El Parkinson, una enfermedad neurológica tradicionalmente asociada a la tercera edad, también es cuestión de jóvenes. Según los expertos un 10% de los afectados en la Argentina, lo que representa unas 8000 personas, tiene menos de 50 años y padece Parkinson de Inicio Temprano (EPIT).

La neuróloga Cecilia Peralta, especialista en esta enfermedad, aclara que este trastorno que afecta a la capacidad de controlar el movimiento se manifiesta principalmente entre los 55 y 65 años. "No es apropiado esto que se repite respecto del Parkinson, que es una enfermedad de la tercera edad", señala. Y apunta una referencia entorno de los más jóvenes aún: "Un 10% comienzan antes de los 40 y hay personas de 25, 30 y 35 años que vienen a tratarse".
Además, se calcula que estas cifras están subestimadas porque muchas veces existen signos que están dando cuenta de esta enfermedad y pasan desapercibidos. Así, los especialistas explican que los síntomas no motores como depresión, constipación, trastornos del sueño, afectación del olfato son señales a considerar porque anteceden por años las demás manifestaciones del Parkinson.
Peralta, referente en la Fundación "Alfredo Thomson" para el desarrollo de las Neurociencias, recuerda una de sus pacientes con la forma juvenil o precoz de Parkinson. Se refiere a una mujer de 36 años, en plena etapa laboral y con una familia recién constituida, que empezó con los síntomas de la enfermedad. "Se la detectó no bien se manifestaron los primeros síntomas, empezó con el tratamiento y la rehabilitación y hoy lleva una vida autónoma y plena", confió.
Detección temprana, la clave. Como en toda enfermedad crónica, los tratamientos apuntan a mantener calidad de vida en el largo plazo. "Cuanto antes empecemos a tratarlo mejor va a ser su resultado", afirma la neuróloga. "En personas jóvenes, activas laboralmente y con una vida social a pleno, dar con un tratamiento adecuado a tiempo permite que la persona siga siendo autónoma".
Carlos M, 72 años, conversa con lanacion.com sobre cómo sobrevive con esta enfermedad que se le declaró hace 8 años y que llegó para cambiarle sus rutinas y sus relaciones. "Uno se va encerrando, se va quedando sólo con los allegados que ya conocen lo que uno tiene", cuenta. Y reconoce que, aún en el círculo más íntimo, las relaciones se van deteriorando.
Luego, se refiere a una de sus mayores preocupaciones: sus hijos. "Como es una enfermedad con predisposición individual genética siempre está mi miedo de que les aparezca a ellos lo mismo que a mí; para uno grande, es distinto, uno lo va llevando, pero cuando está toda la vida por delante es mucho más complicado y triste todo".

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