Desde los principales organismos internacionales que trabajan por la salud de la población, encabezados por la propia Organización Mundial de la Salud, se viene alertando del rápido y constante envejecimiento de la población mundial y de los efectos que este fenómeno tendrá a corto plazo en los sistemas sanitarios, lo que cada vez hace más necesaria la adopción de estrategias destinadas a adecuarlos a esta realidad. En España, la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria y la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología firmaron, recientemente, un acuerdo de colaboración tendente a lograr una mejora en el tratamiento médico de las personas de edad avanzada.
Luis C. Vaquero
El Parlamento Europeo, en su informe de la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales de 17 de diciembre de 2002 sobre "El futuro de la asistencia sanitaria y de la atención a las personas mayores: garantizar la accesibilidad, la calidad y la sostenibilidad financiera" apuntaba que las tendencias demográficas mundiales revelan el progresivo envejecimiento de la población; el porcentaje de población europea mayor de 65 años pasará del 16,1 por ciento del año 2000 al 22 por ciento en el 2025 y al 27,5 por ciento en el 2050; de manera paralela, los ancianos de más de 80 años, que en el 2000 representaban el 3,6 por ciento deberían alcanzar el 6 y el 10 por ciento en 2025 y 2050 respectivamente.
La atención a la población geriátrica va adquiriendo cada vez más importancia en el primer escalón sanitario, como es la A.P.
A estos datos hay que añadir que cuando las personas alcanzan lo que se viene en denominar la tercera edad los problemas de salud aumentan y las enfermedades crónicas constituyen algo muy común. Según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas y el Instituto Nacional de Servicios Sociales de 1994 recogidos en el Programa de atención a las personas mayores elaborado por el Instituto Nacional de la Salud en 1999, los problemas de salud en el subgrupo de personas de mayor edad denominados ancianos, por encima de los 80 años de edad, crece cuatro veces más que en los mayores de 65 años, que ya lo hace en un 262 por ciento respecto al adulto.
Todo esto se traduce en la atención a este grupo de personas vaya adquiriendo cada vez más importancia en el primer y más directo escalón de la Sanidad, como es la Atención Primaria. Pero lo primero que convendría establecer es cuándo una persona puede considerarse por su avanzada edad susceptible de un tratamiento médico diferenciado del resto de adultos. La Organización de las Naciones Unidas utiliza el estándar de los 60 años de edad para describir a las personas "ancianas"; si bien esto puede resultar chocante en los países desarrollados, la ONU se basa en la esperanza de vida media en el planeta, donde muchos millones de personas no llegan en las áreas subdesarrolladas a esa edad en dicha esperanza de vida.
La OMS, no obstante, advierte que, independientemente, de la edad que se utilice en los diferentes contextos, los años no son un indicador exacto de los cambios que acompañan al envejecimiento, lo que corrobora el presidente de la SEGG, Isidoro Ruiperez, para quien la edad cronológica es lo de menos, "lo importante ˆafirmaˆ a la hora de que una persona anciana necesite asistencia geriátrica es el deterioro que pueda haber alcanzado, su riesgo de dependencia, su pluripatología, etc.; pero en España si hubiera que elegir una edad para determinar a la población susceptible de una atención especializada sería en torno a los 80 años, que es cuando la complejidad en materia sanitaria es muy diferente al resto de adultos".
En opinión de los médicos de familia, el tiempo actual que puede dedicarse a cada consulta, entre cinco y ocho minutos, resulta insuficiente para llevar a cabo una valoración integral del paciente geriátrico
Las personas de edad avanzada presentan algunas características en la forma de enfermar que las diferencian del resto de los adultos, como pueden ser la prevalencia de patologías cardiovasculares (la hipertensión afecta a más del 60 por ciento de este colectivo), del aparato locomotor, neurológicas y de los órganos sensitivos, así mismo se encuentran más propensas a las enfermedades susceptibles de provocar incapacidades funcionales y dependencia, aspecto este último que afecta durante una media de 7,5 años a la persona mayor que la padece, dentro de una esperanza de vida a los 65 años de edad de 19,4 años más, según un estudio publicado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales bajo el título de "Modelos de Atención Sociosanitaria. Una aproximación a los costes de la dependencia", elaborado por Gregorio Rodríguez Cabrero y Julia Monserrat Codorniú.
