En las dos puntas de la existencia humana está la música como elemento recreador, integrador y facilitador. Los del grupo Papelnonos (70 integrantes de entre 60 y 82 años) tocan artesanales trompetas, clarinetes y saxos de cartón y papel que, a la hora de sonar, suman evocación de metales y maderas reales. Los integrantes de las orquestas infantiles y juveniles de Villa Lugano y de la Villa 31 de Retiro (160 chicos de 6 a 18 años) son intérpretes de instrumentos propios de una sinfónica y, con violines y flautas, contrabajos y oboes, chelos y vibrafones, tocan rock argentino y Debussy, Mussorgsky y el carnavalito para bailar.
La Nación Revista
Domingo 3 de abril de 2005
En el caso de los chicos, que aprenden música y además la ejecutan brillantemente (por ejemplo, la sinfónica de la Villa 31 ya tocó en octubre de 2004 en el Festival Martha Argerich, en el Colón), el proyecto se pone como objetivo bajar los índices de deserción y fracaso escolares en chicos y muchachos de zonas carecientes. Respecto de los nonos, que ya actuaron por todo el país, y también en España y en Chile, y que en este abril subirán al escenario del teatro Lola Membrives, la idea es que nunca es tarde para encontrarse con los sueños, y ese solo aliciente los ayuda a elevar su autoestima.
En ambos casos, todos encuentran en la música una manera clara de reconocimiento, un recurso concreto para encarar el presente y enfrentar mejor el futuro. Los adultos mayores –disfrazados con ropas brillantes que, al igual que los instrumentos, salen de sus propios talleres de realización– se divierten como si fueran chicos, tocando antiguas y modernas piezas populares. Los pibes, dirigidos por el maestro Claudio Espector, músico él mismo y actual director del Conservatorio Manuel de Falla, gracias a la música se alejan de la calle y encuentran en estos sistemas de formación musical temprana (inspirada en una idea venezolana, donde funcionan con suceso más de 180 orquestas infantiles y juveniles) un modo efectivo de recreación e integración. Unos y otros con su actividad envían mensajes poderosos a esta sociedad con frecuencia desarticulada.
Los admirables viejitos (reunidos desde 1989 por el profesor de música y psicólogo Jorge Estrada) nos dicen que las actividades grupales son una herramienta imprescindible contra la soledad y que la música es un remedio para atenuar y volver más interesante la experiencia vital y el paso de los años.
Los pendex, además de pasarla muy bien, se hacen de un oficio que los acompañará durante el resto de su vida y, de paso, les extienden una advertencia a todos los profesores y profesoras de música que todavía se agarran la cabeza porque en los actos escolares la Marcha de San Lorenzo sale un poco desafinada.
Sería encantador verlos a todos en un mismo escenario, interpretando, juntos, valses de Strauss, temas de Charly García y tangos de Gardel.
Por Carlos Ulanovsky
El autor es escritor y periodista
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