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Mayo 03, 2004
Las denuncias por maltrato a los ancianos crecieron un 35%

Mide el aumento entre 2002 y el año pasado. Cada vez más, los ancianos hacen la denuncia personalmente porque temen ser sorprendidos por sus familiares si hablan por teléfono.

Georgina Elustondo 
Clarín
Lunes 3 de mayo de 2004

Viví sola desde que mi marido murió, pero hace dos años mi hija me pidió si podía mudarse a casa por unos meses. Habíamos tenido problemas, el marido no me quería, pero se había quedado sin trabajo, no tenía para el alquiler... ¿cómo le iba a decir que no? Además, la casa tiene dos habitaciones y un cuartito de servicio, pensé que los nietos se acomodarían ahí". No puede seguir contando, Elsa. Pide un pañuelo, aleja los lentes, apaga la voz. La mano, arrugada, pecosa, pide una pausa. "A los dos meses me pidieron mi pieza y fui yo la que terminó en el cuartito —llora—. Ni el ropero me dejaron".

Elsa tiene 71 años, vive en Barracas. Y su historia es apenas un testimonio de un drama que, en el último año, arrojó en la Capital Federal estadísticas alarmantes: según datos del Programa Proteger, que depende de la Dirección General de Tercera Edad de la Ciudad, las denuncias por maltrato a mayores de 60 años crecieron en 2003 un 35% respecto al año anterior.

El año pasado, poco más de 2.000 abuelos se acercaron a alguno de los diez Centros Proteger, que funcionan en los CGPs de la Ciudad, para denunciar distintas formas de maltrato. En 2002, las consultas por ese tema no habían llegado a 1.500. "Esto revela que los abuelos tienen más conciencia de sus derechos. Ya no llaman tanto por teléfono y cortan si los escuchan, sino que se trasladan hasta los centros para contar sus problemas", dice Laura Bottini, coordinadora de Proteger, un programa cuyo objetivo es buscar soluciones para adultos mayores que son víctimas de maltrato.

"El maltrato ha crecido a la par del detrimento económico. Por la crisis, muchos hijos tuvieron que volver a la casa de sus padres, con sus propios hijos, y a veces esa convivencia reactualiza de manera más violenta viejos conflictos. Y lo que termina ocurriendo es que el viejo queda arrumbado en un rincón de la casa, cuando en realidad la propiedad es de él", cuenta Bottini.

Actualmente, en Proteger reciben 25 consultas por día. Según sus estadísticas, la mayoría son por maltrato psicológico (60%). Aun así, el número de denuncias por agresión física no es menor: en 2003 hubo más de 300 casos. En general, los abuelos dicen haber sido golpeados por sus hijos, nietos u otros familiares. Y también acusan a quien los cuida.

Los últimos datos sorprenden. Pero hay una investigación anterior, de alcance nacional, que preocupa todavía más. "En 2001 hicimos una investigación sobre el maltrato a los ancianos en el seno familiar y descubrimos que Argentina duplica los estándares internacionales. Aquí, el 8,5% de nuestros abuelos dijo haber vivido situaciones de violencia en su casa. En el exterior, el promedio considerado normal es 4%", contó la socióloga Julieta Oddone, especialista de FLACSO.

Además, ese estudio desmoronó muchos mitos respecto a la vejez: a contramano de cualquier respuesta apurada, desmitificó que los ancianos estén mejor cuando viven con familias extensas o en ciudades más chicas. "Esto ocurre porque la convivencia y los mayores niveles de intimidad incrementan los roces y exacerban las cuestiones de poder", explicó Oddone. El estudio también reveló que hay más maltrato económico en los sectores de mayores recursos ("porque tienen algo para que les saquen"), que los hombres sufren más agresiones verbales y las mujeres, mayor violencia física.

"Lo complicado es que los abuelos tienen mucho temor a denunciar. Y lo que más les cuesta es hablar sobre el abuso financiero, porque en general quien les roba es alguien querido y les da vergüenza, lo quieren proteger. Además, los ancianos suelen tener la autoestima muy baja; sienten que es normal que les pase eso", dice Acanfora. "También hay que tener en cuenta que la persona que cuida al anciano se agota, sobre todo si el abuelo no está bien. Por eso también hay que cuidar al que cuida".

La Dirección de Tercera Edad desarrolla, precisamente, un programa para capacitar y contener a quienes tienen a su cargo a un adulto mayor (0800-222-4567).

Cuando un abuelo se acerca a Proteger es recibido por un equipo interdisciplinario, que sigue el caso hasta encontrar una solución (0800-333-4300). Bien lo sabe Marlene, una vecina de Saavedra, de 74 años.

"Cuando se murió mi esposo me deprimí, estaba muy mal. Me acerqué a Proteger y me trataron con tanto cariño que gracias a ellos terminé la primaria, el año pasado. Jamás me imaginé que después de los 70 empezaría terapia y volvería a la escuela —se emociona—. Me siento menos sola porque voy al hogar durante el día, y a veces almuerzo ahí porque la jubilación no alcanza. Estoy muy feliz".