Como se recoge en el informe final de la Segunda Asamblea Mundial sobre envejecimiento, celebrada en Madrid en abril de 2002, en todas las regiones del mundo y afectando tanto a las personas más mayores como al resto, se está produciendo una transición epidemiológica consistente en que dejan de predominar las enfermedades infecciosas y parasitarias a favor de las enfermedades crónicas y degenerativas, tendencia que se agudiza a medida que las personas envejecen, jugando un importante papel en este proceso los condicionantes de tipo biológico y genético, así como factores psicológicos tales como la inteligencia y la capacidad cognoscitiva.
Para Iñaki Martín Lesande,coordinador del Grupo de Trabajo de Atención al Mayor de la semFYC, existen tres grandes cuadros patológicos en los ancianos: la enfermedades que se engloban como síndromes geriátricos, tales como el deterioro cognitivo, la incontinencia urinaria, el inmovilismo, las altera-
ciones de nutrición, etc; otros cuadros que, a veces, al médico de familia le puede pasar desapercibidos, como los trastornos de movilidad y que deberían saberse cómo abordar desde un enfoque diagnóstico y terapéutico; y por último, otra serie de cuadros crónicos muy comunes en esas edades como son la hipertensión arterial, el colesterol, la diabetes, los trastornos sensoriales, etc.
SemFYC y SEGG aúnan esfuerzos
Dada pues la creciente importancia que la atención sanitaria a las personas de mayor edad va teniendo en el mundo actual, tanto por su mayor porcentaje como por la necesidad de abordar su tratamiento desde unas perspectivas diferenciadas del resto de la población adulta, las Sociedades Españolas de Medicina Familiar y Comunitaria y de Geriatría y Gerontología firmaron el pasado mes de noviembre un acuerdo tendente a mejorar la atención del paciente anciano a través de la colaboración entre ambas especialidades de la Medicina y como uno de los objetivos prioritarios el del mantenimiento del paciente de edad avanzada el mayor tiempo posible de su vida en su entorno habitual, es decir, su propio domicilio "que es donde ˆafirma Isidoro Ruipérez- mejor se encuentra el anciano", teniendo en cuenta, además, que la asistencia sanitaria en el domicilio corresponde a la Atención Primaria, la cual y en situaciones complejas necesitará la consulta y apoyo de la atención geriátrica especializada para que eso sea posible.
Dichos acuerdos se centran en la edición de publicaciones conjuntas, proyectos de investigación, en la demanda a las autoridades autonómicas competentes para que pongan a disposición de los profesionales sanitarios los medios adecuados para una mejor y más completa atención en beneficio de las personas mayores y en ofrecer a los mismos una mejor formación con vistas a "que los geriatras que trabajan en el ámbito hospitalario ˆafirma Asensio López Santiago, vicepresidente de la semFYCˆ conozcan lo que se hace en la Atención Primaria y los de este nivel asistencial sepamos lo que se hace en los hospitales, creándose una vía fácil de comunicación de tal forma que cuando un anciano sea dado de alta en un hospital, el médico de familia tenga claro cómo debe tratarlo.
Para Isidoro Ruipérez, los médicos de familia son la clave en el tratamiento de las personas mayores, pues tanto en la prevención primaria como en la promoción de la salud son ellos los más capacitados. También le corresponde un importante papel al médico de familia en la prevención secundaria, que consiste, fundamentalmente, en la detección precoz de la enfermedad y su tratamiento, evitando complicaciones que, de llegar a producirse, darían paso a la actuación del especialista en Geriatría.
