El Alzheimer aún no puede curarse, pero sí es posible prevenir o retrasar su aparición. Al menos, en opinión de los expertos, quienes aseguran que unos hábitos de vida saludables (dieta equilibrada y ejercicio), así como mantener la mente activa (leer, hacer crucigramas…) y llevar una vida social plena son fundamentales en la lucha contra este mal progresivo e irreversible. Una dolencia que en España tiene una prevalencia del 8% entre los mayores de 65 años y del 20% entre las personas octogenarias.
Publicado por tercera7@egrupos.net
martes, octubre 25, 2005
Un mal impredecible
El Alzheimer es una enfermedad identificada por vez primera en 1906. Es la forma más común de demencia en edades avanzadas, pero también puede iniciarse de forma precoz en la cuarta o quinta década de la vida. Si bien es un mal progresivo e irreversible – aún no existe un tratamiento que lo cure-, el diagnóstico precoz y el conocimiento de sus síntomas pueden aliviar la ansiedad del paciente, además de propiciar un tratamiento adecuado que retarde las etapas avanzadas de la enfermedad. Pero las soluciones contra esta dolencia no se quedan ahí. Cada vez son más las voces de científicos que se alzan defendiendo la posibilidad de la prevención de esta enfermedad. Entre estos expertos se encuentra José Manuel Martínez Lage, miembro de la Real Academia de Medicina y coordinador del Comité Científico de la Confederación Española de Familiares de Enfermos de Alzheimer y Otras Demencias (CEAFA).
La enfermedad aparece en el 98% de los casos después de los 65 años, y es una dolencia muy “democrática”, ya que afecta tanto a ricos como a pobres y no hace excepción de género, raza, geografía o religión. La prevalencia de Alzheimer es de un 8% entre los mayores de 65, y del 20% entre los mayores de 80
Según indica el avance del padrón del INE de 1 de enero de 2005, en España 7,3 millones de personas ya han rebasado los 65 años y son casi 2 millones los mayores de 80. La prevalencia de Alzheimer es de un 8% entre los mayores de 65, y del 20% entre los mayores de 80. Así que puede hablarse de una cifra de 800.000 enfermos, unos 350.000 mayores de 80 años. Además, se estima que los porcentajes irán subiendo de año en año a medida que la población envejezca y si la ciencia no logra controlar la enfermedad, en el año 2050 esta cifra se triplicaría, con lo que el desajuste social, sanitario y económico sería insuperable. Por fortuna, el doctor Martínez Lage señala que los expertos coinciden en afirmar que tal amenaza no se consumará, “ya que probablemente se podrá controlar antes de 2015”.
Estudio genético
Un modo habitual de prevenir las enfermedades es estudiar las posibilidades de que una persona pueda llegar a verse afectada. Desgraciadamente, En la actualidad no es posible aún predecir esta enfermedad en las personas menores de 50 años. en la actualidad no es posible aún predecir esta enfermedad en las personas menores de 50 años
La única excepción, como comenta Martínez Lage, son las familias en las que la enfermedad se hereda de padre o de madre a hijo o a hija, “pero no hay mucho más de 3.000 familias de este tipo en todo el mundo, y los casos de Alzheimer determinados por herencia no son más de un 2% del total”. Son casos que pueden reconocerse con facilidad:
Los síntomas comienzan entre los 30 y los 60 años.
Casi siempre hay personas afectadas en todas las generaciones.
El proceso es muy grave y conduce a la muerte en unos cinco años por término medio.
En estos casos es necesario pedir consejo genético. “En una alta proporción de casos se puede encontrar una mutación genética responsable de la enfermedad. Una vez demostrado que existe en un enfermo, sus descendientes, aún estando sanos, pueden someterse a un test genético si así se les aconseja. Tal prueba indicará si han heredado la mutación o no. En caso afirmativo padecerán Alzheimer y si el test es negativo, estas personas tendrán el mismo riesgo de enfermar que las demás”, explica José Manuel Martínez Lage.
En todas las enfermedades influyen los genes, bien favoreciendo su aparición, bien protegiéndonos frente a ellas. Es el caso de dolencias como el asma, la artritis reumatoide, el infarto de miocardio o la diabetes. En el Alzheimer pasa lo mismo: existen genes que nos hacen más vulnerables ante él y otros que nos defienden de esta enfermedad. En la actualidad son conocidos algunos de estos genes de riesgo como el llamado APOE E4, aunque debe aclararse que poseer este gen no es necesario ni suficiente para padecer la enfermedad. Las investigaciones actuales giran alrededor de esta cuestión con la finalidad de conocer el perfil genético de predisposición de cada individuo para padecer o no este mal. De momento, sin embargo, son pocas las consecuencias prácticas que han podido extraerse. En el futuro se estima que los estudios genéticos, persona a persona, podrán ser de gran utilidad.
Hábitos saludables
¿Existen posibilidades reales de prevención o retraso de esta enfermedad? No existe duda de que así sea. Es la opinión del doctor Martínez Lage, ya que explica que hay que entender el Alzheimer como el resultado de la interacción de nuestro genoma con el ambiente, la crianza y el estilo de vida que se haya seguido. Así, el Centro de Educación y Referencia sobre la enfermedad de Alzheimer de los EE. UU. (ADEAR) acaba de publicar un estudio sobre las posibilidades de prevención de esta enfermedad. “No está todavía en nuestras manos modificar los genes, ni los causantes de la forma familiar de la enfermedad ni los que facilitan su aparición. Tampoco podemos parar el tiempo y hacerse mayor o muy mayor es una condición muy proclive para sufrir Alzheimer. Pero sí se pueden modificar todos los factores ambientales que ya se conocen para que el proceso no ocurra o retrase mucho su aparición.
