Gerontologia - Universidad Maimónides

Marzo 27, 2005

Escribiré hasta que Dios me dé con un bate en la cabeza

ray_bradbury.jpgENTREVISTA CON EL MITICO AUTOR DE "CRONICAS MARCIANAS"
Ray Bradbury

A los 84 años tiene dos libros nuevos en marcha que anticipa en esta charla. Condecorado por Bush, dice que los EE.UU. se quedaron sin competencia.

Matías Repar.
ESPECIAL PARA CLARIN
Domingo | 27.03.2005

Para poder escribir hay que estar borracho, así la realidad no te destruye", bromeaba Ray Bradbury en una parte de su libro Zen y el Arte de la Escritura. ¿Cuántos litros de alcohol habrán corrido por su sangre para cuando revolucionó la ficción con Crónicas Marcianas? Para cuando deslumbró al mundo con esta inolvidable descripción: Tenían en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal, y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta dorada que brotaba de las paredes de cristal.

A buscar la respuesta para tal pregunta fue enviado el periodista Sam Weller que aterrizó en California en mayo de 2000 para reportear al gran ícono de la ciencia ficción. El escritor que soñaba viajes a las estrellas sin saber manejar un auto; el futurista que anticipó el mundo tecnológico del mañana y ni siquiera sabe cómo encender una computadora. El artista de espíritu libre que se mantuvo fiel a su esposa durante toda su vida. La entrevista se prolongó 5 años, y el resultado es The Bradbury Chronicles, un libro que recopila detalles de las charlas de Bradbury con Hugh Hefner en la Mansión Playboy, o la reciente visita a la Casa Blanca, cuando recibió la Medalla Nacional de las Artes. Así, Weller se las ingenia para explicar como un chico de 12 años de Illinois, fanático de los comics y el cine fantástico, decide viajar al futuro tras ver a Buck Rogers y no volver más. ¿La razón? Ya había colocado dos novelas en mil doscientos dólares tras apenas nueve días de trabajo con una máquina de la Biblioteca de Los Angeles, alquilada a veinte centavos la hora.

Hoy el chico tiene 84 años, más de 600 cuentos cortos publicados y 30 novelas. El autodidacto que no terminó la escuela y transformó su nombre en una marca registrada atiende el teléfono en su casa de Cheviot Hills, un vecindario al sur de Los Angeles. Es así con Bradbury, si está de tono atiende y da una entrevista como ésta, con un periodista argentino al que ningún agente de prensa le ha arreglado día ni hora.

—Bradbury, ¿no le parece extraño que hayan tardado tanto en hacer una biografía suya?

—Es que nadie me lo propuso antes. Aunque parezca mentira, es así de simple. Sam Weller fue el primero que vino con esa idea, y ahí está su libro.

—Pero usted dijo que las biografías suponen la muerte creativa del autor. ¿Le llegó la hora?

-No, en absoluto. Yo escribiré hasta que Dios me dé con un bate de béisbol en la cabeza. De hecho, tengo que entregar dos libros este año: uno es una colección de cien ensayos que hablan de todo, desde Moby Dick y los viajes espaciales hasta Francia, donde me detengo especialmente, y las religiones. Ese tiene que salir en Julio. El otro es una novela que será la secuela de Dead Line (Línea Mortal) y sale en Navidad.

—¿Por qué Francia es un tema tan particular para usted?

—Porque amo París. Mi esposa, Marguerite, que murió hace un año, era francesa. Francia es una gran nación, y tiene una historia fascinante. Después de la Revolución, sus políticas eran un total desastre. Tuvieron que soportar invasiones, derrotas militares y cientos de fracasos, y a pesar de eso, siempre resistieron, y hoy es el mejor país del mundo, con un sistema democrático que deberíamos tomar como ejemplo.

—¿Cree que el fenómeno de la "Ucronía" (un género que en lugar de avisorar el futuro especula sobre otros pasados posibles) es la nueva posibilidad de la Ciencia Ficción?

—No, las ucronías o historias alternativas existen desde siempre, no es nada nuevo.

—Y en general, no se consideran literatura seria...

—Pensar que otra historia, distinta a la ocurrida, es imposible es aún menos serio, es ridículo, porque todo es imposible. Nosotros mismos somos imposibles. Ni siquiera sabemos cómo comenzó la vida en la Tierra.

—Bueno, usted sabe, hay algunas teorías, como el Big Bang que aproximan a cierta explicación...

—Lo único que explican es que nadie sabe nada con certeza. El universo ha existido desde siempre, ni vale la pena preocuparse por entenderlo. Lo mejor es seguir acá, haciendo lo que uno sabe hacer, disfrutando el milagro de la vida.