Por su parte, Iñaki Martín considera fundamental el papel de la Atención Primaria en el cuidado de las personas mayores, toda vez que cerca de un 90 por ciento de los problemas que se les presentan se resuelven a ese nivel, a través de la familia, los recursos sociales y la Medicina de Familia, sin necesidad de pasar a niveles superiores. Por otra parte, el hecho de estar más cercanos a ellos que otros niveles asistenciales hace de los médicos de familia los agentes idóneos en las actividades preventivas, de promoción de la salud y de detección de lo que se viene en denominar como persona frágil, que es aquélla susceptible, generalmente por la edad, de sufrir un importante deterioro en su salud.
Así pues, puede considerarse que la Atención Primaria juega un papel decisivo a la hora de promocionar hábitos saludables en las personas de más edad, acometer medidas de prevención y todas aquellas otras encaminadas a reducir la incapacidad y la dependencia del anciano tratando de mantenerle en su hogar siempre que ello sea posible. En definitiva, prolongar el mayor tiempo de vida del anciano de una manera activa.
Una atención salpicada de dificultades
No obstante, la asistencia sanitaria a los pacientes de edad avanzada no es tarea fácil en la Atención Primaria, tanto por la complejidad de su patología como de diferentes factores del propio sistema. En primer lugar, como advierte Isidoro Ruipérez, la población española no está en general preparada para afrontar la vejez, si se la compara con otros países de nuestro entorno, sobre todo en las capas más humildes de la población, que son, paradójicamente, las que más ansían alcanzar la jubilación. Sería, por tanto, muy aconsejable la realización campañas de promoción destinadas a la población en general y a este sector en concreto encaminadas a conseguir un envejecimiento más saludable, tarea nada sencilla si se tiene en cuenta que es un colectivo menos inclinado a la lectura y a la comunicación en general, con una vida tendente al aislamiento.
En cuanto a las personas de edad avanzada, el médico de familia se enfrenta a pacientes por lo general con patologías complejas que, generalmente, suelen presentar pluripatología, con enfermedades interrelacionadas que se presentan de forma atípica y, a menudo, conllevan complicaciones graves, lo que requiere del apoyo de la asistencia especializada. Todo ello hace que el médico de Primaria necesite más tiempo para una mayor valoración integral del estado del paciente, que puede estimarse en torno a los 40 minutos de consulta.
Iñaki Martín afirma que cada vez acuden a las consultas de A.P. un mayor número de pacientes de edad avanzada y, dentro de ellos, de edades en torno a los 80 años, existiendo una relación entre edad y frecuentación de las consultas, pues conforme va aumentando este sector de la población, aumenta también aquélla, al tiempo que lo hace también el grado de complejidad por lo que el tiempo medio de cinco a ocho minutos que se maneja por persona es insuficiente, "a veces nos quedamos con la sensación de no haber hecho las cosas como hubiéramos deseado de haber contado con más tiempo".
Otro problema que se da con cierta frecuencia en el primer nivel asistencial con este tipo de pacientes es la tendencia a aplicar soluciones que, pudiendo resultar útiles para el resto de adultos, no son ya prácticas para aquéllos, tales como frecuentes traslados a las consultas de Atención Especializada, a rehabilitación, etc. En cuanto a la prescripción de medicamentos, ésta adquiere también mayor complejidad en pacientes de edad elevada, que son, por otra parte, los que mayor cantidad de fármacos consumen, por lo que se requiere manejarlos muy bien, para tratar de evitar efectos negativos tales como la yatrogenia. Ese elevado consumo de medicamentos hace, por otra parte, que si se requiere recetar uno nuevo haya que estar muy atentos a las interrelaciones que pueda tener con el resto. Iñaki Martín afirma que se da con relativa frecuencia en la Atención Primaria la prescripción de fármacos que, si bien son de utilidad para otro tipo de pacientes, su consumo es desaconsejable para la población anciana.