No está de acuerdo con esta opinión María Jesús Morala, responsable de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (Afal), quien asegura que en la actualidad es inviable hablar científicamente de prevención o curación de la enfermedad, ya que no se conocen sus causas. En su opinión, todos los consejos que se proponen para prevenir o retrasar la enfermedad no son específicos para esta enfermedad, sino que son válidos para todas las personas y beneficiosos para la población en general. Por este motivo, señala que sólo se podrá hablar de prevención “cuando se conozca la causa y a qué se debe atacar”. Y la asociación centra sus fuerzas en la investigación básica, en conocer mejor el funcionamiento del cerebro humano y las enfermedades que lo destruyen, “con el objetivo inmediato de conocer los mecanismos de la enfermedad que roba la personalidad de los enfermos y que causa un gran dolor en las familias de los afectados”, expone.
Sí coincide con la aseveración del doctor Martínez Lage el estudio de la revista Science del pasado 5 de agosto, en el que se expone la importancia de un cambio en el estilo de vida para evitar el Alzheimer y afirma que es “un compromiso que ha de respetarse durante toda vida”, a pesar de la dificultad de los jóvenes para aceptar la conveniencia de una vida sana para tener una vejez feliz y librarse del Alzheimer, pues según indica el doctor “renunciar a los placeres de la vida epicúrea actual no se acepta nada bien, y no entra tampoco en los planes de la gente adulta”.
Entre los cambios de hábitos de vida que pueden retrasar o prevenir la aparición de Alzheimer los expertos destacan los siguientes:
Seguir una dieta sana. Los jóvenes y adultos obesos de hoy son ‘carne de cañón’ del Alzheimer el día de mañana. Una alimentación excesiva en calorías, una vida sedentaria y una bulimia conducen al sobrepeso, diabetes, aumento de colesterol e hipertensión arterial, circunstancias que, aparte de ser factores de riesgo cardiovascular, acarrean Alzheimer. Es necesario controlar adecuadamente la nutrición: ni pasarse ni quedarse cortos en las calorías que se ingieren cada día. La restricción calórica en la alimentación supone reducir a un tercio la cantidad de comida habitual diaria, es decir bajar de 3.500 a 1.200 calorías. A medida que se cumplen años y se llega a edades avanzadas, el cerebro produce más cantidad de una proteína llamada GFAP, dañina para los astrocitos, las células del cerebro que ayudan al crecimiento y vigorización de las neuronas. Está comprobado que la restricción calórica también contrarresta la acción de la GFAP, con lo que los astrocitos del cerebro envejecido vuelven a cumplir con su misión de siempre, es decir, ayudan a las neuronas a mantenerse con mejor funcionamiento.
Practicar ejercicio físico aeróbico. Es muy positivo caminar a diario, correr moderadamente, cuidar el jardín o pedalear en bicicleta. Se ha demostrado que reduce el riesgo de demencia a la mitad. De este modo los expertos recomiendan mantenerse en buena forma física.
Mantener la mente ágil (leer, hacer crucigramas…). Por esta razón es importante que los jóvenes se mentalicen de la importancia de la actividad intelectual. “Por cada año de enseñanza que se realiza, se reduce el riesgo de Alzheimer en un 17%”, señala Martínez Lage, por lo que aconseja promover que los jóvenes estudien cuantos más años mejor. “El estudio y el aprendizaje consiguen que en el cerebro se formen más sinapsis o puntos de conexión entre unas neuronas y otras. Si uno llega a la vejez con muchas neuronas y muchas sinapsis, va a tolerar mejor que las causas del Alzheimer -que actúan ya a los 40 ó 50 años- originen síntomas, pues tiene más reserva cerebral”, explica. La recomendación es válida también para las personas entradas en años, que deben intentar que sus actividades recreativas estén llenas de aprendizaje de cosas nuevas: retener lo que se lee y leer mucho, hacer crucigramas de dificultad creciente, componer puzzles complejos, participar en juegos de cartas o de tableros que hagan pensar o dedicarse a tareas de artesanía. Los especialistas aconsejan a las personas mayores ejercitar la memoria al menos durante 40 minutos o una hora diaria Los especialistas aconsejan a las personas mayores ejercitar la memoria al menos durante 40 minutos o una hora diaria
y piensan que es más eficaz cuando se hace en grupos de unas seis personas, para mantener una mayor motivación y a la vez desarrollar la red de contactos sociales.
Controlar el estrés. El derivado de la propia existencia es algo que difícilmente se puede mantener a raya, pero los mayores más estresados padecen Alzheimer con más frecuencia, de modo que cuanto menos angustiado se viva, mejor.
Llevar una vida social activa. La vida actual lleva a que los mayores se aíslen socialmente sin recibir ni hacer visitas, ni participar en actividades comunitarias. Esto precipita el Alzheimer.
A estas recomendaciones, habría que añadir los consejos de ámbito médico paras las personas de 60 años en adelante:
Anualmente es necesario hacerse análisis de sangre que midan el colesterol, la homocisteína y el azúcar. Si alguna de estas cifras es anormal, hay que seguir el consejo médico para normalizarlas.
Cada seis meses ha de tomarse la tensión arterial. Si se está en valores anormales, cumplir las instrucciones que el médico dicte.