarrollo.
2) Que países desarrollados, que dedicaban muchos más recursos que nosotros a la formación universitaria, decían que no tenían suficientes profesionales formados para atender los problemas gerontológicos que tenían sus países.
Si esto les sucedía a ellos, ni que pensar lo que pasaba en nuestro país, con demografía de primer mundo y recursos de tercer mundo. Como no teníamos estadísticas al respecto, hacíamos como que no veíamos el problema. Pero este existía. Si esperábamos a tener una masa crítica suficiente con sólo la formación de postgrado, que requiere no menos de nueve a diez años, necesitaríamos recursos y tiempo que no tenemos pues hasta que lleguemos a formar esa masa crítica suficiente, los problemas serán otros.
Fueron muy pocos los que acompañaron la idea en ese año de 1988, sea porque no visualizaron su necesidad o porque era más fácil seguir el camino trillado de lo ya conocido que embarcarse en la preparación de una carrera nueva, sin antecedentes.
Es así que con gran parte de los que hoy nos acompañan preparamos el programa de la carrera Licenciatura de Gerontología con la doble innovación por los contenidos y por la metodología de ABP.
Con el apoyo siempre irrestricto del Dr. Goberman la pusimos en marcha en el 2000, tras su aprobación por el Ministerio de Educación de la Nación, el que otorgó validez nacional al título otorgado por la Licenciatura de la Universidad Maimónides.
Al mismo tiempo fuimos programando los postgrados. Entre 1990 y 1991 fueron comenzando las carreras de Especialización en Psicogerontología, programada por la Dra. Graciela Zarebski, con la que desde 1997 trabajamos codo a codo, y la de Geriatría, en la que trabajamos con Nora Fioravanti como docente y coordinadora académica y actualmente Nora es la directora y la Dra. Cynthia Mariñansky en la dirección asociada.
Mientras tanto, desde el comienzo mismo de las actividades académicas, entendí que era indispensable la actividad con los mayores, que a la par que fortalecería en los profesionales y población en general el conocimiento del proceso de envejecimiento, disminuiría las barreras de comunicación entre ambos.
De esta forma la misma población de mayores, al ir conociendo lo que podría ir ocurriendo en su envejecer, iba a poder actuar preventivamente, siendo así un nuevo agente de salud, en ellos mismos y en su entorno. También suscitaría cambios en los profesionales, los que al conocer la vitalidad y creatividad de los mayores, los iban a ver desde otro lugar, no desde la relación profesional – paciente, que da la visión del anciano enfermo. Ampliarían el panorama y les permitiría entender la realidad de los mayores, más allá de las paredes del consultorio o del hospital.
Esta actividad de y con los mayores es altamente gratificante para los profesionales y los mayores.
El que da recibe y el que recibe da, lo que mantiene y promueve su vigencia y su crecimiento. Así los Encuentros y los talleres son una fuente de crecimiento y gratificación.
La Escuela de Gerontología, en los últimos años pasó a ser Escuela de Ciencias del Envejecimiento, al incorporar el sentir y entender la gerontología como un campo interdisciplinario, en el que tienen cabida y contribuyen a su desarrollo todas las ciencias humanas.
No puede estar exento de este esquema, las áreas de asistencia y de investigación, que se están desarrollando desde hace ya seis años.
El área de asistencia brinda asistencia ambulatoria a los mayores y/o sus familias que requieran apoyo, orientación y/o atención.
Está formado por un equipo de profesionales en los que hay licenciados en gerontología, médicos, psicólogos, psiquiatras, kinesiólogos, etc que trabajan interdisciplinariamente, como no podía ser menos si somos consecuentes con lo que antes manisfestamos.
El área de investigación es la última que se desarrolló, pero de vital importancia para todas las demás y para el avance de la gerontología y por ende, del ser humano
Dr Rene Knopoff
Buenos Aires
17 de Agosto de 2010