Afirma el empresario farmacéutico Eugenio Casasco
* Desempeña dos cargos (presidente y director técnico) del laboratorio que lleva su nombre
* Este año fue incorporado a la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica
La Nación Ciencia/Salud
Domingo 18 de setiembre de 2005
A sus 90 años, el doctor Eugenio F. Casasco sigue yendo todos los días a trabajar. A las 8.30 llega a su oficina, cuyas ventanas miran a la calle Boyacá, y desde allí dirige la empresa farmacéutica que lleva su nombre.
"No tengo pensando dejar de trabajar", dice con decisión el doctor Casasco, y agrega con ironía: "Si me echan de acá me podré una empresa en otro lado".
El inicio de la carrera de Casasco -que meses atrás fue distinguido por la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica, nombrándolo miembro correspondiente- puede remontarse al 1° de enero de 1934, cuando comenzó a trabajar como cadete de una tradicional farmacia del barrio de Flores. Aunque para el farmacéutico su historia comienza en el siglo XIX.
"Entre el lago de Como, en Italia, y la frontera con Suiza existe un pequeño y hermoso pueblo llamado Casasco y de donde es originaria mi familia -cuenta-. En los albores del siglo XIX, Vicente Casasco primero y luego José Casasco, ambos farmacéuticos, bajaron a Tortona y a Torino, donde establecieron farmacias."
Les siguió el abuelo de Casasco, Eugenio Antonio, que siendo vicedirector del Real Hospital de Torino decidió partir para la Argentina. Así, en 1865, en la localidad de Chacabuco, provincia de Buenos Aires, funda la farmacia Casasco.
Empezar de abajo
Como último eslabón de una tradición de farmacéuticos que con él abarcaría cinco generaciones es como, en la década del 30 del siglo pasado, Eugenio Casasco decidió estudiar farmacología. "En realidad, no había mucho que decidir", reconoce Casasco, que luego realizaría en el instituto Malbrán una tesis sobre la vitamina E.
"Cuando le pregunté a mi papá dónde podía empezar a trabajar, me dijo: «Tenés que empezar donde muere la industria", recuerda. Así Casasco ingresó como cadete en la farmacia Escaso, ubicada junto a la parroquia de Flores, de la que más tarde llegaría ser director técnico.
Casasco fue testigo de la llegada de los primeros antibióticos: "Fueron una revolución total -asegura-. Hasta ese entonces los remedios eran paliativos, no curativos como los antibióticos. Por eso, nadie dudó en empezar a usarlos".
Al mismo tiempo, cuando dejó el Malbrán, Casasco ingresó en el hoy desaparecido hospital Rawson, donde brillaban por aquel entonces los hermanos Finocchietto. Y más tarde ingresó en el hospital Alvarez.
Finalmente, Casasco ingresa en la empresa familiar como visitador médico en Tucumán. "Empecé de abajo, como debe ser", agrega. Años más tarde, en 1950, cuando fallece su padre, Casasco ya había ascendido a la gerencia de la compañía.
Entonces, Eugenio Casasco encara una reestructuración y un aggiornamiento de la compañía y, en los sesenta, sale a recorrer el mundo en busca de licencias de nuevos productos farmacéuticos.
El secreto de la vitalidad
Hasta no hace mucho, Casasco trabajaba de siete de la mañana a siete de la tarde -"el horario de trabajo de los taxis lo inventé yo", bromea-. Ahora, el farmacéutico que sigue ocupando dos cargos (director técnico y presidente) en Laboratorios Casasco se concede empezar su jornada laboral a las 8.30 y se retira pasadas las 14.
"Yo estoy hecho para el trabajo. Además, siempre hay mucho que hacer", dice, y agrega por lo bajo: "Y si no hay me lo busco".
El secreto de su vitalidad parece ser -¿podría caber alguna duda?- mantenerse activo. Y tomar multivitamínicos a diario, agrega Casasco. Los que él mismo produce.
Sebastián A. Ríos
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