DESCUBRIMIENTO PALEONTOLOGICO EN UN PARAJE DE RIO NEGRO
Conocía el lugar porque había participado de una expedición en 1922. Hallaron restos de un dinosaurio desconocido.
Clarín
23.03.2005
Está casi ciega y tiene 98 años. Pero eso no le impidió a Filomena Avila, una baqueana de un paraje perdido de Río Negro, guiar a un grupo de paleontólogos en su búsqueda de fósiles por la Patagonia. Y los resultados no pudieron ser mejores: gracias a sus indicaciones, los investigadores encontraron los restos de un dinosaurio herbívoro que constituye una nueva especie debido a su particular mandíbula de forma cuadrada y pico a los costados.
Doña Tika, como la conocen todos, sabía que en los alrededores de su casa, ubicada a unos 10 kilómetros del pueblo de Cerro Policía, en el noroeste de Río Negro, había un gran yacimiento de fósiles, descubierto en 1922. Pero en un principio se resistió a revelar el lugar exacto.
"Creyó que éramos traficantes de fósiles y tuvimos que insistirle bastante para convencerla de lo contrario. Nos decía que en la zona no había nada, pero un día encontramos en su terreno una tibia enorme de dinosaurio", cuenta Sebastián Apesteguía, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales y director de la expedición.
En 1922, el geólogo Walter Shiller y el paleontólogo Santiago Roth inspeccionaron la zona y se toparon con una gran cantidad de huesos, la mayoría de los cuales se encuentran en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. En ese momento, Doña Tika no era más que una niña, pero colaboró con esa expedición, cuyo fin era más naturalista que paleontológico.
Como buenos investigadores y para evitar saqueos en la zona, Shiller y Roth no dejaron indicaciones precisas de la localidad. Intrigado, Apesteguía decidió sumergirse en libros y mapas geológicos antiguos para hallar alguna referencia que le permitiera dar con esa fuente de fósiles tan bien conservados. "Decidimos hacer una campaña, pero no encontramos nada.
Gracias a Dios, después conocimos a Doña Tika, que nos sirvió de guía", dice González. Además de colaborar en la búsqueda, la anciana les permitió a los investigadores acampar en su terreno durante las dos campañas que realizaron en los veranos de 2003 y 2005.
En enero de 2003, Apesteguía y su equipo encontraron los primeros huesos del bonitasaura, como bautizaron al ejemplar. Dos años después hallaron el resto, entre ellos los huesos frontal y parietal del cráneo, una veintena de vértebras, algunas costillas, el fémur, el húmero y la tibia. En total, pudieron reconstruir el animal en un 70 por ciento.
El bonitasaura es un ejemplar joven, de unos nueve metros de longitud y largo cuello. Vivió hace unos 83 millones de años, durante el cretácico superior, y se alimentaba de plantas y coníferas. Se supone que estos grandes dinosaurios herbívoros —un adulto podía pesar unas 20 toneladas— se movían en rebaños para protegerse de los carnívoros como el carnotauro que también habitaban la zona. De hecho, en algunas vértebras del bonitosaura se pueden ver las marcas de los dientes de un dinosaurio carnívoro.
Sin embargo, lo más particular de este animal es su mandíbula, de forma cuadrada y con dientes pequeños que se reemplazaban continuamente. "Hasta ahora no se había hallado ningún saurópodo (dinosaurio de cuello largo) con estas características —explica Apesteguía—. El bonitasaura demostró que algunos saurópodos tenían mandíbula cuadrada y que había más diversidad entre ellos de lo que se suponía."