Gran importancia merece también el campo de la atención domiciliaria para los ancianos enfermos, cuya competencia corresponde a la Primaria. Según un estudio llevado a cabo por la semFYC y recogido en el Programa de 1999 de atención a las personas mayores del Insalud, la atención domiciliaria cuenta cada vez más con el apoyo a su potenciación por parte de los sectores sociosanitarios implicados. Este hecho obedece a los cambios demográficos que originan una población envejecida con un incremento de los mayores de 80 años, que precisan de un tratamiento más complicado y muestran los mayores grados de incapacidad; así como el deseo del enfermo y de sus familiares de ser atendidos en su domicilio, donde se considera que la calidad de vida puede ser mayor que en un centro hospitalario y se evita en gran medida toda una serie de complicaciones derivadas de la estancia en un centro hospitalario, como las infecciones o los cuadros de confusión mental. Por otra parte el coste asistencial puede verse reducido en torno al 20 por ciento, al soportar la propia economía familiar parte del mismo, todo ello enmarcado en un sistema donde el número de camas de Geriatría y de enfermos de larga duración no se corresponde con el que se estima como necesario.
Pero a pesar de los beneficios que pueda comportar la atención domiciliaria y de que en ella se atiende a cerca de las tres cuartas partes de los ancianos que precisan asistencia sanitaria, los recursos en este campo no son aún suficientes y en más de una ocasión se acogen en ella enfermos que por la complicidad de su patología deberían recibir una atención especializada, que no siempre es posible a causa de la existencia de listas de espera en las residencias o la mera imposibilidad de ingreso en una unidad de larga estancia hospitalaria.
Por otra parte, la atención domiciliaria requiere de la elaboración de programas de atención específicos, que vayan más allá de la mera visita del médico o personal de enfermería ante una llamada o aviso por parte del enfermo. Debe, en primer lugar, tener en cuenta las peculiaridades del paciente de edad avanzada y revestir un carácter integral y multidisciplinar en el que debe integrase al personal médico, de enfermería y social, en lugar de aquellos estructurados por profesional o patología. Iñaki Martín reconoce que en todos los centros de salud existe un programa de atención al inmovilizado, pero son programas que no tienen en cuenta el trabajo multidisciplinar, por lo que, a menudo, la atención domiciliaria se queda en cubrir la frecuencia de la visita y cuidar la medicación del enfermo, "con esto ˆafirma- parece que ya está todo hecho, pero la verdad es que aún queda mucho por hacer en una atención global a este tipo de pacientes".
La coordinación, elemento imprescindible
Sin embargo, todo esfuerzo que se lleve a cabo por parte de la asistencia sanitaria en la Atención Primaria puede verse frustrado en gran medida si no se cuenta con una apropiada coordinación con la asistencia especializada en Geriatría, coordinación a la que tanto semFYC como SEGG conceden una gran importancia en los acuerdos antes mencionados que llevaron a cabo en noviembre pasado. Esta coordinación es, no obstante, complicada y se limita a veces a la comunicación mediante hojas de interconsulta. Para Asensio López, éste es uno de los grandes problemas con que cuenta este nivel asistencial a la hora de atender las necesidades de los pacientes de edad avanzada.
Pero el problema de la coordinación entre esos dos niveles asistenciales se agrava de forma determinante ante la inexistencia de servicios de Geriatría de referencia en los hospitales de muchas áreas sanitarias de España y cuyo apoyo a la labor desarrollada en los centros de salud es primordial para éstos.
Ante la falta de un servicio de Geriatría de referencia, el médico de familia se ve obligado a derivar al enfermo anciano que requiere asistencia hospitalaria a otros servicios, generalmente de Medicina interna, que reciben a pacientes con frecuente pluripatología, cuadros derivados de caídas, incontinencia urinaria, deterioro funcional o mental, etc. que si bien van a ser tratados allí, requerirían de una atención específica, de la que es el geriatra el profesional idóneo para llevarla a cabo por su mejor preparación para estos casos.
