Gerontologia - Universidad Maimónides

Junio 23, 2005

El gris tiene sus matices

el_gris.JPGHay que leer con detenimiento los resultados de las recientes elecciones en el estado alemán de Renania del Norte-Westfalia para encontrar, bajo “Otros”, a los Grises. Obtuvieron el 0,1 por ciento de los sufragios. En otras palabras, los votó tan sólo uno de cada mil electores, pese a que pretendían hablar en nombre de los jubilados y de los ancianos, quienes constituyen más del 30 por ciento de la población de ese estado.

Por Ralf Dahrendorf
Para LA NACION
Jueves 23 de junio de 2005

Salta a la vista que la “conciencia generacional”, a diferencia de la antigua “conciencia de clase”, no es un factor definitorio de las preferencias políticas de la gente. Entre los que peinan canas, hubo muchos más votos por los Verdes que por “su” partido.
Europa peina canas
Es un hecho importante. La mayoría de los europeos vive en sociedades que están envejeciendo rápidamente; lo mismo ocurre en muchas otras partes del mundo. Se cierran guarderías infantiles y escuelas, mientras brotan por doquier geriátricos y residencias para jubilados. Las mayores expectativas de vida, combinadas con los bajos índices de natalidad, determinan la demografía de casi todos los países prósperos. De no producirse un viraje espectacular, para mediados de este siglo, alrededor de la mitad de la población estará inactiva (económicamente) por razones de edad.
Esto traerá múltiples consecuencias. La víctima más obvia será el Estado benefactor, sobre todo en cuanto a jubilaciones y salud, donde los gastos van en rápido aumento, mientras que los ingresos compensatorios provienen de un número decreciente de asalariados.
De ahí que el “contrato generacional” parezca cada vez menos viable. Ya no podemos confiar en que los trabajadores de hoy mantengan a los jubilados actuales. Los sistemas de fondos jubilatorios creados mediante aportes personales van reemplazando a los servicios nacionales de previsión y salud. Es un cambio profundo que provoca bastantes desavenencias en la fase de transición.
Por ejemplo, dicha fase es un período en que, inevitablemente, la deuda pública aumenta. Los gobiernos deben seguir pagando diversos beneficios a los jubilados actuales y sólo pueden hacerlo tomando préstamos que suplan los ingresos que los futuros jubilados ya derivan a los fondos previsionales privados.
La deuda es una carga que imponen los ciudadanos de hoy a las generaciones futuras. Es comprensible que aparezcan señales de resistencia entre los políticos más jóvenes, sea cual fuere su filiación. En verdad, un partido de la juventud bien podría tener mejores perspectivas que los Grises.
Empero, los intereses políticos tornadizos son tan sólo una parte de los cambios propios de una sociedad que envejece. Más visibles son los cambios en el estilo de vida. Los jubilados más longevos quieren disfrutar de la vida. Una plétora de revistas les dice qué pueden hacer. Sus consejos van desde hacer el amor hasta viajar. El turismo en particular, ya sean cruceros u otros viajes más aventurados, se ha convertido en uno de sus pasatiempos favoritos.
Simultáneamente, en nuestras propias sociedades cambian las imágenes de la vida cotidiana. Nadie se sorprende al ver ancianos bailando, cantando o besuqueándose. Para muchos de ellos, la vida parece haberse transformado en unas vacaciones casi permanentes.
Desde luego, es una impresión engañosa. A menudo, los ancianos que tienen familia desempeñan una nueva función: educar a los jóvenes. Sus hijos e hijas salen a trabajar, de modo que ellos se convierten en los verdaderos padres de la próxima generación. Los niños de corta edad suelen ver más a su abuela que a su madre. Cabe, en todo caso, preguntarse qué significa esto en cuanto a valores sociales.
La vejez no aglutina
También es engañosa en otro sentido. Uno de los grandes temas de debate público es la pobreza infantil y cómo aliviarla. Sin embargo, la pobreza entre los ancianos, cuando menos, la iguala. Claro que es menos visible.
De vez en cuando, los diarios informan de que se ha hallado el cuerpo de un anciano fallecido hace varios días, solo, por enfermedad o aun de hambre. Las más de las veces esta pobreza se oculta. Con frecuencia, las mismas víctimas callan porque son demasiado orgullosas para hablar de su situación.
Esto explica, en parte, el fracaso de los Grises, o sea, de agrupaciones políticas que velan por los intereses de los ancianos. Tales intereses existen, pero no impulsan a la gente mayor a cerrar filas y organizarse. Si son pobres o padecen alguna otra necesidad, lo más probable es que lo atribuyan a su destino personal, casi diríamos privado. Los desocupados no quieren un partido político que se dedique exclusivamente a atender sus cuitas. Los viejos tampoco.
Más allá de eso, una sociedad que envejece se caracteriza, ante todo, por la independencia de los ancianos. Precisamente, su voto no expresa los intereses de un grupo. Ellos deciden y, así, contribuyen a la imprevisible volubilidad de las elecciones modernas. También en este sentido el envejecimiento de una sociedad incrementa las responsabilidades de los jóvenes.

Project Syndicate/Institute for Human Sciences y LA NACION
El autor fue rector de la London School of Economics y director del St. Anthony´s College, en Oxford. Actualmente integra la Cámara de los Lores.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
http://www.lanacion.com.ar/715155

Publicado por Licenciatura en Gerontología el día: Junio 23, 2005 02:46 PM