La Filosofia –dice el pensador Guido Mizrahi– puede ayudar
a sanar, a disfrutar de las tres formas de felicidad –la fisica, la emocional y la espiritual– y a vivir mejor.
Revista Nueva
Domingo, 12/6/2005
Durante años –siglos– se pensó que la Filosofía, palabra que significa amor a la sabiduría, era una disciplina para académicos o personas ociosas. Pero algunos pensadores contemporáneos, como Lou Marinoff, Santiago Kovadloff, o nuestro entrevistado Guido Mizrahi, opinan y demuestran que es una ciencia que, entre otras cosas, sirve para aprender a vivir mejor.
–La filosofía es útil para la vida. Resuelve problemas como el del dolor, el amor, que no es un problema, sino una solución, el de los sentimientos y otras circunstancias.
–Usted da cursos sobre esos temas, y conferencias. ¿Cree que ayuda a resolver temas concretos, cosas de todos los días?
–Si no tratara sobre temas concretos, si el diálogo que tengo con las personas no les fuera útil, abandonarían los cursos. Creo que empiezan a darse cuenta de que les es útil. Te lo voy a explicar: la caja de herramientas antigua, que servía para reparar un motor simple, no sirve para preparar un motor a inyección o una computadora. La filosofía, tal como la aplicamos, es una caja de herramientas para reparar los motores de hoy, para resolver problemas nuevos y viejos también. Por descarte, la gente siente que lo que hasta ahora era la caja de herramientas para mejorar la existencia, ya no le sirve más. Alguna vez sirvió. Nuevos motores nos obligan a tener herramientas nuevas.
–El filósofo Lou Marinoff ofrece la filosofía como terapia, como curación. Atiende en su consultorio a parejas que están por divorciarse o a personas que están enfermas. ¿No exagera ese señor?
–No sé qué hace Marinoff. Pero la filosofía sirve para estar sano, para vivir mejor, y para poner en claro ideas nebulosas.
–¿Tales como “me separo de mi pareja o no me separo”?
–Diría que sí. Es un problema real, de gente real, de gente concreta, a la cual se la puede ayudar a tomar decisiones concretas y correctas. No hay ninguna cátedra que se llame Cómo ser feliz en el siglo XXI, pero debería haberla, porque es posible. Por ejemplo, si yo doy a amistad a una persona –o amor– y a cambio recibo agresiones o rechazo, lo que me conviene es apartarme de esa persona, porque me da infelicidad. Y no están interesados en saberlo solamente los académicos. Ese tipo de soluciones me las piden un médico, un taxista o un empresario o una ama de casa, cada uno por sus motivos. Hablo con ellos, les pregunto, que es lo que hacían Sócrates y Platón. Un filósofo que no haga preguntas concretas a la gente concreta se aparta de la realidad. En estos días, la felicidad no es la misma que hace siglos. Entonces, el filósofo siente que hay algo que no encaja, y se pregunta cómo aplica lo que aprendió. Y tiene que salir a la calle y preguntarle a le gente si es feliz y por qué, o si es infeliz y por qué. La gente sabe, o siente, que ya el psicoanálisis, el psicodrama, el yoga, no le sirven totalmente, y aprenden que la filosofía reúne todos esos conocimientos y tiene, casi siempre, las respuestas.
“La Filosofía es una caja de herramientas
para reparar los motores de hoy, para
resolver problemas nuevos y viejos”.
–O sea que la filosofía es terapéutica.
–Ya Platón, hace miles de años, hablaba de una filosofía terapéutica, de la filosofía como un viaje terapéutico, curador, sanador. Tenía que ver con un aprendizaje del alma. El alma tiene que aprender, realizar un aprendizaje que a veces es lento.
La gente quiere resolver problemas, nada de aceptar el destino ni de resignación filosófica. Quiere soluciones, y las encuentra en la filosofía. La gente quiere tener una vida feliz, sana, satisfactoria, plena. Y nada de teorías, que haya herramientas para casos concretos. No es lo mismo el dolor para quien sufre una enfermedad, que para quien se divorció. Y, al mismo tiempo, tiene que saber que la filosofía es una disciplina humilde, de preguntas permanentes y que a veces no se puede contestar todas todas las preguntas. Pero puede ayudar y ayuda.