Dice Bradbury tan como si nada, como si no fuera el mismo que vio tantas cosas antes. Hoy por hoy, los ejecutivos de Apple describen al reproductor i-Pod como "el primer paso hacia la creación de un mercado de Cyborgs" —la máquina como extensión de la mente humana—. Viejo. En 1953, Bradbury ya había imaginado una Seashell Radio (anticipando el walkman y el i-Pod) en ese libro que pronosticaba un futuro sin libros: Fahrenheit 451.

—El presente se parece cada vez más al futuro que plantea en algunas de sus obras. ¿Eso lo inquieta?

—Para nada, con el tiempo aprendí a no prestarle atención a lo que escribo. Dejo que mi inconsciente haga todo. Es la única forma de acercarme a la verdad.

—¿Qué piensa de los recientes descubrimientos de la misión europea en Marte? (una sonda sugiere la posibilidad de vida primitiva en ese planeta).

—Espero que la próxima expedición sea con humanos, y no con robots. Lo ideal sería hacer el lanzamiento desde la Luna, es una plataforma ideal para llegar a Marte. Creo que esto será posible dentro de unos diez o quince años. Si por entonces sigo vivo, me encantaría poder verlo.

—¿Percibe alguna analogía entre estas misiones a Marte y la carrera a la Luna de la Guerra Fría?

—En ese momento, el hecho de estar compitiendo con Rusia nos ayudó mucho a llegar a la Luna. Pero quince años después, ese gobierno totalitario colapsó y lamentablemente nos quedamos sin competencia. La historia del mundo es la historia de las Naciones compitiendo. Sin Inglaterra, Francia y España peleando por un modelo, América nunca hubiera existido, y no estaríamos hablando.

—A propósito, ¿como fue su encuentro con Bush?

—Maravilloso. Cuando terminé mi discurso, él se acercó, tomó mi silla de ruedas, y me paseó por los salones históricos. Le dije, medio en broma, que con todo ese espacio cualquier presidente que tenga una mujer liberal puede ser la persona más feliz del mundo. Me dijo, "en ese caso, ya te habrás imaginado quién te hubiera dado la medalla" (por Bill Clinton).

—Se puede decir entonces, que el clima de la reunión estuvo lejos de los 451 grados.

—Claro. A pesar de todo, creo que Bush es una buena persona.


Aldo Sessa, el amigo argentino

"Quiero que le envíes un saludo a mi amigo Aldo Sessa", fue el (único) pedido de Ray Bradbury a la hora de conceder esta entrevista.

Nobleza obliga, Clarín quiso saber la dimensión de la relación entre el escritor y el fotógrafo argentino. "Es un tipo extraordinario —cuenta Sessa en Buenos Aires—. Nos conocimos en el 79, cuando hicimos el libro The Ghosts for Ever (Los Fantasmas Para Siempre). En el 2000 repetimos la experiencia, pero en el sentido inverso: esta vez yo le envié una serie de fotos, y él le agregó ensayos y poemas suyos que hablaban, justamente, de la fotografía. Se llama Sesiones y Fantasmas y terminó de concretarse en el Hotel Plaza de Nueva York. Hablé hace poco con él, justo después del encuentro con Bush y estaba muy emocionado. Más allá de que no coincida con sus políticas estaba orgulloso. Ese tipo de gestos refuerzan las instituciones democráticas. Lo quiero mucho. Forma parte de un mundo habitado por gente fantástica, y pronto vamos a hacer algo juntos de nuevo".


Dos novelas de un escritor clave

Ray Douglas Bradbury nació en Waukegan, Illinois, el 22 de agosto de 1920. Sus primeros relatos fueron Space Way, Super Science History, Pendulum y Weird Tales. Pero su impacto en la cultura del siglo XX llegó con dos novelas.

Crónicas Marcianas (1950)
Los hombres deciden colonizar Marte en 1999, y comienzan a aplicar ahí los modelos de vida de la sociedad de ese entonces. Los soberbios terrícolas terminan desparramando un virus y "el planeta entero se convirtió en una barrosa pelota de béisbol inútil. Los primeros habitantes eran pocos, y estaban realmente sólo, pero la población de humanos fue aumentando de manera gradual, a medida que crecían los maltratos (...)". Una buena metáfora sobre la mala conciencia de los norteamericanos ante las matanzas de los indios.

Fahrenheit 451 (1953)
La historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, es la de quemar libros. En el país de Montag está terminantemente prohibido leer. La lectura lleva al pensamiento, y esto pone en riesgo los intereses del régimen totalitario de ese gobierno, cuyo objetivo es aparentar felicidad. La posición del Vaticano frente a El Código da Vinci plantea un interrogante: ¿Cualquier semejanza con el presente es casualidad?

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Marzo 27, 2005 11:40 AM