Ciencias del Envejecimiento - Gerontología - Universidad Maimónides

 

No eres viejo hasta que piensas que el futuro está detrás de ti (Malcolm Forbes)

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El dilema de los costos

Si representáramos la proporción entre jóvenes y viejos en una figura geométrica, hace unos años habríamos dibujado un triangulo, cuya base representaría a los jóvenes, cuyo vértice representaría, en cambio a los viejos. Hoy eso ya no es posible, y más que de un triangulo tenemos que hablar de un rectángulo: durante la primera mitad del siglo XX, la causa más importante del envejecimiento de la población fue el descenso en la tasa de nacimientos.

Diana Cohen Agrest, Doctora en Filosofía (UBA)
– Revista Ñ – Pág. 33 – 30/10/10

En cambio, durante la segunda mitad del siglo, el factor más importante que incidió en el envejecimiento de la población fue la baja tasa de mortalidad, debido no sólo a las mejores condiciones de vida sino también a los avances de la medicina de la prevención y el tratamiento de as enfermedades infecciosas que algún tiempo atrás habrían sido fatales. Como nunca antes en la historia humana, cada día nace menos gente y cada día la gente se muere más tarde. Esa relación inversamente proporcional de cuenta de que le factor más importante en le reciente gasto de salud no se explique sólo por los incrementos de costo de la atención médica sino fundamentalmente, por el número creciente de adultos mayores que demandan per. capita un gasto mayor en salud en comparación con la demanda de los más jóvenes. Ante ese escenario, casi se ha dicho que tenemos el deber de morir para que los jóvenes puedan recibir una atención razonable. El hecho de que no haya recursos suficientes para todos transforma este problema, en su apariencia económico, en una lotería donde se juegan complejos dilemas éticos. ¿ Quién tiene que beneficiarse con los recursos disponibles? Cuado se discuten los criterios a seguir en la distribución de los recursos escasos, con frecuencia se recurre a una analogía: los pacientes se encuentran como los náufragos en un bote salvavidas, si se pretende salvar a todos, no se salvará nadie. La ética del bote salvavidas ejemplifica lo que sucede con los recursos escasos en el ámbito de la salud: ¿ quiénes tienen que ser “sacrificados”? ¿Qué criterio se ha de seguir en la selección?
Discriminar por edad es moralmente controvertido. Así como se habla de “racismo”, se habla de “edadismo” entendiendo por este término la discriminación de una persona en función de su edad. Quienes critican esta visión sesgada de la vejez, sostienen que negar un tratamiento a los mayores significa propiciar una doble injusticia: por una parte, en la lotería natural de la vida, los viejos son más propensos a sufrir enfermedades que les acortan la vida. Pero si en la lotería social se les niega un tratamiento, esa vida- de por si con escasas expectativas de supervivencia-, se acorta todavía más. Para los viejos, como para cualquiera, ese corto tiempo es precioso porque es le único tiempo que les queda por vivir.
Desde una perspectiva economicista, sin embargo, se ha sostenido que del hecho de que los gastos en atención sanitaria no sean iguales entre los distintos grupos de la población, por ejemplo el de los viejos en comparación con el de los jóvenes, no se sigue que esta distribución sea injusta. Así lo piensa el bioeticista David Callahan, quién sostiene que la atención sanitaria debe ser proporcionada a quienes se van a beneficiar más y negada a quienes se van a beneficiar menos. Callahan ideó un sistema de racionamiento centrado en la noción del tiempo natural de vida (natural life span): Una vez que se ha vivido un tiempo natural de vida, la atención médica no tiene que transformarse en un combate contra la muerte, comprendiendo que el hecho de que contemos con tecnologías capaces de extender el tiempo normal de vida no legitima el imperativo tecnológico de ser usadas.
Aun cuando visceralmente las políticas de racionamiento puedan resultar deleznables, lo cierto es que, cuando la vida y la muerte están en juego, las variables económicas parecen imbricarse con elecciones morales que plantean conflictos tan ineludibles como complejos de resolver

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