Hace quince años que Terri Schiavo lleva una existencia de potus. "Persistente estado vegetativo", reza el diagnóstico, refrendado por la Academia Americana de Neurología.
Clarín
Marcelo A. Moreno
23.03.2005
Su caso conmueve al mundo, Bush en persona intervino para que la sigan manteniendo en ese estado y hay una vasta polémica ética, religiosa y jurídica en torno a esta pobre mujer más muerta que viva después de que aquel paro cardíaco, allá por 1990, le robara para siempre la conciencia.
Coincidentemente con esta historia triste, terrible y crucial, aquí en Buenos Aires se vieron bastante dos películas que plantean con desigual virulencia la cuestión de la eutanasia: "Mar adentro" y "Million dollar Baby". En ambas, los pacientes que optaban por morir lo decidían porque no soportaban padecer una vida tan infinitamente inferior a la vida que habían vivido. Ese descenso era más hondo que una degradación: era un infierno ante el cual la muerte aparecía como el simple fin del tormento. Por esa muerte digna clamaba Terri Schiavo, según su marido y representante legal.
Del otro lado, bajo el lema de "defender la vida", se sitúa la posición religiosa de no injerencia de los hombres en las potestades de la divinidad. Ella provee la vida y la quita, según los supremos misterios de su arbitrio. Y aunque en Estados Unidos crece la opinión favorable hacia el suicidio asistido por un médico en los casos sin remedio, George W. Bush, votado indiscutiblemente hace muy poco, sostiene con vigor la tesis contraria, cualquiera sea la forma y calidad de existencia que se trate. "En caso de equivocarse —dijo—, es mejor hacerlo a favor de la vida." No es un dato menor, por otra parte, que la mayoría de los hombres crean en alguna forma de divinidad.
Por los valores morales y filosóficos que se cruzan en ella, esta discusión resulta más que delicada. Y en ella las legislaciones, las tradiciones, las cargas culturales, las opiniones ajenas dan la impresión de sobrar. Porque, finalmente, ¿qué hay más íntimo, más personal, más secreto que nuestra propia muerte? Pareciera que no hay otro tema más profundamente propio que éste. Y de uno mismo en diálogo con la divinidad, si se es creyente.
Es demasiado lo que está en juego en el debate y no poco de la libertad. Básicamente, si nuestra propia muerte es un asunto que deciden Cristo, Alá, Jehová o el azar, según se crea, o si es una cuestión que podemos tomar en nuestras manos.