El centro de salud, por tanto, que no cuenta con un servicio de Geriatría de referencia se encuentra en desventaja frente a los que sí disponen del mismo, no sólo por no poder remitir a ellos al paciente anciano, sino también por no poder contar con la consulta de ese especialista. Es por ello por lo que Isidoro Ruipérez considera negativa no sólo para el médico de familia sino, sobre todo, para el propio anciano la inexistencia de hospitales de referencia con servicio geriátrico, "se debería ir impulsando ˆafirma- este servicio en todos los hospitales y evitar que se deriven los pacientes a otras especialidades, que aun atendiéndoles de forma correcta no lo es en el grado ideal que lo hace el geriatra, pues aunque nadie duda que un internista está capacitado para atender a un niño o un anciano, las ventajas en estos casos de acudir a un pediatra o un geriatra son evidentes".
Ante esta realidad, no sólo se hace necesario el establecimiento de servicios de Geriatría en todos los hospitales de referencia españoles, sino un considerable incremento en el número de camas de larga estancia. Actualmente, sólo uno de cada tres hospitales cuenta con servicio de Geriatría y, aunque el esfuerzo en los últimos años ha sido considerable, puesto que hace apenas 20 años eran muy pocos los que los tenían, aún queda mucho por hacer en este terreno.
La desigualdad entre los servicios de salud de las diferentes comunidades autónomas es también una característica de la atención geriátrica hospitalaria, existiendo comunidades como La Rioja que, según el Catálogo Nacional de Hospitales del año 2003, no cuentan con ninguna cama disponible para esta especialidad. El Informe del año 2000 de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, bajo el título de "La salud pública ante los desafíos de un nuevo siglo", recogía que la proporción de camas hospitalarias tipificadas en 1997 como de Geriatría o larga estancia suponían una cifra total de 10.759, algo menos del 7 por ciento del total y, si se excluyeran de este indicador cuatro comunidades autónomas (Cataluña, Madrid, Canarias y País Vasco) la proporción no llegaría al 3 por ciento del total de camas instaladas. El Catálogo Nacional de Hospitales recogía el pasado año un total de 11.730 camas, lo que significa un aumento de casi 1.000 camas respecto al año 97, o lo que es lo mismo, el 7,4 por ciento del total, un aumento del 0,5 por ciento en seis años.
Pero, dado que la atención al paciente anciano debe ser entendida desde una perspectiva multidisciplinar, la coordinación debe abarcar no sólo a los niveles asistenciales de Primaria y Especializada sino también llevarse a cabo dentro de los equipos de la propia Atención Primaria, donde si bien es cierto que se da, no siempre reúne la calidad que debiera. Para Iñaki Martín, la mejora de esa coordinación pasa inevitablemente por el personal de enfermería, pieza clave en la atención a las personas de edad avanzada, ya que tiene el mayor contacto con ellos y existen muchas actividades de prevención y promoción donde son ellos los más capacitados para llevarlas a cabo.
Iñaki Martín considera, por otro lado, que una óptima coordinación dentro de los centros de salud pasa por la elaboración de unos buenos programas de actuación, ya que los existentes en la actualidad se encuentran bastante disgregados, "los hay -afirma- de atención al inmovilizado, de prevención en la persona mayor, de enfermedades de riesgo, de enfermos terminales
Efectivamente, la figura del asistente social es también de gran importancia en el tratamiento de las personas de más edad, resultando, por tanto, necesaria una tercera coordinación: la sociosanitaria. Esta coordinación se dará siempre que en un centro de salud exista un trabajador social, de lo contrario todo quedará en el voluntarismo de los trabajadores sanitarios. Iñaki Martín considera en este aspecto que existe poca concienciación en cuanto al abordaje social de las personas más mayores, tanto desde los propios profesionales como de los gestores, haciéndose necesaria la existencia de más recursos de este tipo, "máxime cuando hubo un tiempo en el que se tendió a apartar a los trabajadores sociales de la Atención Primaria dependiendo en la actualidad de la concienciación de cada gerencia".
