Gerontologia - Universidad Maimónides

Mayo 07, 2005

La madurez es poder gobernar los deseos

enrique_rojas.JPGLo dijo el autor de "El hombre light", de visita en el país

* Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, recibió el Premio Conde Cartagena de la Real Academia de Medicina
* Acaba de publicar el libro "Los lenguajes del deseo"

La Nación
Sábado 7 de mayo de 2005

Para el psiquiatra español Enrique Rojas, el deseo habla muchos idiomas. Es que este catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y autor de libros como "El hombre light" se dedica a internarse en el laberinto de las pasiones humanas.
De visita en nuestro país para dar dos conferencias en la Universidad Austral y participar de la Feria del Libro con su última obra, "Los lenguajes del deseo" (Editorial Planeta, 2004), el doctor Rojas dialogó con LA NACION acerca del amor, el desamor, la sexualidad y la voluntad.
-¿Cómo habla el deseo?
-Habla cuatro idiomas, que son los lenguajes físico, psicológico, social y cultural. Los deseos físicos son el hambre, la sed, la sexualidad, el cuidado externo; los lenguajes psicológicos son el deseo de conocerse a sí mismo, de estar equilibrado, de estar maduro; los deseos sociales, tener amistades y cultivarlas, y, por último, los culturales, como la estética y la inteligencia, que aporta la riqueza interior a la persona. La pirámide parte de los deseos físicos y termina en los culturales.
-¿Se puede no aprender bien alguno de esos lenguajes?
-Por supuesto. En la persona hay una parte psicológica sana y una parte psicopatológica; es decir, cada deseo se contrapone con su contrario, es un binomio como pasa con los sentimientos. El deseo físico de comer, por ejemplo, enfrente tiene la anorexia o la bulimia. El deseo cultural del conocimiento, que se contrapone a las revistas del corazón, un conocimiento tonto y chato de las vidas de los famosos.
-¿Qué nos impide caer en los excesos?
-Una ecuación compleja de ingredientes diversos, que da lugar al equilibrio en el arte de vivir: es bueno trabajar mucho, pero es malo no tener tiempo nada más que para trabajar.
-¿Cómo se logra el equilibrio?
-Una de las cosas que hacen a la persona equilibrada es la administración inteligente del deseo; la otra es la felicidad. Por eso, la madurez es poder gobernar el mundo de los deseos. El problema es cuando somos juguetes momentáneos del deseo.
-¿A esto se refirió cuando describió el perfil del hombre light?
-Exactamente. El hombre light es todo fachada, con cuatro elementos dentro: el hedonismo, el consumismo, la permisividad y el relativismo. Esta tetralogía sugiere un hombre liviano, sin referente ni remitente.
-¿El entorno puede influir?
-Lo light es el monumento a la superficialidad. Tiene mucho que ver con el nivel socioeconómico, por un lado, y con el entorno, por el otro. Hay ambientes light donde todo es apariencia. Sin embargo, cuando la vida pasa, las apariencias quedan atrás y el sedimento es la vida verdadera, que es la felicidad y consiste en el resultado positivo del análisis que hago de mi vida a partir de mi forma de ser, del amor, el trabajo y la cultura.
-Pero usted escribió que el hombre es un animal descontento...
-Claro, porque hasta la persona más completa que uno puede conocer en Buenos Aires tiene carencias. Cualquier análisis de la vida personal es doloroso. La vida es un aprendizaje duro y enseña más que muchos libros.
Amores eólicos
Una de las alteraciones de los deseos amorosos es lo que el doctor Rojas llama amores eólicos, un nombre inspirado en Eolo, el dios griego del viento y responsable de controlar las tempestades. "Estos amores brotan de vientos afectivos incontrolables y se dan más frecuentemente en el hombre, que es el que tiene el arte de la conquista", explica el psiquiatra, que ostenta reconocimientos como el Premio Conde Cartagena de la Real Academia de Medicina de Madrid.
Las relaciones eólicas tienen características adolescentes, pero ocurren en hombres adultos. Son esporádicas, pasajeras y sin compromiso.
"La conquista se transforma en un reto permanente: el hombre busca demostrarse a sí mismo que puede conquistar a una mujer entre 20 y 30 años más joven -explica Rojas-. Pero lo que en realidad hay dentro de él es un vacío interior."

Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION

El penúltimo tren
Aunque la psiquiatría aún no lo considera estadísticamente muy relevante, un nuevo cuadro clínico asoma en la sociedad: el síndrome del penúltimo tren. Suele aparecer en los niveles socioeconómicos altos y afectar a los hombres de entre 40 y 65 años.
Lo que desean es poner punto final a una relación sentimental. "Es un arabesco del lenguaje, en el que el hombre le transmite a la mujer un discurso en el que cada palabra tiene su peso", explicó.
Los que padecen este síndrome suelen sorprender hasta el punto de la perplejidad a sus parejas con frases como: "Te quiero mucho, pero no estoy enamorado de vos; valés mucho, pero yo ya necesito otra cosa" o "No quiero hacerte daño, pero tengo que ser sincero y decirte que me di cuenta de que lo que busco es una ventana de aire fresco en mi vida afectiva..."
Y el pronóstico para estos hombres es malo. "Quieren salir de la relación y producen una situación que esconde la tragedia de la ruptura familiar", dice Rojas. El nuevo objetivo es reemplazar a la pareja por otra mucho más joven... En definitiva, un amor eólico.

http://www.lanacion.com.ar/702093

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Mayo 7, 2005 09:33 AM