En países como USA es muy habitual que llegada cierta edad se incluya un nuevo hábito en la rutina diaria: tomar una dosis baja de aspirina (100 a 325 miligramos). El motivo es la creencia en que la “pastilla centenaria” puede prevenir el infarto de miocardio y el cerebral. Y es cierto, es capaz de reducir entre un 25% y un 30% el riesgo de sufrir un evento cardiaco. Pero no gratuitamente. Su uso crónico duplica la posibilidad de hemorragias digestivas.
Por Isabel Perancho para El Mundo/Salud
27/06/2005
Ésta es la razón por la que los especialistas limitan su uso diario a personas que tienen más “papeletas” que el resto de sufrir un accidente vascular. Se trata de las que ya han experimentado un episodio de este tipo o son diabéticos tipo 2 (no dependiente de insulina), algunos obesos y personas con síndrome metabólico (que a los dos citados factores de riesgo suman el colesterol y la hipertensión).
La investigación ha calculado que se pueden evitar cuatro infartos por cada 1.000 personas de estas características que ingieran cada día la pastilla blanca. Por el contrario, el beneficio no es tan llamativo si se está sano y el riesgo de infarto es bajo: aspirina sólo previene un episodio por cada 1.000 tratados.
¿Compensa la potencial cardioprotección el riesgo de sufrir una hemorragia digestiva? Ángel Lanas, presidente de la Asociación Española de Gastroenterología, subraya que dos estudios en casi 200 hospitales nacionales, revelan que cada año se producen en el país «entre 200 y 300 muertes por hemorragia atribuibles a aspirina».
La pasada semana, el British Medical Journal se hacía eco de este debate y bajo el sugestivo título “¿Aspirina para todos a partir de los 50?”, recogía dos opiniones divergentes.
Peter Elwood, de la Universidad de Cardiff, en Escocia, recuerda que, según los estudios, la mitad de la población de mediana edad presenta un riesgo cardiovascular que aconsejaría usar la medicación. Aún así, muchos no han sido diagnosticados y de los que sí los están, casi la mitad no toma aspirina. Añade que, probablemente, “más del 90% de las personas podría usarla a dosis bajas sin efectos adversos”.
Pero cree que la decisión de recurrir al fármaco como cardioprotector debe adoptarla cada ciudadano de forma individual. “Es poco razonable aconsejar que las personas sin síntomas [de patología vascular] consulten al médico antes de iniciar una profilaxis con aspirina y coloca al profesional en una situación imposible. Cada persona, no su médico, debe sopesar los riesgos y los beneficios”.
En el lado contrario se posiciona su colega Colin Baigent, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), quien destaca que no se ha definido con claridad si las ventajas de aspirina superan sus riesgos a partir de los 70 años y, además, en esta edad tardía podría aumentar la frecuencia de hemorragias. Tampoco están claros sus beneficios para prevenir el ictus y la muerte por causa vascular en personas sin riesgo.
Y un reciente estudio en mujeres sanas revela que no las protege del infarto en la medida esperada. Para él, la edad no basta para decidir usar aspirina como prevención primaria y la aconseja sólo en personas con riesgo vascular claro. Ésta es, también, la opinión de los cardiólogos españoles que defienden «individualizar los casos, estratificar el riesgo y evitar generalizaciones», según afirma Alfonso del Río, presidente de la sección de Cardiología Preventiva.