Llegados a este punto y al margen de todos estos problemas con los que debe enfrentarse el médico de Atención Primaria en el tratamiento de los pacientes de edad avanzada, cabría preguntarnos si éste cuenta con una formación adecuada para afrontar su trabajo en esta materia. Iñaki Martín afirma que el médico de familia no está en la actualidad bien formado en Geriatría y es por ahí por donde se debe empezar: "existen cuadros muy trascendentes de síndromes geriátricos que no estamos acostumbrados a abordar, como las caídas o la incontinencia urinaria, existiendo una herramienta que es la valoración geriátrica global que, a veces, no se conoce y otras no se emplea; existen actividades de prevención y promoción de la salud que no están lo suficientemente sistematizadas y, a menudo, desconocemos".
La formación del médico de familia en Geriatría debe abordarse desde tres niveles: la formación pregrado en las Facultades de Medicina, la formación MIR y la formación continuada. En cuanto a la primera, Isidoro Ruipérez opina que aún no es la óptima y, aunque se está empezando a desarrollar en algunas Facultades y se va implantando, progresivamente, aún se encuentra en fase de desarrollo.
En cuanto a la formación MIR, tanto los geriatras como los médicos de familia coinciden en la necesidad de implantar rotaciones por las unidades de Geriatría. En concreto, Iñaki Martín estima que se debería, recibir al menos, un curso específico en la especialidad, aunque lo más conveniente sería la rotación por las unidades de Geriatría o suplirla al menos con unidades docentes.
Esta carencia de formación en dicha especialidad que padecen los médicos de Atención Primaria cabría ampliarse también al personal de enfermería, tanto en las primeras etapas de formación como en lo que a formación continuada se refiere. Baste sobre esta última hacer referencia al Informe del Parlamento Europeo de diciembre de 2002, antes mencionado, donde expresamente se indica que "se debe prestar especial atención a la formación continua en Geriatría y Gerontología de los profesionales de la Sanidad y de los servicios sociales, no sólo en el entorno médico, sino también en el de la enfermería y, en general, de las personas encargadas de los servicios de Atención Primaria".
Toda esta situación obliga a replantearse a corto y medio plazo la reestructuración del sistema sanitario público, en el que las enfermedades crónicas, en muchas ocasiones ligadas al envejecimiento de la población, juegan cada vez un protagonismo mayor, reestableciendo recursos y prioridades que posibiliten una correcta atención sociosanitaria a un sector de la población en constante aumento y donde la atención conlleva unas particularidades muy acentuadas respecto al resto de la población adulta.
El progresivo envejecimiento de la población mundial y más concretamente europea, podría incrementar el porcentaje de gasto público destinado a Sanidad entre un 1,7 a un 4 por ciento del PIB, según cálculos de la Unión Europea de diciembre de 2001. Pero este dato no debe ir asociado a una política sanitaria orientada a reducir costes a través de disminuir el número de ingresos hospitalarios o la duración de los mismos, sino a mejorar la calidad de la asistencia, sobre todo en sus primeros niveles, promoviendo modos de vida más saludables y medidas de prevención eficaces, lo que repercutiría en la reducción de aquéllos.
Se estima que en la actualidad, el número de camas de Geriatría y de enfermos de larga estancia no se corresponde con el realmente necesario
Por otro lado, no está claramente demostrado que el anciano aumente el coste de la Sanidad, pese a ser el que más uso hace de ella, ya que influyen otros factores como es el avance tecnológico y en todo caso habría que considerar el envejecimiento de la población como un logro histórico y no como un factor de gasto. La Organización Mundial de la Salud expuso en la Segunda Asamblea de las Naciones Unidas sobre envejecimiento, celebrada en Madrid en la primavera de 2002, que en lo que respecta al aumento del gasto público por asistencia médica, los datos disponibles indican cada vez más que la vejez en sí misma no está asociada con el aumento del gasto sanitario, ya que lo costoso es la discapacidad y la mala salud, con frecuencia asociadas a la edad avanzada y, a medida que las personas envejezcan con un mejor estado de salud, es posible que el gasto médico no aumente tan rápidamente. También se ha demostrado que si bien, aproximadamente, el 20 por ciento del gasto sanitario se emplea en atender a las personas en el último año de su vida, los costes sanitarios generados por aquéllos que mueren después de los 80 años es inferior a los que lo hacen en edades más tempranas, haciendo más uso de las costosas tecnologías actuales.