"Los abuelos se acercan más, tienen mayor conciencia y menos temor", dice Bottini. Hay más maltrato, sí. Pero también, más visibilidad. Los trapitos sucios, en casa, se lavan cada vez menos. Por algo se empieza.

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Más que agresión física

El geriatra Miguel Angel Acanfora entiende por maltrato no sólo las agresiones físicas, sino también la violencia psicológica, el abandono, el abuso financiero y la negligencia. "Creció mucho la explotación económica, sobre todo, cuando el hijo invade la casa del padre", dice.

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El ritual de Imamura
Daniel dos Santos
ddossantos@clarin.com

El hijo lleva a su madre a caballito, sobre los hombros. Sube una montaña. Es el último viaje de la mujer, condenada a morir allí porque ya es demasiado vieja para trabajar por su sustento. La escena pertenece a una película, "La balada de Narayama", del japonés Shohei Imamura. Pese al remordimiento del hijo, el ritual se cumple. No es gratuito. La mujer muere para que otra boca pueda llegar. Ella no sólo lo sabe sino que lo acepta, contra su propia integridad. Los personajes habitan un universo de rigurosa subsistencia y creen que no hay otra forma de asegurar el recambio generacional. Son profundamente primitivos. En la Argentina de hoy podrían aspirar a un destino mejor. ¿O no?

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VIOLENCIA FAMILIAR: EL PAPEL DE LOS "VIEJOS" A TRAVES DEL TIEMPO

Una sociedad que idolatra la juventud

En agosto del año pasado, Francia conmovió al mundo con una noticia casi macabra: más de 500 cadáveres de ancianos estaban abandonados en tres morgues de París. Los abuelos habían muerto como consecuencia de la ola de calor que azotó al continente a mediados de 2003. En algunos casos, los cuerpos no habían sido identificados, pero en otros, la mayoría, el contacto con los familiares había servido de poco: ninguno se había acercado a retirar el cadáver para enterrarlo.

¿El lugar de los adultos mayores cambió en los últimos años? La respuesta de los especialistas es unánime: absolutamente. Para Daniel Magliocco, director general de Tercera Edad de la Ciudad, "el maltrato que sufren los ancianos tiene un origen sociocultural. La sociedad ha ido desplazando el lugar que tenía el abuelo en épocas anteriores. Antes, los ancianos eran escuchados, encabezaban la mesa, se los respetaba. Hoy, los modelos imperantes endiosan la juventud y plantean hasta una cierta fobia al viejismo. Los ancianos son nuestro espejo y nos atemoriza ver cuál va a ser nuestro futuro".

En la misma dirección, la licenciada Julieta Oddone señala que "las sociedades actuales tienen una actitud discriminatoria con los ancianos. Hoy se valora mucho la fuerza física, la juventud, la hiperactividad, la belleza, y la gente le teme al deterioro, a la decrepitud y a la muerte, a las cuales las depositan generalmente en los viejos".

Según Oddone, el lugar de los ancianos cambió en los últimos 40 años. "Antes, entre 1880 y 1950, los ancianos tenían un rol social: eran transmisores de la cultura, eran formadores. Y no era peyorativo decirles 'viejo' o 'don'. Pero a fines de los 50 se les empezó a decir abuelos, y eso ocurrió porque los ancianos se empezaron a quedar sin roles sociales. Luego, a partir de los 60, llegó el cambio más abrupto. La revolución industrial, tecnológica, disparó un profundo cambio de valores y los viejos quedaron excluidos: hasta desaparecieron de los libros escolares. Salieron de la esfera pública y quedaron recluidos en la esfera familiar".

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"No aguanté más y me fui"

Eugenio tiene 72 años, casi los mismos que tiene de cafetero, su oficio desde pequeño. Hasta hace cuatro meses vivía con su esposa, de su misma edad, y su hijo, de 40. "Vivíamos tranquilos, teníamos problemas como todo el mundo, pero nada anormal", cuenta él. Las cosas se complicaron cuando el trabajo empezó a escasear. "Empecé a traer menos plata y empezó la guerra. No quiero ni contar. Todo llegó a un límite tan espantoso que no aguanté más y me fui.

Sentí que era lo mejor. Que Dios los ayude. No sé más de ellos ni ellos de mí", dice.
Hasta que se acercó a Proteger, Eugenio pasó algunas noches en la casa de un amigo. "Los psicólogos me ubicaron en un hogar y estoy tan bien, tan cómodo, que siento que volví a vivir.

Estoy muy agradecido, me salvaron la vida", lagrimea. "Volví a trabajar como cafetero y le dedico muchas horas a dibujar. Es un hobby que tengo desde hace mucho y me ayuda a olvidar, me distrae. Quizá algún día pueda publicar".

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Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Mayo 3, 2004 08:57 AM
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