Las tres felicidades
Guido Mizrahi opina que “el filósofo no es alguien que tiene el secreto de la felicidad. No hay una receta única, cada uno tiene que encontrar su propia respuesta”.
–Bueno, pero defina qué es la felicidad.
–Te diré qué es para mí la felicidad física y tiene que ver con tener un cuerpo sano. Si uno siente que el cuerpo le duele o le molesta, es probable que sienta infelicidad.
–¿Y qué herramientas tiene la filosofía para saber que un cuerpo está sano, o para ayudar a que ese cuerpo esté sano?
–La filosofía sabe muy bien cuáles son los alimentos que contribuyen a la salud. Te doy un ejemplo. La filosofía sabe que una nuez –una nuez solita– contiene nutrientes que seis hamburguesas no contienen. Y que una nuez te hace bien, y que si comés seis hamburguesas te van a hacer mal. La nuez es un elemento, sólo uno, para la felicidad física. El segundo es la respiración. Tenés que respirar bien y respirar aire puro. Los bebés respiran con el abdomen, respiran muy bien. Los adultos no. Entonces, el aire que les entra es menor y no se oxigenan como deben. La filosofía te ayuda a aprender a respirar bien y te enseña a comer bien. Luego, la vista. Tenés que aprender a ver al otro, a verlo realmente, no a pasar la mirada indiferente. Eso es comunicarse, y escucharlo, seguir con atención lo que te dice.
–¿Y qué más?
–Y tocar al otro. Es importante para la salud física acariciar y ser acariciado. Mis hijos vienen y me abrazan, y ellos y yo nos sentimos bien. Pero si los rechazo, se sentirán mal, se sentirán infelices. Y yo también.
“La Filosofía enseña que las
cosas esenciales de la vida,
las tiene que hacer uno mismo”.
–¿Eso es todo?
–No. Después está el olfato, ese sentido que hemos perdido. Hay curaciones que se llaman aromaterapia y funcionan. Sentir el olor a las cosas, el perfume, puede producir estados de salud. Luego viene la felicidad emocional.
–¿Cuál es?
–Es la que tiene que ver con los afectos, con sentirse amado, sentirse escuchado, sentirse reconocido. Y tiene que ver con devolver todo eso. Es una ecuación muy simple, si doy, recibo, y si no doy, lo más probable es que no reciba... Los afectos tal vez sean lo más sencillo de todo. Uno debe dar afecto sin esperar nada a cambio, pero si uno da, generalmente recibe, todos cosechamos lo que sembramos. Si hacés bien, te devolverán bien. Y si alguien te da algo que vos no merecés, mejor apartate de esa persona. La felicidad emocional es importante, pero sin la física, no hay emocional. Si te duele mucho una muela, no tenés ganas de abrazar a nadie. Sin la física, no hay emocional.
–¿Y la tercera felicidad?
–La tercera es la espiritual, que no es la más importante, no es la primera, es la última, la más sencilla y simple y concreta y real. La más elemental, es tan simple que la hemos complicado, porque solamente consiste en estar en paz con uno mismo, en estar tranquilo, contento con lo que uno tiene ahora, con lo que uno es ahora, porque siempre es ahora.
–Pero, a veces, uno ambiciona cosas, o necesita cosas, y si no las tiene, chau paz espiritual.
–Eso es complicarse. Ahora tenés salud, tenés personas que te quieren. Y seguramente encontrarás a alguien que te ayude. Que un ser humano ayude a alguien se ha vuelto una cosa extraordinaria, cuando lo más normal es que un ser humano que puede ayudar a otro lo ayude. Hemos perdido eso. Perdimos nuestra esencia más noble, que es la de ayudar al otro. Buda, Sócrates, San Agustín, dijeron que lo que más nos ennoblece es ayudar al otro. Yo estoy en paz. Yo quiero ayudar. Y si no estoy en paz, ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo. Entonces, quien está en paz es aquel que está ayudando al otro, sin pedirle nada a cambio.
