La automarginación es un fenómeno más que común entre las personas mayores. El temor a convertirse en una molestia para los demás (familiares especialmente), genera una sensación de aislamiento afectivo que conlleva consecuencias graves... ¿cómo corregirlo?
Fuente: www.enplenitud.com
Publicado por MayoresenMovimiento
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En la Argentina, según estimaciones no oficializadas, menos del 1% de la población vive en geriátricos o en institutos para la tercera edad. Pero el fenómeno más representativo, se da en que la muchos de aquellos confinados a esos lugares, todavía tiene posibilidades de valerse por si mismos.
La traducción es sencilla: muchas de esas personas prefieren dejar la responsabilidad del cuidado a profesionales, en vez de convertirse en una “carga” para su familia. Pero leyendo más profundamente, podría decirse también, que esa autoevaluación de si mismos (de considerarse dependientes), se origina en la calificación que los demás hacen de ellos. Síntoma de la discriminación instalada en la sociedad.
El incremento de la expectativa de vida en todo el mundo, hace que la cantidad de persona mayores se incremente. En países desarrollados, se ha demostrado lo siguiente:
el 65% de las personas mayores se valen por sí mismos
-el 25% tiene cierta discapacidad que no les impide ser independientes
-sólo el 10% necesita de otros para mantenerse (física y mentalmente)
En la Argentina, el 20% de los adultos mayores, vive absolutamente solo. El 12% de ellos, vive en hogares no familiares (institutos geriátricos en su mayoría), y el 68% restante, comparte su convivencia con el grupo familiar o con alguno de sus miembros.
La precariedad de las condiciones jubilatorias en el país, hace que 1,5 millones de personas esté totalmente fuera del régimen, que no recibe pensión ni retribución alguna, y que por ende no está cubierta con ningún seguro médico ni social.
Todas estas personas, conforman un grupo de gente que no tiene posibilidades de desarrollo de ningún tipo y que terminan internados en institutos de día en donde se limitan a sobrevivir, aunque no tengan ningún tipo de discapacidad o imposibilidad.
Casi el total (90%) de las personas de entre 60 y 75 años tiene la posibilidad de vivir independientemente, sin ser internadas en hogares, pudiendo ser atendidas “a domicilio” para cubrir algunas necesidades básicas.
En general, muchas de las personas que temen convertirse en una “molestia” para los otros, dicen estar preocupados por la situación económica, según la encuesta realizada por la Secretaría de la Tercer Edad de la Nación.
Las otras razones se centran en la inseguridad en la calidad de los servicios de salud, la incertidumbre por la seguridad en la vía pública, y problemas de alojamiento principalmente.
Cuáles son las soluciones
-La inactividad de los mayores responde principalmente a los prejuicios que descansan sobre ellos. La exclusión del mercado laboral hace que los “viejos” estén confinados a la falta de oportunidades. El mejor remedio es sortear todos esos obstáculos: que las personas mayores se dediquen a ejercitar su vocación de servicio, sea donde sea.
Encarar un mantenimiento físico preventivo y curativo de inmediato
La dependencia comienza por el auto aislamiento. La mejor manera de superar esos miedos, es manteniéndose activo y sintiéndose útil de cualquier manera.
-Participar de grupos de trabajo o estudio
-Evitar el pensar en que al llegar a cierta edad, se va a volver dependiente (autosugestionarse).
Muchos de los casos de persona con dependencia física, se dan por motivos psicológicos. El ser mayor, es un cambio que viene luego de la acumulación de experiencia. No traumarse, lo mejor es comprender ese cambio y estar orgulloso de cómo se llegó a él.
-Nadie se jubila de la vida. Las ganas no tienen fecha de vencimiento, al igual que la capacidad intelectual y las ansias de lograr cosas todo el tiempo.
Existe un sistema que los excluye. ¿Por qué no inventar un sistema propio?
Cada minuto cuenta y debemos aprender a dejar de perder el tiempo
Dicen que los jóvenes son revolucionarios y los viejos conservadores. ¡Falso!, nunca es tarde para cambiar nuestra manera de ver las cosas (aunque a veces no nos dejen).