Gerontologia - Universidad Maimónides

Mayo 11, 2005

Expectativa de vida y el dolor de ya no ser

Si después de los 40 años te despertás y no te duele nada, es que estás muerto". La frase pertenece a un escritor norteamericano de cuyo nombre no puedo acordarme

Marcelo A. Moreno.
mmoreno@clarin.com
Miércoles | 11.05.2005

Igualmente elocuente, el finadito Oscar Ringo Bonavena —boxeador de pies planos que le hizo pasar un mal rato a Muhammad Alí y cantor desafortunado— solía sentenciar: "la experiencia es el peine que te dan cuanto te quedás pelado". Y en uno de los pocos poemas suyos que reconocía gustarle, Jorge Luis Borges escribió: "Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)/ hay alguno que ya nunca abriré./ Este verano cumpliré cincuenta años;/ la muerte me desgasta, incesante."
Esas son palabras. Los hechos muestran que la expectativa de vida hoy en las grandes ciudades y en sectores con acceso a la medicina crece sin parar por los logros incesantes de la investigación científica. Así, hemos llegado a sociedades ancianas como la italiana, con tasa de natalidad negativa. Y vamos por más: el biólogo francés Etienne-Emile Baulieu —que trabaja intensamente a los 80 años— le dijo a La Nación que "es muy posible que la verdadera duración de la vida humana se sitúe entre los 120 y los 125 años. En todo caso, la esperanza de vida ha venido aumentando en forma constante desde hace 30 años."
Todo muy lindo. Sólo que un tipo a quien le va bien, requetebién, digamos, en el rubro salud—dinero—amor, como Paul Newman, y que acaba de cumplir 80 pirulos, le confesó a Clarín hace unas semanas: "¿Qué cuál es la ventaja de llegar a viejo? Francamente, ninguna. A veces necesitaría un Viagra para la mente: ahora mi mayor logro es mantener el pulso". Porque la pregunta parece ser ésa: más, si; pero ¿cómo?.
La bióloga española María Blasco le explicaba hace poco a El País: "Nuestro organismo es una máquina perfecta (salvo en casos excepcionales de enfermedades genéticas hereditarias) hasta los 30 o 40 años, y después empieza a degenerar y perder su capacidad regenerativa, o empieza a acumular errores de funcionamiento que pueden dar lugar a la aparición del cáncer". Pareciera como si la Naturaleza tuviera un plan para nosotros: con que nos conservemos en estado de respiración hasta reproducirnos, misión cumplida. El resto sería un lujo, según Bauleau. Pero, ¡Minga!. El hombre, por su propia voluntad y creando sus propias maravillas científicas, estiró el límite hasta mucho más allá de lo concebible.
El problema sigue siendo cómo. El general De Gaulle atribuyó en sus Memorias de guerra la conducta del Mariscal Petain —héroe de la Primera Guerra Mundial y traidor en la Segunda, encabezando el gobierno francés adicto a Hitler— al "naufragio de la vejez". Y ahí quizá esté el centro de la cuestión, en ésta época en que se multiplican las hazañas medicinales: vivir más pero sin naufragar. Las patéticas imágenes que nos deparó la agonía en directo de Juan Pablo II nos hablan con sombría elocuencia. Porque malvivir apenas sobreviviendo parece una odiosa crueldad innecesaria.

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Mayo 11, 2005 09:57 AM