–Una vez, el doctor Cormillot me dijo: “Yo te puedo decir que estás gordo y darte un régimen. Pero el régimen lo tenés que hacer vos, no yo”. ¿Eso es ayuda?
–Sí. Te dio un régimen y ahora estás flaco y saludable. Te dio las herramientas para ser feliz. Y te enseñó, como enseña la filosofía, que las cosas esenciales de la vida las debe hacer uno. Nadie puede amar por vos, o disfrutar de una comida por vos, o respirar por vos. Hay que comprender que lo esencial no se compra ni se vende. Lo tiene cada uno. Solamente es cuestión de averiguarlo y ponerse en marcha.
Por Carlos Baudry. Foto Ariel Gutraich
Estamos enfermos
“Hemos tenido una gran distorsión de lo que son los derechos y los deberes. Por insistir solamente en los derechos, estamos como estamos. Tenemos que entender que el derecho de uno termina cuando empieza el derecho de los demás. Hay en el país quien cree que cuando tiene un derecho está autorizado a hacerle la vida imposible al resto de la Nación. Estamos enfermos de anomia, de falta de respeto a las normas. Somos un pueblo depredador, nos atacamos todo el tiempo, con huelgas salvajes, con piquetes, olvido de los enfermos. Estoy de acuerdo en que hay que luchar para lograr mejores salarios y tener mejor calidad de vida. Pero respetemos el derecho de los demás, –concluye Aguinis– a estar enfermos y ser atendidos eficientemente”.
Quien es Mizrahi
Argentino, de 39 años, Guido Mizrahi estudió Filosofía durante cinco años en la Universidad París IV-Sorbona. “Luego –aclara– tardé cinco años más en olvidar lo que me habían enseñado para poder entender que la filosofía servía para todos los actos de la vida: amar, sentirse bien, resolver problemas prácticos”. En la Argentina fue discípulo de Santiago Kovadloff, otro pensador con los pies bien sobre la tierra y el alma en consonancia. Tiene tres hijos –Ivana, Lázaro y Lucía– quienes a pesar de su corta edad lo ayudaron con las ilustraciones de No se sabe, uno de sus libros.
¿Que queres?
“En todo el sistema educativo- jardín, primario, secundario, terciario, universitario- nadie te hace la pregunta ¿Te gusta? ¿Qué querés?” –dice Mizrahi .“Ojalá cambie. Pero es importante que esa pregunta –qué te gusta hacer– vaya a la cabeza de la educación. En todos los aspectos, porque darte algo que no te gusta o no querés equivale a hacerle comer sopa de remolacha a alguien que no le gusta, y entonces lo rechaza.”
Sigue: “Cuando me encuentro con mis hijos no les impongo un programa, les pregunto qué les gustaría hacer hoy, porque nadie se despierta dos días igual que en los días anteriores. Es como decía Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río, porque al día siguiente las aguas son otras y uno puede haber cambiado o estar en otro estado de ánimo, uno es otra persona. Muchas mamás me dicen ¿cómo hacés para estar tranquilo con tus tres hijos todo el fin de semana? Y yo les contesto que, en la medida de lo posible, y siempre que les convenga, les doy lo que ellos quieren, les pregunto qué quieren. Eso forma parte de la felicidad de ellos y de la mía”.
Dinero y felicidad
El escritor irlandés Oscar Wilde afirmaba: “El dinero no da la felicidad, pero proporciona una sensación tan parecida que ni siquiera un experto es capaz de reconocer la diferencia”.
Mizrahi opina que “eso es muy ingenioso y gracioso, pero no es verdad. Con dinero no podés comprar cosas esenciales y maravillosas como la salud o el amor. Al amor, a lo sumo , podés alquilarlo”.
Otro intelectual prestigioso, el argelino Albert Camus, decía: “Es pura soberbia intelectual creer que no se puede ser feliz con el dinero. Con el dinero, uno no tendría que vender doce horas de su día para trabajar, a veces en algo que no te gusta. Con dinero compraría tiempo, porque se necesita tiempo para ser feliz, para disfrutar de tus seres queridos o hacer lo que se te dé la gana”.