La mejora en la atención sanitaria al anciano no tendría, por tanto, que suponer una gran elevación del gasto público, pues pasaría, sobre todo, por la adecuación de las políticas sociosanitarias a las necesidades actuales. "Es cierto que deberían existir más recursos ˆafirma Iñaki Martínˆ lo que no tiene por que suponer más gasto a través de tratamientos más costosos, sino mejorar la formación de los profesionales, lograr el máximo rendimiento de los recursos existentes, detectando y abordando cuanto antes los problemas que, cada vez con mayor frecuencia e intensidad, se presentan en la población de mayor edad; en España existe menos concienciación de la importancia de la vertiente clínica respecto a la social a la hora de afrontar el envejecimiento de la población, a pesar de que en esta última nuestro país es de los que menos invierten de la Unión Europea".
El problema de coordinación entre niveles asistenciales se agrava ante la inexistencia de servicios de Geriatría de referencia en los hospitales de muchas áreas españolas
La discriminación del anciano en Sanidad
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) en el punto décimo de su Decálogo de las Personas Mayores establece que "la vejez concluye con la muerte, pero también, a veces, la infancia, la juventud y la madurez pueden terminar de la misma manera. No existen argumentos científicos ni humanos para relacionar vejez con terminalidad, algo que, con frecuencia, se transmite incluso desde ámbitos sanitarios". En el punto quinto sostiene que "tienen que desaparecer todas las formas de exclusión por la edad, pues ésta no debe ser un factor de discriminación en los aspectos educativos, laborales, asistenciales, etc. Así, no es de extrañar que los malos tratos (por negligencia, explotación, psicológicos, etc.) se produzcan en los mayores con mayor frecuencia que en ningún otro colectivo".
En el ámbito sanitario, la discriminación al anciano puede manifestarse de diversas formas, por ejemplo, en rehabilitación no es extraño observar cómo la atención a pacientes mayores no se considera una prioridad frente a la población laboral activa. Tampoco es infrecuente la existencia de un menor interés a la hora de atender a un paciente anciano, realizando un menor esfuerzo diagnóstico o haciendo menor uso en él de la tecnología y supliendo a ésta con un exceso de prescripción de medicamentos, a la vez que se les acusa de generar más gasto al sistema.
Casos concretos como los programas de detección de cáncer de mama o el tratamiento fibrinolítico en el infarto agudo de miocardio, son, en numerosas ocasiones, restringidos en el caso de los ancianos, a pesar de la frecuencia con que se da el primero en las mujeres más mayores y la eficacia demostrada del segundo en esos pacientes.
Por otra parte, una encuesta reciente sobre "Envejecimiento saludable" indica que dos de cada tres personas mayores de 55 años se sienten infravalorados por la sociedad, al tiempo que una tercera parte de ellos afirman que lo que más les gustaría cambiar en la percepción de la sociedad sobre la tercera edad es el trato condescendiente con este colectivo y dejar de ser vistos como una carga.
Para el presidente de la SEGG, Isidoro Ruipérez, si bien la discriminación al anciano no existe legalmente, sí se da en la práctica, "yo diría ˆafirmaˆ que no se lleva a cabo de forma intencionada, pero sin darnos cuenta es fácil caer en ella y achacar a los años cosas que no son producto de la edad, sino de la enfermedad". Isidoro Ruipérez considera que la limitación en los ancianos de ciertas pruebas diagnósticas se produce más por falta de conocimientos que por mala intención y, a veces, no se aplican determinados tratamientos apelando a la calidad de vida, aunque "se habla con mucha ligereza de calidad de vida y éstres sólo conocida por la propia persona, nosotros no somos quienes para decidir, invocando a la calidad de vida, si se aplica o no un determinado tratamiento, salvo en casos muy evidentes".